Amor en el alma

001.

"Elegí volar cuando vi que no es ficción; que gobiernos te mienten y hay más de un depredador"
 


Quien soy - Akira

 

Poesía tu dolor.

No me resulta para nada fácil esta situación tan abrumadora y desorientada que me adormece los sentidos de manera gradual y creciente, es un poco irónico o demasiado, más bien, y mucho para mi gusto.

Que una persona logre tomar un puesto en tu mente a solo tres días de demostrarte la primera muestra mínima de afecto no es normal, ni siquiera parece ser sano.
 

Tampoco es que amerite de un psiquiátrico, no creo que estar en un internado, rodeada de un personal que no está muy sobrio ni le prestan la atención suficiente a sus cinco sentidos sea buena idea. Digo, tampoco es que hay que llegar a esos extremos por algo tan pequeño, tal vez estoy exagerando un poco, después de todo, el drama le proporciona un toque especial y único a cada una situación, por muy diferente que sea, el drama es vida, si no me creen, pregúntenle a mi mamá.
 

Creo que tal vez si resulta un poco patético y precipitado estar tan profunda y perdidamente enamorada, y más si se trata de una persona con la que comenzaste una relación tres días después de haberlo conocido. ¡Es tan patético!
 

Pero no patético del mal sentido, patético del bueno. ¿Si entienden?
 

— ¿Acaso se puede ser patético de un buen sentido? —me reclamé a mí misma en voz alta.Si, solo tres míseros días que parecieron una eternidad y transcurrieron con pesadez, a pesar de que los disfruté demasiado y me sentí viva, como si recuperara ese brillo de esperanza propio de mis ojos. Debo admitir que estoy consciente de que siempre he tenido mi brillo, nada puede opacarme, ni siquiera el viento más fuerte, ni la peor turbulencia.

Así de fuerte es mi llama; tan regia e inapagable, tan inalcanzable e inextinguible, tan ardiente, atrayente y consumidora; pura y a la vez oscura, te atrae, te intriga de manera ponderada y excedida; como una energía tan fuerte que te hace agonizar en tu propio lecho y retorcerte entre tus propios estándares, explotando tus expectativas y haciéndote orbitar alrededor de tus propios enigmas organizados y por organizar. Nada puede disipar mi lustrosa y refulgente luz; el secreto de mi brillo clandestino y mi éxito furtivo es la genuinidad, la intensidad de mi sensibilidad y las ganas de sobresalir sin necesidad de aminorar el fuego ajeno. Yo quiero lograrlo y si todos lo logramos, entonces mejor; mostrando a la intemperie nuestros logros y dejando de mantenerlos esotéricos, dejando de ser anónimos y mostrando al mundo lo ignoto de nuestro caos.

Nos conocíamos un poco con anticipación, no con profundidad ni con tanta intensidad; fue un trato muy vago y bastante plano, siendo sincera, pero fueron esos tres días los que hicieron que una simple atracción tuviera oportunidad a algo mucho más profundo, algo más sensato, más intenso y más sincero y a la vez oscuro y hosco.

¡Asustaba! Sí que daba miedo, como el monstruo debajo de tu cama que espera a que te levantes para halarte por los pies y clavar tus uñas en tus vulnerables tobillos mortales, o tal vez, como la sombra de la ropa guindada en el pasillo que se refleja en el suelo y te escandaliza los sentidos con demasía. O lo que oculta la puerta del armario, aquello que no te permite abrirla en la lobreguez de tu habitación.

Sé que no fueron solo tres días, cruzamos miradas desde el primer día de clases, la primera vez que estuvimos en el mismo pasillo y en la misma cancha deportiva; sabía que su mirada escondía algo mucho más profundo de lo que aparentaba. Tarde descubrí que era una de esas personas que con su psiquis tan dañada, te hace introducirte voluntariamente en su agujero de gusano, te lleva a su propio universo, su belleza fría y tenaz hipnotizará tus ojos y te embriagará con su perfume.

Mi madre me hubiera lanzado un zapato, diría que es una soberana estupidez y que es demasiado arriesgado, que no estoy en la edad para hacer experimentos sociales y obviamente, mucho menos si se trata de algún experimento que me involucre emocionalmente y se ponga en juego mi estabilidad y mi equilibrio psicológico.

Menos mal que no lo sabrá, hasta que lea esto —si es que lo hace algún día— y descubra un poco más sobre el caos de mi mente y lo desordenada psicológicamente que puede llegar a ser una persona que le muestra al mundo una sonrisa resplandeciente y su rostro desbordando tanta ternura y pureza.

Solo era miedo a salir lastimada, pero si nada me doliera jamás ¿Podría yo ser una persona real? ¿Acaso sería humana en el más amplio significado de la expresión?

Solo nos falta entender esto para hacer de nuestro planeta un lugar mejor y mucho más agradable para vivir: El caos no necesita ser ordenado, ni mucho menos entendido. El caos debe ser amado, apreciado y respetado.

No me da miedo, ni pena decir que a mí no me gusta que mi madre lea lo que escribo, obviamente, tampoco me gusta que lo haga mi papá o mis hermanos; es como si les estuviera exponiendo algo que mantengo tan disimulado y me esfuerzo cada día por no demostrarlo, siento que de cierto modo hay muchas cosas que la harían entender un poco mis desasosiegos, y mis desconciertos, y no es algo que quiera demasiado: no quiero ser entendida, me basta con ser leída y tener un dominio total de mis emociones, cosa que es casi imposible; quien doma sus propios caballos puede dominar el mundo, y está más que claro que no sé cómo domar mis caballos salvajes.

Es entendible, de cierto modo, claro. O tal vez, solo yo lo entiendo, solo yo comprendo mi propio laberinto, o eso intento; si voy a perderme, tengo que encontrarme y aprender a conocerme por completo, cosa que también creo que es imposible. Nunca nos entenderemos ni nos conoceremos a nosotros mismos.

Nadie quiere ser entendido completamente por quienes amamos, porque todos tenemos un caos en la mente, cada quien tiene un big bang, aunque nos cueste decirlo, todos estamos rotos de alguna forma, y hay ciertas heridas que se pueden abrir y sangrar de nuevo, y solo nosotros encontraremos la resiliencia, esa manera de sanar y conseguir como levantar y caminar con el peso de nuestra ansiedad.




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