El viernes se hizo esperar, nunca me había parecido que el tiempo pudiera estirarse tanto, pero sucedió. A pesar de estar ocupada con el trabajo y los planes a futuro, no podía dejar de pensar que sería aquello que Jimin tenía preparado para el fin de semana, cosa que terminó por convertir las horas en años luz. Pero, al fin había llegado el momento que tanto estuve deseando. A las siete de la tarde Jimin me iba a pasar a buscar por mi apartamento, bajo la estricta condición de que, esta vez, yo también tendría que salir de incógnito ya que íbamos hacia el aeropuerto Gimpo y no quería correr riesgos estúpidos. No le iba a negar la razón, aunque tuve que pedirle una mascarilla prestada porque las que tenía las había prendido fuego, literalmente. Jimin había pedido permiso en el trabajo para salir antes, yo había terminado mi trabajo a tiempo y lo había entregado completo. No existía nada más de lo que preocuparse durante el fin de semana. Ya tengo una maleta armada con todo lo que necesito, mi bolso de mano y, tal como Jimin me pidió, todos los documentos necesarios para viajar aunque, según me dijo, íbamos a viajar solos. Hasta que no pisé el aeropuerto, no entendí de qué estaba hablando.
Puntual, como suele ser, me llega el mensaje de texto para que baje y me encuentre con él. Sin mucha dilación tomo mis cosas, bajo lo más rápido que el ascensor me permite y encuentro el coche de Jimin aparcado enfrente. Sólo tuve que abrir la puerta para que me entrara un ataque de risa de manera automática. Parecíamos ninjas en una misión. Por un lado me estaba resultando divertido esto de andar de incógnito aunque, por el otro, me traía malos recuerdos
— ¿Qué es tan gracioso, eh? —Jimin me está clavando su mirada mientras me hace señas para que suba de una vez. No sé si está enojado o si se da cuenta de lo ridícula que me resulta la situación. Debajo de todo ese "disfraz" soy incapaz de notarlo.
— Nosotros somos lo gracioso, cariño. No puedo creer que tenga que usar esta cosa otra vez... —Le respondo mientras tiro de mi mascarilla con cara de fastidio. No sólo tuve que usar una mascarilla, también una gorra con visera y los lentes de sol —parecemos espías... o algo así —Continúo riéndome, mientras Jimin arranca el coche y sale hacia la calle.
— No es una mala manera de verlo, al menos así parece una aventura y no que estamos jugando al escondite —dice, mientras ríe dulcemente — Sólo será un ratito. Por cierto, no nos hemos saludado. Tu risa interrumpió el momento... —una mirada de reprobación, ficticia debo decir, salió desde su escondite cuando se bajó los lentes de sol para verme.
— Es verdad. Hola, cariño. ¡Te he extrañado mucho! No veía la hora de que llegara el viernes... —lo saludo mientras acaricio su mejilla suavemente con mis nudillos.
— También te he extrañado mucho y estaba esperando ansiosamente este día. Ya verás que lo vamos a pasar muy bien —con su mano libre aprieta mi rodilla, haciéndome cosquillas sin saber que ese es un punto débil para mí. Automáticamente quito su mano, luego de que mi pierna sufriera un espasmo — ¿Tienes cosquillas? ¿Justo allí?— se está riendo con ganas, después de mi reacción inconsciente.
— Si. No lo vayas a usar en mi contra —ahora soy yo quien se baja los lentes para darle una mirada asesina. Una vez que alguien descubre mi punto débil, me vuelve loca hasta que se aburre.
— Prometo que no lo haré —dice, extendiendo su dedo meñique para que enlace el mío con el suyo —Promesa de meñique...
El resto del viaje hasta el aeropuerto lo pasamos en silencio, dándonos miraditas por debajo de los vidrios de nuestros lentes de vez en cuando. Al llegar, aparcó su auto en un sector privado. Una vez los dos estamos fuera, me toma por la cintura y me conduce hacia una escalera mecánica que lleva directamente al sector VIP del aeropuerto. Hay algo de gente allí, nos miran con cara extraña mientras pasamos entre ellos. Parece mentira, pero llamamos más la atención así, que si fuéramos a cara descubierta. Sin soltarme de su agarre, seguimos avanzando hacia una de las pasarelas, donde una amable empleada pide nuestros documentos.
— Todo en orden, señor Park. Adelante, por favor —con la mano nos indica que continuemos nuestro camino —Que tengan un buen viaje —escucho a mis espaldas.
La pasarela desemboca directamente en un lujoso avión privado. «No puedo ser más estúpida. ¿Acaso creí que me iba a llevar en clase turista o qué?», pensé mientras observaba mis alrededores. Estoy tan estupefacta que no se me escapa una sola palabra. Por fin puedo salir del incógnito, dentro del avión nadie nos está mirando. Mientras me saco toda esa molestia de la cara, estoy totalmente inmersa en mis pensamientos.
— VICKY — Jimin me llama. « ¿Vicky? ¿Eso de dónde salió?», me deja pasmada en ese preciso momento —Ven, cariño. Siéntate y ponte cómoda.
— S-sí. Claro —no puedo articular más de dos palabras seguidas. Este avión es impresionante, es una casa voladora en lugar de una rodante.
Nos sentamos al lado de una de las ventanillas, en un sillón largo y mullido que tiene en frente una mesa de madera lustrada. Una aeromoza hace su aparición por la puerta corrediza del frente y se acerca a nosotros con una gran sonrisa en el rostro.
— Buenas noches, señor Park y señorita....
— Sólo dígame Victoria, por favor. Buenas noches —le respondo, devolviéndole la sonrisa.
— Buenas noches Suni, gusto en volver a verte —Jimin le hace una pequeña reverencia con la cabeza, en señal de saludo — ¿Podrías traernos por favor dos jugos de naranja frescos? Te lo agradecería mucho.
— Claro que sí. ¿Desean algo más? —Jimin me mira esperando mi respuesta, simplemente niego con la cabeza.
— No, gracias Suni. Dale mis saludos al capitán Bae, por favor — Suni se retira de nuestra vista, volviendo por dónde vino. Jimin me abraza por los hombros acercándome a él, mientras sigo sin reacción — ¿Estás bien, cariño? —acaricia con dulzura mi brazo, mientras me besa la frente.