Sentí mi corazón dar un vuelco en el pecho, el estómago se me contrajo horriblemente y mis ojos se abrieron grande. Tenía miedo de avanzar, tenía miedo de encontrarme con una realidad que aún no podía siquiera pensar en asimilar. Mucho menos en aceptar. Aún así luego de tragar saliva me dirigí a paso lento e inseguro en dirección a la sala.
Las voces iban haciéndose cada vez más claras y la fea sensación en mi pecho aumentaba con cada paso que daba. Y los vi. Medio dándome las espaldas, sentados sobre el sofá, Nahuel estaba conversando con una mujer de cabellos rubios, quien poseía un delicado perfil. Dos tazas de café humeantes yacían sobre la mesa ratonera dándome a entender que hacía ya un rato habían llegado.
— ¿Nahuel? — dije absorto sin siquiera parpadear y él ladeó rápidamente su cabeza para verme — ¿Qué? ¿Quién es ella? ¿Qué hace aquí? — las preguntas me salieron un tanto atropelladas olvidandome siquiera de saludar. Al diablo los modales, yo solo quería que me aclarasen ésta situación.
Y no voy a negarlo, esperaba que sólo fuera un malentendido una tonta idea de mi cabeza que me dijera que esa mujer no era nadie en especial. Pero...
-— Oh, hola Boris — me saludó animadamente levantándose de su lugar aunque se notaba que intentaba ocultar su nerviosismo — Ella es Sabrina.
— ¿Cómo estás Boris? — le interrumpió al ponerse de pie al su lado — He oído hablar mucho de tí, es un gusto poder conocerte finalmente — me sonrió cálidamente, pero yo permanecí serio. Con el ceño un poco contraído volví a fijar mi vista en mi padrastro quien se encogió de hombros en respuesta.
¡Qué mierda significaba esto! ¿Desde cuándo mi padrastro se permite invitar mujeres a casa? Demonios, quería golpear a alguien.
—Vaya supuse que serías un lindo chico pero no pensé que lo fueras tanto — quiso sonar agradable impidiéndo que se formase un crudo silencio en el ambiente, río mientras rodeaba el sofá para pararse frente de mí.
Nunca me había caído tan mal un cumplido como ahora, tuve que contenerme para no comenzar a insultarla. No sé de donde saque tanto autocontrol. Me aclare la garganta.
— Yo...no sé qué decir
Realmente si sabía, es solo que no podía simplemente atacarla solo porque estaba hirviendo de celos, aún quedaba algo de cordura en mí. Nos miramos mutuamente, pude notar su delgadez y sus grandes ojos verdes que no dejaban de traspasarme intensamente.
Ella tenía puesto un vestido corto de color rojo que le resaltaba la figura. Quise reír pero amargamente. Ayer hubiese estado seguro que ella jamás podría gustarle a mi padrastro no poniéndose ropa de ese estilo, pero ahora ya no podía tener esa certeza. Maldición...
— Boris — su voz me trajo nuevamente a la realidad. Me removí un poco en mi lugar cuando lo ví caminar hacia nosotros — Te había enviado un mensaje hoy y no respondiste nada ¿Puedo saber por qué?
¿En serio iba a tocar ese tema ahora? ¿Estaba loco o qué? Aunque de todas formas esa pregunta suya se responde sola, solo basta con mirar a la mujer a su lado y ya. Si, quizás me había olvidado de contestarle pero en gran parte fue porque todavía no sabía cómo tomarme todo este asunto de su supuesta relación.
— Por favor Nahuel, Boris acaba de llegar a casa no lo atosigues con preguntas innecesarias — dijo ella abrazándose a su brazo, atrayendolo hacia su delgado cuerpo mientras mantenía una sonrisa brillante en su rostro. Y eso terminó por empeorar todo. Ya no pude más. Me avalance hacia ella separandolos bruscamente sin importarme nada.
— ¡No toques a Nahuel! — exclamé dedicandole una mirada de advertencia por si se le ocurría volver a hacer algo como eso.
— ¡Boris! — se interpuso en medio creyendo que yo continuaria atacandola — ¡¿Qué te sucede?!
— ¿De verdad me lo estás preguntando? — solté notablemente molesto e indignado — ¿Crees que no se lo que pasa aquí?
Ví cómo mi padrastro abría la boca aturdido, y por su lado la tal Sabrina apretaba los labios a la vez que ladeaba el rostro hacia un costado afligida. Chasquee la lengua, ésta situación se había desbordado más de lo que imaginé. Si ella tan solo hubiese dejado sus desagradables manos lejos de mi padrastro nada de esto hubiese pasado. Le dirigí una última mirada a Nahuel antes de darme la vuelta para salir corriendo de allí.
Escuché que él me llamaba pero hice oídos sordos tan solo abrí la puerta y me fuí. No iba a ser tan hipócrita fingiendo sonrisa con esa mujer ¡Qué se vayan al diablo los dos!