Amor involuntario

Capítulo Seis.

La cabaña en el lago

 

Los rayos del sol que entran por la ventana, golpean mi rostro haciendo que me remueva incómoda dentro de la cama. Abro los ojos y miro a mi alrededor. Mason duerme tranquilo, abrazando la almohada que nos separa. Extiendo mi mano hacia la mesita a mi izquierda en busca de mi celular. Observo la hora, nueve quince. Me levanto de la cama y me dirijo al baño. Después de orinar y lavar mi rostro regreso a la habitación en busca de mi crema facial. Abro mi maleta, saco una muda de ropa y mi crema y aplico un poco sobre mi rostro. Volteo hacia la cama. Mason sigue durmiendo.

Camino hasta la silla junto al armario y agarro el sostén que deje ayer en la noche, me quito la blusa y los pantalones del pijama y me coloco el sostén. Me coloco rápidamente la blusa y antes de continuar con los pantalones escucho una risita detrás de mí. Volteo rápidamente.

—Linda ropa interior —menciona Mason, incorporándose en la cama—. Siempre he pensado que eres de usar ropa interior sexy, pero ya veo que no.

Lo fulmino con la mirada. ¿Qué tiene de malo usar pantaletas? Observo mis bragas amarillas. Son cómodas y sostienen todo en su lugar.

—Odio las tangas —digo colocándome los pantalones—. Son incómodas y no sostienen nada.

—¿Por eso usas bragas de abuelita? —se levanta de la cama y camina hacia donde estoy.

Su torso desnudo permite apreciar completamente los músculos de su cuerpo. Solo lleva puesto un bóxer de licra, el cual deja a la vista su gloria matutina. Aparto la mirada sintiendo mis mejillas arder. «¡Dios mío!»

—No son de abuelita. Además, quien dice que las pantaletas no son sexis. A la fecha nadie me ha dicho algo sobre mis bragas.

La sonrisa burlona en su rostro desaparece sustituyéndola por una mirada seria. Bueno no es como que muchos las hayan visto. La única persona que las ha visto es mi exnovio Charlie y él nunca se quejó.

—No decían nada porque les interesaba más otra cosa —susurra en mi oído, con voz seria.

—Sí bueno, a mí también me interesaba otra cosa —menciono dando un paso atrás.

El contacto de su aliento con mi oído me hace estremecer. Su mirada se torna fría y se separa de mí. Su mandíbula se tensa y frunce el ceño. El ambiente se vuelve tenso y no sé por qué. La risa de Sarah se filtra a través de la puerta y después se oye la risa de Chad. Se han despertado. Su expresión se suaviza al escucharlos.

—Iré a preparar el desayuno —menciono rodeándolo.

Salgo lo más rápido que puedo de ahí. «¿Qué ha sido eso?». Me dirijo a la cocina despejando mis pensamientos. Abro el refrigerador y dentro de este encuentro bastante comida. Al final me decido por preparar panqueques y tocino. Preparo la mezcla y vierto la masa sobre el sartén en forma de pequeños círculos. Mason aún no ha salido de su habitación y Sarah y Chad al parecer se han despertado animados, puesto que después de las risas de esta mañana comencé a escuchar pequeños gemidos salir de la habitación. Despejo mi mente. Necesito un lugar donde mantener los panqueques calientes. En cuanto encuentro uno prosigo con el tocino. Pongo el tocino sobre la sartén y mientras este se cocina pongo agua dentro de la cafetera. Alguien carraspea detrás de mí asustándome como el infierno.

—¿Qué huele tan delicioso?

Me giro. Mason está recargado en la entrada de la cocina aun sin camisa, mirándome divertido. Me quedo paralizada, después de unos segundos me recobro y hablo:

—Hice panqueques con tocino. ¿Tienes hambre? —digo girándome hacia la estufa.

—Suena muy bien.

—Podrías pasarme un par de platos para servir, por favor.

Abre un cajón, saca algunos platos y los deja a mi lado. La cafetera suena indicando que el agua está lista.

—¿Quieres café o té? —pregunta abriendo la alacena.

En este preciso momento necesito una gran taza de café. Necesito espabilar con urgencia y dejar de pensar en el perfecto torso de Mason.

—Café por favor —respondo sirviendo los panqueques en los platos junto a algunas rebanadas de tocino. Huele delicioso.

—Un café a la orden —dice tomando un par de tazas de la alacena.

Pongo los platos sobre la barra y me dirijo hacia el refrigerador en busca del jarabe de arce que vi hace un rato. Me giro hacia la barra y Mason me está esperando, sentado. Me subo sobre uno de los bancos quedando frente a él.

—¿Dormiste bien? —pregunta vertiendo jarabe de arce sobre sus panqueques.

Asiento sin mirarlo, ¿Por qué no puedo verlo a la cara?

—Sí. Tú qué tal dormiste —respondo probando una rebanada de tocino. Sabe delicioso.

—Excelente. No estoy acostumbrado a dormir con alguien a mi lado, pero dormí muy bien Gin.

Levanto la mirada hacia él. ¿Cómo así que no está acostumbrado a dormir con alguien más? Se escucha como abren la puerta del cuarto de Chad y por esta salen los dos tortolitos riendo.

—¿Qué es eso que huele tan bien? —pregunta Chad, parándose detrás de Mason.




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