"Somos inmortales cuando nos miramos fijo."
-Valentín Oliva.
Hay cierta inmortalidad en los mortales
y cierta compañía en nuestra soledad,
hay cierta felicidad en nuestra tristeza
y luz en nuestra inconmensurable oscuridad.
Ni la más inmensa oscuridad
podría evitar que vuelva a amanecer,
quizás ese amanecer se tome su tiempo en aparecer
pero llegará; capaz aparezca en una cafetería,
o en un fogón, o quizás tan solo te lo cruces por la calle.
El amor es demasiado impuntual,
no conoce de leyes, ni de casualidades, ni de miedos,
quizás por eso algunas veces la oscuridad
se torne eterna, silenciosa, impredecible.
Es el amor quién nos hace inmortales,
en él vive nuestro amanecer, nuestra compañía
y también nosotros,
la muerte se vuelve tierna cuando él aparece,
el mundo se vuelve bondadoso
y los corazones dejan de reposar,
el tiempo se vuelve invisible, la soledad se extingue,
la oscuridad se vuelve algo tan diminuto y débil
como la tristeza y el silencio.