Amor Eterno #2 - Resurgir

Capítulo 26 - SOLO NUESTRO

El partido ha terminado y pongo rumbo a casa. Tengo ganas de que termine la temporada, sobre todo que llegue la final de la Champions. Otra más y no puedo creer que este alcanzo todo esto. Nunca me imaginé llegar a dónde estoy ahora.

Sin darme cuenta aparco en la entrada de mi casa. Bajo del coche y entro por la puerta. Una luz proveniente del salón hace que sonría. Está en casa y no puedo sentirme más feliz.

Y ahí la veo, tumbada en el sofá leyendo un libro. Me acerco hasta ella y rodeo sus hombros con mis brazos y dejo un beso en su cuello.

  • Hola pequeña – saludo mientras apoyo mi frente en su cuello y aspiro su aroma.
  • Hola chiquitín – me responde con una de sus manos en mi cabeza – Has hecho un gran partido – termina de decir.
  • Gracias cariño – respondo depositando un beso en su mejilla.

La suelto y doy la vuelta al sofá para sentarme a su lado. María coloca sus piernas sobre las mías y se inclina hacia mí. Así que instintivamente voy a su encuentro y la beso.

  • ¿Tienes hambre? – me pregunta María – Puedo prepararte algo – vuelve a decirme.
  • No, he comido algo en el vestuario – respondo acariciando su mejilla.
  • Bien – me dice para recostarse sobre mí y abrazarme.

Estoy tan a gusto así con ella, entre mis brazos, que mi mente viaja a cuando éramos más pequeños. En esos momentos en los que estábamos solos en su habitación en Mallorca. Y cuando he llegado a mi casa y la he visto…

  • ¿En qué piensas? – me pregunta interrumpiendo mis pensamientos y mirándome.
  • En cuando éramos pequeños, en nosotros – le respondo y ella sonríe.
  • Yo también he pensado muchas veces en aquellos momentos – dice nostálgica – aunque intento recordar siempre los buenos – me dice tristemente.
  • Pensaba también en el ahora – intento cambiar de tema para no entristecerla más.
  • ¿En qué? – vuelve a preguntarme.
  • En lo feliz que me siento cada vez que te encuentro en mi casa cuando vuelvo de un partido – respondo mientras aparto un mechón de su pelo y lo coloco tras su oreja – No sabes lo que significa llegar a casa y encontrarse a alguien a quien amas esperándote con una sonrisa, pasar una buena velada nocturna o simplemente meterme en la cama y tener a alguien a quien abrazar – la digo mirándola a los ojos.
  • Lo sé – me dice – sé lo que significa para ti, por eso siempre intento estar aquí cuando vuelves de algún partido – me responde dulcemente para después besarme.
  • Lo que quiero decir es… - intento explicarme mientras me paso la mano por el pelo nervioso.
  • Dime, no pasa nada – me dice María intentando tranquilizarme al verme nervioso.

La veo moverse y sentarse en mis piernas para después pasar sus manos tras mi cuello y mirarme a los ojos.

  • Quiero que te vengas a vivir conmigo – suelto deprisa con el corazón en un puño esperando su respuesta.

María se queda mirándome fijamente y a mí ya me tiembla todo. Por favor, que me diga que sí, por favor.

  • Sé que es muy pronto pero… - intento explicarme o justificarme no lo sé, solo necesito saber la respuesta.
  • Sí – me responde ella mirándome a los ojos.
  • ¿Qué? – digo sin creerme lo que me ha dicho.
  • Que sí – me vuelve a decir mientras coge mi cara entre sus manos – quiero irme a vivir contigo – me dice sonriendo.

No lo dudo ni un instante y junto mi boca con la suya, besándola con frenesí.

  • Te amo, te amo mucho – digo entre beso y beso.
  • Yo también te amo, amor – me responde y mi corazón se acelera.

¿Acaba de llamarme amor?

  • Repite eso – le pido mientras junto nuestras frentes.
  • Te amo, amor – me vuelve a contestar sonriendo.

La beso con ganas mientras mis manos se deslizan por si espalda y deteniéndose en su culo. Las dejo ahí y aprieto con mis manos provocándola un gemido. María enreda sus manos en mi pelo y comienza a restregar sus partes íntimas con las mías, provocándome que poco a poco mi erección aumente. Sus manos bajan por mi pecho, hasta el bajo de mi camiseta, para después alzarla y quitármela. Nos tenemos que separar pero aprovecho para quitarle también su camiseta.

Mis labios bajan a su cuello, saboreando su piel mientras mis manos viajan a su espalda y desabrocho su sujetador. Con la vía libre desciendo mis besos hasta uno de sus pechos, ocasionando que se contraiga y tire con fuerza de mi pelo. Cuando vuelvo hacia arriba para besarla sus manos viajan hasta la cintura de mi pantalón de chándal y mete uno de sus manos dentro. Me roza por encima del bóxer y siento como se nubla la visión. Si eso me provoca ahora no sé que me hará sentir cuando me toque piel contra piel. Sus besos van hasta mi cuello y mete sus manos dentro, ahora sí tocándome. Me estremezco al sentir sus manos frías en comparación el calor que desprendo, pero tras uno de sus movimientos arriba y abajo gime de placer.

Voy hasta el cierre de su pantalón mientras ella sigue subiendo y bajando, haciendo que mi erección crezca aún más. Consigo desabrochar su pantalón y meter mis manos por dentro para rozar sus labios. Y obtengo un gemido como respuesta. Seguimos un rato así, tocándonos el uno al otro hasta que María no aguanta más. Posa sus pies en el suelo y comienza a bajarse el pantalón y las bragas. Su mirada es de deseo. Yo no desaprovecho la oportunidad y me bajo todo quedando en el suelo.



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Editado: 25.05.2019

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