Amor Eterno #2 - Resurgir

Capítulo 30 - DINAMITA

2 días antes…

 

Voy dando tumbos por la casa limpiando, ya que cuando necesito despejarme tengo que mantenerme ocupada. Mi móvil suena por algún lado de la casa y voy en su busca. Al llegar miro quién me llama, es Marco.

- Hola – digo cuando descuelgo la llamada.

- Hola peque – me responde al otro lado de la línea - ¿cómo estás? – me pregunta y sonrío ya que últimamente no hace más que preocuparse por mí.

- Cansada – le contesto – hoy ha sido un día duro en el cole, ya que hemos estado preparando la velada de fin de curso – termino de decir mientras pienso en la mañana.

- Seguro que será todo un éxito – me dice para animarme y vuelvo a sonreír.

- ¿Y tú qué tal? – cambio de tema para saber cómo va con los entrenamientos con el cambio de entrenador.

Me cuenta como está viviendo estos días los cambios, pero también hablamos de muchas otras cosas.

- El partido es en dos días – me dice - ¿vendrás a verme? – pregunta y sabía que sacaría el tema, como lleva haciendo cada vez que me llama.

- Ya te lo he dicho Marco, no voy a ir – le respondo casi en un susurro.

- Por favor María – me suplica y se me hace un nudo en la garganta.

- No estamos bien Marco, lo sabes y yo también. No creo que sea buena idea – digo como puedo porque sé que es la verdad.

- Pensé que estas conversaciones… que tú y yo… - me intenta decir entrecortadamente.

- Estamos mejor sí, pero cuando vuelvas hablaremos de todo ¿vale? – digo para hacerle ver que no todo está perdido, al menos no por ahora – tengo que irme, se hace tarde – intento cortar la conversación cuanto antes.

- ¿Qué no? – me dice para que no le cuelgue – por favor, ven. Es importante para mí – me sigue diciendo pero no quiero seguir escuchándole o diré algo que no quiero.

- Yo… - respondo dudando – no lo sé Marco, déjame pensarlo. Buena suerte en el partido. Te quiero – termino deprisa y corriendo para colgar sin darle tiempo a responderme.

Suelto un suspiro cuando cuelgo. No puedo seguir hablando cuando la conversación se vuelve tan incómoda. Necesito mi espacio para no decir algo que después me arrepienta.

Voy hasta la habitación y observo la cama. La maleta está a medio hacer, así que termino de colocar lo último que me faltaba de meter y la cierro. Dejo el pasaporte y el billete de avión encima de ella para que no se me olviden.

Sé que esto es importante para él, que vaya a verle y a pesar de lo que estamos pasando, a pesar de las tonterías que ha estado haciendo estas últimas semanas no puedo no ir. No puedo. Él no me lo perdonaría jamás y yo a mí misma si no voy tampoco.

Lo tengo decidido desde hace varios días y llevo mintiéndole todo este tiempo. Quiero que sea una sorpresa, una de verdad. Que vea que a pesar de que la ha cagado, sigo estando ahí para él. Que siempre voy a estar cuando cumpla sus sueños y sus metas, pase lo que pase. Llevo haciéndolo toda mi vida por él.

Mi vuelo sale dentro de unas horas pero no dejo de dar vueltas por todos los lados. Estoy muy nerviosa, mucho. No sé qué es lo que va a pasar pero tengo que hacerlo. Entro al baño decidida pero los nervios me bloquean.

- Vamos, tengo que hacerlo – me digo a mí misma en voz alta.

Lo cojo entre mis manos y realizo todo lo que tengo que hacer. Me siento en el váter y espero. Los minutos pasan y yo me vuelvo loca, esto se hace interminable, la espera es interminable.

La alarma del móvil me indica que el tiempo establecido ha terminado. Así voy corriendo hasta el lavamanos, cierro los ojos y respiro con fuerza. Mis manos tiemblan cuando cojo el test con las manos. Pero tengo que ser valiente así que abro los ojos y con miedo miro el resultado.

- ¡CRASH! – un ruido de cristales rotos me sobresalta.

Dejo el test en el lavamanos, cierro la puerta del baño y voy hasta el salón. Espero que Rome no haya roto nada importante y que no se haya hecho daño, sobre todo esto último. A Marco le daría algo, quiere con locura a ese pequeño.

Cuando llego abro la boca a ver el estropicio, la puerta corredera que da al jardín está hecha añicos. Esto no puede ser obra de Rome, es imposible.

El ruido de unas pisadas dentro del salón hace que mi cuerpo tiemble del miedo. Me giro lentamente y veo ante mí a la persona que menos me esperaba.

- ¿Marina? – digo sin creérmelo.

Siento como una mano me tapa la boca con un trapo. Huelo a cloroformo y a pesar de mis intentos por soltarme de la persona que me tiene agarrada, no puedo. Es más fuerte que yo.

Lo último que veo es la sonrisa maliciosa de Marina mientras mis ojos se van cerrando poco a poco. Las fuerzas desaparecen y voy cayendo al suelo. No esto, no puede estar pasando. No puede.

 

Decirte que te vayas es un atentado suicida y, al mismo tiempo, una forma corta y concreta de definir el verbo querer. Quizás puedes pensar que mis pasos se alejan de tus pisadas por miedo a enfrentarme al abismo que hay entre tus párpados y los míos. Pero ten por seguro, ten la certeza de que si fuese esa la razón, me tiraría al vacío una y otra vez, con los ojos abiertos para disfrutar del paisaje que emerge ante mí.



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Editado: 25.05.2019

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