Habían pasado dos meses desde que Sara alejó a Sigfrid de mí, hechando por tierra nuestra tan linda amistad. Pero el mismo Sigfrid tiene gran parte de la culpa por ser tan mente cerrada. En cambio mi amistad con Shinki fue creciendo cada vez más, al punto de contarle todo volviendose así mi confidente.
Esa tarde mi padrastro, que estuvo actuando extraño últimamente, me pidió que me fuese donde quiera ya que él tenía una reunión de trabajo muy importante. Al llamar a Shinki para pedirle que nos veamos, me dijo que tenía trabajo acumulado por lo tanto no podría verme hoy.
Al salir pensaba en lo que haría cuando descubrí que me había olvidado las llaves de auto. Las dejé en mi escritorio. Tuve que volver por ellas. En verdad habría sido mejor no hacerlo. Al volver las encontré donde las había dejado, pero escuché por el alta voz gemidos venir de la oficina de mi padrastro.
Mi corazón empezó a latir como un tambor a medida que oía aquello. Apreté los labios con fuerza cuando escuché la voz de Nahuel decir:
—Ah...Sergio....te amo...ah...
— Y yo a tí Nahuel, no tienes idea cuánto te amo....mi vida.
— No me....vuelvas a dejar...ah...por favor....ah....
— Nunca más, de echo prefiero compartirte que perderte Nahuel.
Apagué aquello para darles privacidad sin saber por qué, luego tomé las llaves y me fuí corriendo. Subí al auto y sin poder más lloré amargamente. Me sentía usado, dolido, vacío, un verdadero idiota.
¿Qué fué de mi vida durante todo éste tiempo? ¿Qué demonios estuve haciendo? Me dejé caer sobre el volante del auto y dí rienda suelta a todo mi dolor.
Mientras lloraba recordé a Sara a quien amé con intensidad, pero dejé que mi padrastro me separe de ella tan estúpidamente. Sin embargo lo que ella me hizo es imperdonable. Nunca volvería a hablerle siquiera.
Todo atisbo de amor hacia ella que una vez hubo en mí murió, más aún al ser la hija de aquel que me estaba arrebatando lo más importante que tenía.
Pero repentinamente la imagen de Maxi invadió mi mente, él también me llegó a amar y yo, como un auténtico idiota le dí la espalda. Alguien tan misterioso y atractivo como él se fijó en un estúpido como yo. Debí morir aquellas veces en que me dispararon. ¿Por qué demonios me salve?
— Maxi — susurré al tiempo que me controlaba y me quitaba las lágrimas de mi rostro.
De nada sirve lamentarlo, arrenque y me fuí de allí. Sin darme cuenta llegué al bar de siempre. Respiré profundo y bajé. Necesitaba espabilarme.
Elegí una mesa sola y alejada de miradas indiscretas. Pedí una botella de cerveza, planeaba beber hasta perder el sentido, a ver si ésta vez tenía suerte y al conducir borracho me mataba de una maldita vez por todas
¿Hasta cuándo tendría que seguir sufriendo por éste maldito amor? ¿Hasta cuándo?
Iba por más de la mitad de la botella cuando Maxi se presentó ante mí, como si lo hubiese llamado con el pensamiento. Estaba allí parado frente mío, mirándome con preocupación.
— ¿Qué quieres Maxi? ¿Darme otro sermón sobre lo mal que está mi relación con mi padrastro?
— Boris
— Tranquilo Maxi, esa relación acabó y ésta vez es para siempre. Dilo, dime lo estúpido que fuí. Anda.
Maxi me quitó la botella y se sentó frente de mi. Aquello me indignó.
—¡Hey! ¡Devuelvemela!
— Anda Boris, hablemos ¿qué sucedió?
— Como si les importara a ustedes.
— No pluralices, estoy solo.
— Si claro, y me lo creo y todo.
— Sigfrid y yo rompimos hace un mes ya — Aquello en verdad me sorprendió — Después de su cumpleaños fue, luego de lo sucedido con Sara a quien dejé de hablar definitivamente.
—¿Por qué hiciste eso Maxi? ¿Qué te importa a tí lo que suceda conmigo después de todo?
Él sonrió tristemente moviendo la cabeza de un lado para el otro. No entendía cómo Maxi no pudo enamorarme, en verdad es atractivo y misterioso. Teniéndolo allí frente mío, me sentí mucho más estúpido de lo que ya me sentía.
Él era tan hermoso, tan caballero y romántico que en verdad bien podría haberme enamorado locamente. Pero mi padrastro tuvo que intervenir arruinándome la vida, maldita sea. Te odio Nahuel.
— Aún no lo entiendes ¿eh...Boris? Nunca lo entendiste.
— Extraño los momentos en que solíamos compartirlo todo, podía confiar ciegamente en tí y tú en mí ¿Qué nos pasó Maxi?
— Tu obsesión por tu padrastro, eso nos pasó.
— No fue obsesión y lo sabes.
— Yo te sigo amando Boris, por eso no pude perdonar a Sigfrid lo que te hizo en su cumpleaños y tampoco a Sara.
Empecé a llorar a más no poder, oírlo decirme que me amaba me colmaba de dicha, ya que era el único que siempre lo hizo, pese a mi contínua indiferencia. Mi corazón sangraba y en verdad me estaba asifixiando.
Maxi me abrazó con suavidad y yo dí rienda suelta a mi dolor. No soportaba más aquello. En verdad quería morir. Cuando me calmé recién pude sincerarme con él, contándole todo.
— Sergio lo ama, nunca dejó de amarlo. No se por qué lo abandonó si solo vive para armar a Nahuel. Pero lo que me duele es que mi padrastro no fue sincero conmigo.
—¿Y qué harás ahora?
— Cortar la relación, pero ésta vez será para siempre.
— ¿Seguro?
— Maxi...ya no soporto más por dios ¿hasta cuándo tendré que desangrarme por éste amor?
— ¿Me darás una oportunidad?
Como respuesta me acerqué más a él y en ésta ocasión fuí yo quien lo besó. El pelinegro, de ojos dprados me rodeó con sus brazos pegándone a su cuerpo, mientras me respondía ese beso con otro más desesperado. Se notaba que estaba ávido de mí.
Cuando nos separamos un poco, lo miré a esos hermosos ojos dorados que brillaban como el sol mismo. ¿Cómo no amarlo por dios? Sentía que acababa de despertar de una profunda pesadilla y lo descubría por primera vez.
— Espero que tú me des una oportunidad a mí, mi amor.
— Boris, al fin de te das cuenta de lo loco que estoy por tí.
— ¿Y Sigfrid?
— Él siempre supo cuanto te amaba Boris, siempre. Incluso me costaba bastante estar con él en la intimidad.