El partido ha terminado y pongo rumbo a casa. Tengo ganas de que termine la temporada, sobre todo que llegue la final de la Champions. Otra más y no puedo creer que este alcanzo todo esto. Nunca me imaginé llegar a dónde estoy ahora.
Sin darme cuenta aparco en la entrada de mi casa. Bajo del coche y entro por la puerta. Una luz proveniente del salón hace que sonría. Está en casa y no puedo sentirme más feliz.
Y ahí la veo, tumbada en el sofá leyendo un libro. Me acerco hasta ella y rodeo sus hombros con mis brazos y dejo un beso en su cuello.
La suelto y doy la vuelta al sofá para sentarme a su lado. María coloca sus piernas sobre las mías y se inclina hacia mí. Así que instintivamente voy a su encuentro y la beso.
Estoy tan a gusto así con ella, entre mis brazos, que mi mente viaja a cuando éramos más pequeños. En esos momentos en los que estábamos solos en su habitación en Mallorca. Y cuando he llegado a mi casa y la he visto…
La veo moverse y sentarse en mis piernas para después pasar sus manos tras mi cuello y mirarme a los ojos.
María se queda mirándome fijamente y a mí ya me tiembla todo. Por favor, que me diga que sí, por favor.
No lo dudo ni un instante y junto mi boca con la suya, besándola con frenesí.
¿Acaba de llamarme amor?
La beso con ganas mientras mis manos se deslizan por si espalda y deteniéndose en su culo. Las dejo ahí y aprieto con mis manos provocándola un gemido. María enreda sus manos en mi pelo y comienza a restregar sus partes íntimas con las mías, provocándome que poco a poco mi erección aumente. Sus manos bajan por mi pecho, hasta el bajo de mi camiseta, para después alzarla y quitármela. Nos tenemos que separar pero aprovecho para quitarle también su camiseta.
Mis labios bajan a su cuello, saboreando su piel mientras mis manos viajan a su espalda y desabrocho su sujetador. Con la vía libre desciendo mis besos hasta uno de sus pechos, ocasionando que se contraiga y tire con fuerza de mi pelo. Cuando vuelvo hacia arriba para besarla sus manos viajan hasta la cintura de mi pantalón de chándal y mete uno de sus manos dentro. Me roza por encima del bóxer y siento como se nubla la visión. Si eso me provoca ahora no sé que me hará sentir cuando me toque piel contra piel. Sus besos van hasta mi cuello y mete sus manos dentro, ahora sí tocándome. Me estremezco al sentir sus manos frías en comparación el calor que desprendo, pero tras uno de sus movimientos arriba y abajo gime de placer.
Voy hasta el cierre de su pantalón mientras ella sigue subiendo y bajando, haciendo que mi erección crezca aún más. Consigo desabrochar su pantalón y meter mis manos por dentro para rozar sus labios. Y obtengo un gemido como respuesta. Seguimos un rato así, tocándonos el uno al otro hasta que María no aguanta más. Posa sus pies en el suelo y comienza a bajarse el pantalón y las bragas. Su mirada es de deseo. Yo no desaprovecho la oportunidad y me bajo todo quedando en el suelo.