Mason
Suelto una carcajada mientras Sarah me cuenta las cosas que hizo con Chad el fin de semana pasado. Al parecer lo había llevado a un nuevo restaurante de comida tailandesa y Chad había ordenado un platillo de fideos de arroz frito. Él se había imaginado que era arroz frito como el de la comida china, pero cuando se lo trajeron no era nada parecido. Literalmente eran fideos a base de arroz, por lo que le dijo al mesero que él no había pedido eso que se lo llevara y le trajera lo que había ordenado.
—No puedo creer que haya hecho eso —le digo entre risas. El estómago me duele de tanto reír. Me imagino la situación y la cara de Sarah y me es imposible no seguir riendo.
—Yo tampoco lo creí en el momento —menciona, avergonzada—. Tuve que explicarle a Chad que eran países diferentes y que la cocina no era la misma. Cuando me entendió se disculpó con el mesero y le dejamos una buena propina.
Me rio nuevamente al ver lo rojo en sus mejillas. Sarah me golpea en el costado como gesto de dar por terminado el tema cuando ve que Chad se acerca a nosotras.
—Hola, chicas —dice, sentándose junto a Sarah—. Hola, amor —le responde, dándole un corto beso en los labios. Hago una mueca de asco a modo de broma y Sarah ríe negando con la cabeza.
—Entonces Gin, ¿Qué has pensado? —pregunta Chad, por tercera vez en el día.
Suspiro. Han estado invitándome desde hace una semana a la fiesta que están organizando los chicos de la fraternidad de Chad.
—¿Si digo que sí, dejaran de molestarme? —pregunto, para este punto prefiero decir que si a seguir escuchándolos sobre cuán increíble son esas fiestas.
—¡Si! —chilla Sarah.
—No sé cuál es la insistencia en que vaya, ni siquiera estoy en una fraternidad, Chad —menciono. Y es verdad, Sarah ha tratado de hacer que me una a la fraternidad en la que ella está, pero honestamente no es algo que me llame la atención.
—No necesitas estar en una fraternidad para asistir a sus fiestas —menciona Chad, con el ceño fruncido.
—Bien, los veré en la noche —digo levantándome del césped. Si sigo escuchando sobre lo increíble que es estar en una fraternidad voy a explotar.
Me despido de ellos y camino hacia los dormitorios. Han pasado dos meses desde que llegué a California. Me he acoplado bastante bien al entorno, el único problema que tengo es Alice. Desde el incidente con el chico que encontré en la habitación está furiosa conmigo, a la fecha no hablamos, se la pasa todo el tiempo con sus amigos o leyendo sus mangas. No le he dicho nada a Sarah porque no quiero preocuparla por una estupidez como esta. Sobre el chico “Mason” lo he visto un par de veces en el campus, la mayor parte de ellas con Chad y Sarah. Cuando están con él los evito con la excusa de tener cosas que hacer. He querido preguntarles de dónde lo conocen, pero no me atrevo. Como dije, no quiero causar problemas.
*
Dentro de la fraternidad los chicos bailan divertidos mientras sostienen un vaso con lo que parece ser alcohol. «Típica fiesta universitaria». Me abro paso entre la multitud, caminando detrás a Sarah. El ambiente no es malo, el único problema es que siento demasiado calor a pesar de haber traído una blusa de tirantes.
—Iremos por unas bebidas —me dice Sarah, acercándoseme al oído.
Asiento y continúo caminando de tras de ella. La sonrisa en su rostro indica que está emocionada. Me gusta verla sonreír, los últimos meses en Phoenix lloraba todo el tiempo y realmente odiaba eso. Así que trato de mantener una sonrisa y empujo mis incomodidades fuera, aunque sea solo por esta noche.
—¡Quédate cerca! Y no recibas bebidas de nadie que no seamos Sarah y yo —me grita Chad, debido al fuerte volumen de la música.
Agarro la mano de Sarah y continuamos caminando entre la multitud. La mayoría de las personas están sumergidas en sus asuntos, ríen, bailan y beben despreocupados de la vida. Como si su único problema fuera quien puede ingerir más alcohol.
El repentino chillido de un micrófono suena en la habitación y el volumen de la música baja. El ruido me hice dar un respingo, busco rápidamente de dónde proviene el sonido. En medio de las escaleras hay un chico sosteniendo un micrófono. Se lleva este a los labios y habla:
—¡Bienvenidos a la fiesta del año! —los bitores y chiflidos llenan la habitación tras escucharlo hablar—. Me llamo Tyler y soy el líder de la fraternidad —sonríe coqueto a las chicas que están cerca de la escalera, y estas chillan emocionadas—. Yo pongo las reglas, así que escuchen. Primero, nada de tocar a las señoritas sin su consentimiento. Segundo, si rompen algo tendrán que pagarlo —menciona serio y los chicos lo abuchean—. Tercero, cerca de las bebidas hay un tarro grande con gorritos para fiesta, si saben a lo que me refiero —dice, guiñando el ojo divertido y todos los chicos en la sala ríen—. Por último, ¡Vamos a divertirnos! —grita y el volumen de la música vuelve a elevarse.
Cuando por fin llegamos a la mesa de bebidas Chad nos sirve un par de tragos. Observo el contenido del vaso, dudosa y Sarah me hace una seña indicando que puedo beberlo. Le doy un gran trago y mientras el líquido amargo desciende por mi garganta echo un vistazo a mi alrededor. Hay parejas besándose por todos lados, «este lugar parece más una orgía que una fiesta». Doy otro trago a mi vaso, el sabor amargo invade mis papilas gustativas haciéndome hacer una ligera mueca. Tres vasos después me encuentro deambulando por la casa en busca de un baño. En la primera planta el baño está ocupado y por los sonidos que vienen de adentro parece que no van a salir pronto, por lo que decido subir a la segunda planta. A simple vista parece una casa normal. Al llegar al final de la escalera comienzo a deambular por los pasillos, hay varias puertas cerradas lo que indica que están ocupadas. Todas se parecen entre sí, ¿Cómo diablos saben cuál es su habitación? En los dormitorios de las chicas las habitaciones tienen números para diferenciarse. Continúo merodeando por los pasillos en busca del baño, pero no logro encontrarlo. Resignada, regreso hacia las escaleras, antes de doblar al final del pasillo escucho cómo una de las puertas se abre. De esta salen varias personas y comienzan a caminar hacia el final del pasillo guardando algo en sus bolsillos. Puedo deducir que es por la manera tan apresurada en que lo hacen. La última persona en salir, tras cerrar la puerta se gira hacia mi dirección.
Editado: 21.10.2021