Amor en tiempo de zombies

Almas gemelas

La sola idea de ver un cadáver andante es tan aterrador y tan grotesco que no lo entenderías mientras no veas a uno en persona, pero la imagen de decenas de ellos tratando de atraparte para devorarte y destruirte realmente puede hacer dubitar al más valiente. 

El viaje parecía interminable, en el camino no vimos señal alguna de seres humanos vivos, pero los muertos vivientes vagaban por los campos, algunos solitarios como almas en pena, sin embargo la mayoría se movía en pequeños grupos, como manadas carroñeras. 

Avanzamos serpenteando ondulaciones y montículos de tierra, siempre esquivando a los engendros que por momentos eran demasiados como para intentar cruzar entre ellos sin tener un accidente, ya que si no nos matabamos al estrellarnos, ellos se encargarían de terminarlo. Mientras me agarraba fuertemente del volante, Donna miraba atrás como esa multitud de engendros confluia y empezaban a seguirnos. 

—Es el ruido del motor que les atrae —. Dice sin dejar de mirar entre asombrada y resignada. Esta chica me confunde ya que de un momento a otro cambia de carácter. Pero estamos completos y eso es lo más importante. Lástima por nuestros amigos. 

El camino tampoco era estable y dando algunos tumbos acelere un poco más para que no pudieran acercarse y perderles el rastro, en algunas ocasiones tenía que detenerme a maniobrar para evitar impactar con algún cadáver andante (llevé varios juicios por atropello y sé lo que un cuerpo humano le puede hacer al chasis o al parabrisas, incluso rajar el radiador por la fuerza del impacto, en estos momentos toda precaucion es poca), ya que en ningún momento esas cosas nos perdieron de vista. De repente note que Donna temblaba, contemplé el miedo en sus hermosos ojos negros y la entiendo, porque yo me siento igual. 

Detube el vehículo a un lado del camino y simplemente la abrazé, lo necesitaba, lo necesitábamos. La besé, sus besos siempre fueron deliciosos, sus grandes ojos negros estaban tristes. 

—¿En que piensas amor? —. Me dice. 

—Pensaba en lo feliz que soy aquí, sentado a tu lado en el coche. 

—Pareces un tonto de 80 kilos, Cesar. 

—Gracias. 80 kilos pero de puro músculo. 

—Si—dice sonriente —¿Habías venido alguna vez por aquí? 

—No —contesto —, ni sé donde estamos. 

Mueve la cabeza. Labios apretados. Tiene miedo. Ahora sonríe, sabe que miento. Adoro su sonrisa. 

«¿Te acuerdas la primera noche que pasamos juntos? ¿Cuando te pedí que seas mi esposa? Eras el símbolo de la aceptación, Donatella. Te me abrias tranquila, sin reparos. Tu cuerpo serpenteaba cuando te movias, los músculos del vientre y del torso te hacían ondear como una bandera. Era la dicha plena que había deseado desesperadamente encontrar. Te miraba desaforadamente. ¿Te acuerdas?» 

—¿Vos crees en las almas gemelas ¿—. Interrumpe mis ensoñaciones. 

—Contame, no se nada —. Sabía algo del tema, pero caía de perillas que hable sobre lo que sea, al menos dejó de temblar. 

«Es una historia muy bonita que papá siempre nos contaba a mi y a mis hermanas. Sucede que los ángeles son seres asexuados, quiero decir que llevan en su ser los dos polos opuestos, el lado masculino y el femenino, son criaturas de luz y no disponen de cuerpo físico ya que fueron creados a la perfección. 

Pero como todo ser existente ellos también deben crecer y evolucionar. Necesitan venir aquí a la tierra para experimentar la vida, el dolor, la alegría, una familia, etc. Sin embargo como te dije cada ángel posee un lado femenino y uno masculino, eso los hace seres de luz perfectos; papá aseguraba que cuando vienen a la tierra para experimentar y progresar se dividen en dos seres, un hombre y una mujer, como humanos pero muy alejados el uno del otro. 

Decía papá que por eso nos sentimos incompletos y necesitamos de una pareja para sobrellevar la soledad y sentirnos realizados, que todo se sujetaba al verdadero amor que consiste en que cada uno siguiese su propio camino, sabiendo en lo más profundo de nuestra conciencia que eso jamás alejará a las partes. El amor envejece junto con el cuerpo, pero los sentimientos forman parte de una dimensión donde no existe el tiempo, ni el espacio, ni las fronteras. El amor está por encima de todo, no tiene odios sólo equívocos. 

Es ley del universo que en algún momento de la vida nos encontremos con nuestra alma gemela. Pero cuando encuentras algo tan importante en tu vida, no significa que debas renunciar a los otros». 

—Hermosa historia mi amor, ¿estás mejor? —. Le digo procurando que su mente se mantenga alejada de nuestra realidad y animandole a seguir hablando. 

Asiente con la cabeza y sonríe, pero no consigue reprimir sus bellas lágrimas. 

—Cuando vi tu foto por primera vez sentí como si te conociera desde siempre y supe que serías mío. El descubrir que existias le dio esperanzas a mis días de soledad, la angustia de mis momentos de duda se convirtieron en certeza. Siempre supe que mi otra parte llegaría un día... 

—Donatella vos sabes que eres el amor de mi vida y nunca te dejaré ni permitiré que te hagan daño —. No necesitaba decir aquello pero de todas formas lo dije. 

—Cesar, las almas gemelas solo se encuentran, más muy rara vez terminan juntas. Al morir recién se unen nuevamente regresando a su forma original de seres de luz, pero más perfeccionados porque pasaron por la prueba de la vida —. Replica. Me mira a los ojos y recuerdo lo duro que pueden ser la mirada de esos hermosos ojos negros. 

—Lo siento, soy un novio horrible. El último en la fila de novios horribles. Sólo quería que lo supieras. 

Me mira nuevamente y se le suaviza el gesto en la boca, no refleja preocupación sino docilidad. 

—Siento lo que sufres y también tengo miedo como vos —. Digo. 

—Sufrimos y tenemos miedo —. Dice. 

—Saldremos bien de esto. 

—Siempre juntos —. Añade. 

No nos habíamos quitado el cinturón de seguridad y me mira del modo que te mira una mujer cuando quiere intimar. Aprieta el enganche del cinturón y se lo quita, yo hago lo mismo. Ella se me acerca y beso su boca abierta y suave. Es la Donatella de quien me enamoré. Mi rostro entre sus pechos, el olor a perfume y jabón, a su piel. 



#82 en Terror

En el texto hay: muertosvivientes, romance, terror

Editado: 04.07.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.