La luna se alzaba en el cielo despejado, el olor a hierba fresca inundaba el ambiente y una briza refrescante movía la copa de los arboles lejanos.
Ante aquel panorama exquisito el espectador solo podía pensar “He muerto”. Se dijo Rigel. A sabiendas de los que ocurrió en la estación DAWN1 antes de perderse en la oscuridad. Era lógico nadie sobreviviría a semejante escenario.
“Qué ironía más grande”, pensó.
Dada su imprudencia y terquedad ante las órdenes dadas por el comandante de Steven que dictaminaba no salir solo de la estación. Él, talvez aún se encontraría vivo, disfrutando de la vida. Ahora solo quedaba en arrepentiste, de todas y cada una de las cosas que pudo haber hecho y disfrutado.
Aunque de que servía sentirse tan deprimente en el paraíso. Tratando de sacar cosas positivas ante aquello se levantó y comenzó a explorar. Posiblemente se reencontraría con los padres que apenas y recordaba o encontraría primero abuelo Moris. Rigel conmemoraba a aquel hombre no solo como un abuelo, sino la representación de lo que él debía convertirse. Un hombre justo, trabajador y fiel ante quien decidirá desposar. Pero ahora que estaba muerto no sabría cómo explicarle su llagada tan temprana. Lo más seguro seria que le regañase, sin embargo, que más se podía hacer.
Conforme Rigel avanzaba aún más entre la vegetación del paraíso, descubría que no era exactamente como le describían los libros o las personas que aseguraban verle. Más bien, la escena que se alzaba ante sus ojos parecía sacada de una mente infantil e imaginativa de un niño. Comenzando con la flora multicolorida y de formas ambiguas, mientras que la poca fauna habitante era tan poca pero no por ello interesante. Como una manada de lo que parecían liebres con un solo cuerno en la frente que resplandecía a los colores de un arcoíris que habitaban en copas de hondos fluorescentes, gatos traslucido como la niebla que jugueteaban en pastizales acuáticos y extraños zorros reptiles que vagaban por los árboles.
No obstante, la presencia de otros seres humanos era carente. Rigel no pudo evitar pensar que esto talvez se debía a que el lugar era colosal. Pero aquello quedo rápido en el olvido al atravesar un arbusto.
La figura de espaldas de una mujer de cabellera rubia y de vestimenta blanca paso a ser un alivio para él. Ella se encontraba jugando con algo redondo y brillante, parecido a su “casco”.
¿Cómo aquello era posible? Se preguntó Rigel. Trato de poner más atención a lo que bestia.
Su traje de la misión se encontraba sucio y alguna que otras perforaciones sobre los guantes causadas por metales se hallaban visibles, pero aun así el traje seguía en función de soporte vital. Rigel empezó a ponerse ansioso ahora que encajaba las piezas sobre el extraño paraíso y el hecho de que él y esa mujer eran los únicos seres humanos, posiblemente en este lugar. No cabía duda, aquello no era el paraíso sino otro lugar en el espacio. Pero ¿Cómo llego?
La respuesta podría tenerla ella así que no dudo en acercársele. Debía al menos tratar de entender las circunstancias antes de tomar acciones.