Amor En Hierro

El país de las Maravillas


 


El olor de la madera mojada, el viento húmedo y los fresnos golpeando el techo de la casa, da un sinsabor a los que miran por la ventana esperando que un carruaje se asome. 

Alice no reprime los gestos que demuestran que odia los cambios, se lo dijo a su hermano Lewis cuando este decidió ir a vivir a Londres hace unos años para ingresar a la University of London, tardó meses en acostumbrarse a no ver a su hermano mayor, sin embargo, los años que duraron la carrera de medicina, logró acomodarse, hoy de nuevo, toso eso, va a cambiar, Lewis regresa. 

La tensión aumenta segundo a segundo en la vieja casona, en dónde Clarece es el único integrante de la familia sentado a la mesa, esperando el té mientras revisa una propuesta de trabajo que le llegó esa mañana. 

Eloisa por las ansias de volver a ver a su primogénito pasaba sus dedos sobre la crinolina de metal que está bajo la tela de su vestido, la espera la ponía de mal humor, por sobre todo, porque no podía olvidar que seguía enojada, que llegaran tarde a su casa era una falta de respeto, y más a sabiendas que por años esperó verlo de nuevo a su hijo, el mismo quién no se dignó e venir de visitarla ni una sola vez, con la excusa de estar siempre estudiando. 

La sirvienta trae en manos una bandeja con tazas de té, pero al ver que Dayton le hace un gesto de espera, regresa a la cocina, él sabe que su madre se pondrá furiosa si es que se sirve el té antes de que llegue su hermano. 

Finalmente el sonido de los cascos de los caballos, el ladrido de los perros de caza y las ruedas golpeando las piedras de la entrada al gran patio dan la pauta de que el carruaje llegó a destino. 

La preocupación se borró del pecho de Alice, el enojo de Eloisa disminuyó y Dayton no cabía en la emoción de ver a la única persona en el mundo que lo entendía tan cómo es. 

Clarence Packerham, ni se inmutó, seguía concentrado en el trozo de papel que tenía en las manos, leyendo la oferta que no sólo era jugosa monetariamente hablando, sino que daba una gran oportunidad a su apellido a sobre salir en un mundo que cada vez era más competitivo en toda Europa. 

Mientras los sonidos de algarabía inundaban la entrada por la bienvenida que le daban a Lewis, y los sirvientes corrían a recoger maletas y llevarlas a su lugar, Clarece ignoraba los ruidos molestos, porque estaba dibujando en su mente un futuro, prometedor.

El sonido de las botas contra el piso recién lustrado daba la pauta a la casa entera de que el favorito llegó al fin.

—¿No piensas recibir a tu primogénito?—la voz potente de joven da indicios de que los años pasaron y el joven ahora es todo un buen mozo.

Clarence no levanta la vista del papel, porque está muy concentrado leyendo las últimas líneas de la carta, la cual tenia al final el sello real, ese de la mismísima Reina Victoria, y del otro lado, el nombre de quien estaría buscando ingenieros ferroviarios <<Mariscal Francisco Solano Lopez>>

El hombre baja la carta sobre la mesa, mira con frialdad, casi sin expresión al joven mozo, mientras en su cabeza el orgullo comienza a acrecentase recordando como era el niño que se fue a la facultad de Medicina y viendo al hombre que está hoy ante sus ojos.

—No mereces que te reciba—suelta Clarence sacándose los lentes y tambolireando su dedos sobre el caoba de la mesa—. Mereces una bienvenida, una fiesta de bienvenida.

El hombre se levanta de su silla y ya junto al mozo fornido de ojos azul cielo, le da un abrazo con fuerza en lo que al fin la servidumbre sirve la merienda.

—La mejor parte de tu regreso—dice Dayton sentándose a la mesa—. Al fin vamos a tomar el té, moría de hambre por tu culpa hermano.

—¡Dayton!—Eloise llama la atención de su hijo mejor quien estaba sirviéndose el té sin aguardar al resto, un acto indecorose según ella.

—Deja los modales para las fiestas sociales Eloise—Clarence habla fuerte mientras toma la botella de whisky que guardó todo este tiempo aguardando la llegada de Lewis—. Hoy celebramos la llegada de Lewis a su casa.

—Y de seguro que en breve se arruina la fiesta... no tardan en llegar los Watts, así que hermanos, bebamos el té antes de que tenga que encartonar mis expresiones.

—Alice, no comencemos —. Eloise sigue pasando sus dedos sobre la pollera del fino vestido, pero esta vez más tranquila, y llena de felicidad fingiendo que nada de eso pasa en su interior, porque <<Una siempre debe verse recatada>>—. Será mejor que vayas cambiando esa actitud con tu futura cuñada.

Lewis sintió un pinchazo al escuchar la palabra, desde los 13 sabía que ese era su destino, tener una profesión y casarse, pero él era un romántico empedernido, pero no de esos enamoradizos, más bien de esos que anhelan tanto al amor, y los cree imposibles, irreales, inalcanzables, por ello, odiaba la idea del casamiento con alguien que no ama, pero también, era comciente que el amor era irreal.

Años pasó en Londres buscando una musa, pero nadie hizo que su cuerpo sintiera la necesidad de estar a lado de esa persona.

<<Falacias, mentiras de la literatura Shakespeariana>>

—¿Así recibes a tu hijo madre?—pregunta Lewis posando sus dedos sobre el botón de su chaleco—. No le das un respiro a tu hijo a que disfrute un día de su familia y los últimos meses de soltería.

Eloisa mira con desdén a su hijo, mientras la sirvienta carga su taza de té y coloca dos de azúcar. Lewis no aparta la mirada de su madre, y la tensión se hace horrible para cada uno de los miembros quienes desde que despertaron el día de hoy ya sabían que no seria un día de paz, Lewis y Eloisa siempre discuten cuando están en la misma habitación, no por maldad de Eloisa, pero si, por sus diferencias de pensamientos y temperamento obstinado de los dos.

—Has tenido varios años de  solteria Lewis—Eloisa suelta mientras Clarence enciende un puro y pone los ojos en blanco, ya ve el huracán formarse—. Te casas en breve, no hay tiempo que perder y Danielle te esperó por años, merece verte hoy, tanto como nosotros.



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En el texto hay: amor, guerra muerte, amor prohido

Editado: 22.02.2021

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