-Narra Michel-
Estoy acostada en la cama de Sebastián ya un poco más relajada. Él está cambiando mis vendas de los brazos y Jenny está en el otro extremo de la cama junto a la niña muerta llamada María. También tuve amigos muertos, pero ese no es el caso. Miro a Sebastián, se ve muy preocupado y tenso. Bueno, con esto que acaba de pasar no es para menos. Busco su mirada pero no la encuentro, seguramente está sumergido en sus pensamientos. La tercera médium es Jenny, esto es muy peligroso y extraño. Sebastián llevó a Karina a su cuarto y en cuanto despierte ella pensará que se quedó dormida cuando se fueron los policías. Me siento sensible por un lado después de haber visto a Henry, lucía diferente y ahora puedo darme cuenta lo frío que puede llegar a ser el mundo. Él no tenía culpa de nada y sin embargo murió, por algo que nos envuelve a nosotros.
Sebastián termina de limpiar mis heridas y colocarme las vendas. Se ve aún muy pensativo.
-Jenny. –le llama Sebastián. –Por favor ve a tu cuarto. María, no dejes sola a Jenny. Si algo ocurre ¿Puedes venir a avisarnos?
-Está bien. Vamos Jenny. –le dice la niña y Jenny y ella se van.
Me siento en la cama.
-Es muy tierna esa niña. Me preocupa que esté muy apegada a Jenny. –le digo.
Sebastián se sienta en la cama a mi lado.
-Michel, el día que Henry murió tú estabas aquí en mi casa con Jenny. Yo llegué con Henry y luego él se fue a su casa. –me dice pensativo. –Lo que quiero decir con esto es que Henry nos dijo que estábamos más propensos a que pasara cualquier cosa si estábamos juntos. –él se me queda mirando.
Que no me vaya a decir lo que estoy pensando.
-Así que tratemos de no estar juntos cuando esté Jenny. –me suelta.
Siento algo de alivio. Y ahora me doy cuenta que me aterra la idea de separarme de él más que cualquier cosa. ¿Por qué escondo lo que siento por él si es tan evidente? Debería dejarme ya de jueguitos y decírselo todo. Decirle que me ha gustado desde que lo conocí. Pero hay algo que no me deja hacerlo. Ni siquiera debería de estar pensando en esto, sino en lo que nos dijo Henry.
-Necesitamos ayuda espiritual. –le digo.
-¿Conoces a alguien? –me pregunta mirándome de reojo.
-No. –pero puedo conseguir a alguien experto sobre ese tema.
Él ahoga un suspiro.
-Bien. Ahora que sabemos que el tercer médium es Jenny y que nos buscan espíritus malignos exactamente por estar sujetos a una conexión, me siento como en una película de terror. Pero no entiendo por qué a Henry. –me dice con la mirada perdida.
-Seguramente porque Henry era una parte muy importante para nosotros.
-No puedo creerlo. Siento que todo es mi culpa. –se tumba en la cama y se tapa la cara con las manos.
-No es tu culpa Sebastián. Ni Jenny, ni tú ni yo tenemos culpa de ser médiums y de estar atrapados en una cosa como esta.
-Tienes razón, pero es frustrante. –me dice quitándose las manos de la cara.
Miro sus hermosos ojos oscuros.
-Lo sé, pero hay que salir de esto.
-¿Cómo es que siempre te muestras tan fuerte ante todo? –me pregunta evaluándome.
-Ya tú deberías haberlo aprendido. –me levanto de la cama y me pongo mi chaqueta gris.
Sebastián se para frente a mí y alza una ceja.
-¿Ya te vas? –me pregunta con desanimo.
-Creo que sí. –me limito a contestarle.
-No quiero que estés sola en tu casa después de esto.
-Estaré bien. –salgo de su cuarto y bajo las escaleras hasta la sala.
-¿Te sientes bien? –me pregunta. –Estás extraña.
La verdad es que me siento extraña, pero no sé por qué.
-Siento que todo esto está pasando muy rápido. –le digo sin pensar.
Sebastián avanza a mí y aparta un mechón de pelo de mi cara. Me mira fijamente.
-Estamos juntos en esto. –me dice.
La puerta de una de las habitaciones de la sala se abre y sale Karina con la mano en la cabeza.
-Michel ¿Todavía estás aquí? –asiento y ella se dirige a nosotros.
-No recuerdo cuando me quedé dormida. –nos dice y mira la hora en el reloj que está en la sala. –Es tarde y ni siquiera he hecho el almuerzo. –se ve muy somnolienta y tiene unas ojeras muy grandes. Aún se ve su cara mallugada marcada por los moretones. –Debe ser el cansancio. No pude dormir nada anoche ¿En dónde está Jenny?
-Está en su cuarto. –le responde Sebastián evidentemente tenso.
Le lanzo una mirada de “disimula pendejo”.
-Bueno iré a hacer el almuerzo. Michel, quédate a almorzar.
-Sí Michel, quédate a almorzar. –me dice Sebastián alzándome las cejas.
-Bueno gracias. –les respondo con una sonrisa.
El almuerzo fue normal y la tarde siguió su curso normal también. El día siguió estando nublado. Al caer las cinco de la tarde Sebastián me trajo a mi casa y se despidió con un abrazo que arrancaba todo de mí. El simple hecho de estar a mi lado me hacía fuerte, me hacía capaz de cualquier cosa, y no quería que eso se terminara. Para distraer mi mente me puse a estudiar y releer algunas cosas. Pero que va, no consigo estabilizar mis pensamientos.