Amor involuntario

Te quiero

Capítulo XII

 

Mason ha estado de mal humor desde que anoche, le he comentado que hoy debo regresar a mi dormitorio y no le ha agradado la idea. Por fin han terminado de reparar las regaderas de las chicas, lo que quiere decir que ya no tengo ningún motivo para quedarme en su departamento. Mi maleta está hecha desde ayer, lo único que estoy esperando es a que Sarah termine de armar su maleta. Arrastro mi maleta fuera de la habitación de Mason y la dejo cerca de la entrada para poder salir en cuanto llegue el taxi.

—¿Te irás sin despedirte? —preguntan. Es Mason.

Está recargado en el marco de la puerta del baño y lleva solo una toalla blanca, esta le envuelve la parte inferior del cuerpo por lo que tengo una vista excelente de su torso. Se ve tan jodidamente sexy. Muerdo mi labio inferior coqueta.

—Aún no me voy —respondo.

Mason camina hasta la entrada de su habitación y me hace una seña para acompañarlo. Dudo por un momento, Sarah y Chad tienen la puerta abierta de su habitación. Niego con la cabeza. No quiero que el último día de mi estancia aquí descubran lo nuestro. Mason rueda los ojos y se adentra en su habitación. Cinco minutos después, Mason abre la puerta de su habitación, camina hasta dónde estoy y me arrastra al interior de la cocina.

—¿Qué estás haciendo? —murmuro echando un vistazo a la habitación de Chad—. Nos van a descubrir.

Me atrae hacia él rodeándome con sus largos brazos, acaricia mi mejilla y deposita un rápido, pero gentil beso sobre mis labios. Me separo inmediatamente y observo a mi alrededor, nada. Sarah y Chad siguen en su habitación.

—¡Te has vuelto loco! —le susurro.

—Sí, me he vuelto loco —murmura depositando pequeños besos sobre mi cuello—. Da la casualidad de que mi novia dejará de quedarse conmigo y eso me está volviendo loco.

—Mason —digo tratando de separarme de su agarre, lo cual me resulta difícil—. Ya hablamos sobre eso.

Mason gruñe ante mi respuesta. Sé que no está feliz con que regrese a los dormitorios, pero si queremos seguir manteniendo esto en secreto, tengo que hacerlo, de lo contrario comenzaremos a levantar sospechas. Me besa por última vez en los labios y nos separamos. Justo a tiempo, ya que Sarah y Chad están saliendo de su habitación.

—¿Estás lista, Gin? —pregunta Sarah desde la sala.

—Sí, estoy lista —respondo saliendo de la cocina.

—Bien. Ya nos vamos amor, te llamaré en cuanto esté en mi habitación —le dice Sarah a Chad.

Este la atrae hacia él y le planta un sonoro beso. Ruedo los ojos. Están actuando como si Sarah jamás fuera a volver al departamento.

—Si saben que no se están separando para vivir en ciudades diferentes, ¿verdad? —digo caminando hacia mi maleta.

—Ya veremos si sigues diciendo lo mismo cuando te enamores, Gin —menciona Chad arrastrando la maleta de Sarah hasta la puerta.

Doy una mirada rápida a Mason, tiene el ceño fruncido por el comentario de Chad. Rio bajito. Tomo mi maleta y abro la puerta del apartamento. El taxi que he pedido está llegando.

—Sarah, el taxi que pedí ya llegó —menciono arrastrando mi maleta fuera del departamento.

—Les dije que yo las llevaría —gruñe Mason acercándose hasta la puerta.

Sé por qué quiere llevarnos y no es buena idea. Es por eso que he llamado un taxi mientras él se duchaba.

—Y yo te dije que no es necesario. Anda Sarah tenemos que irnos.

Después de despedirnos los chicos nos ayudaron a llevar las maletas hasta el taxi. Sarah se despidió de Chad con un beso y nos adentramos en el auto. Quince minutos después ambas estábamos en los dormitorios.

*

Un mes después

El olor a comida invade mis fosas nasales al adentrarme en la cafetería, camino hasta la mesa dónde se encuentran sentados los chicos, dejo mis cosas y me dirijo a ordenar algo. Acabo de terminar mi último examen y estoy devastada, siento que el examen ha consumido toda mi energía. Llegado mi turno le digo a la señora detrás del comedor que ponerle a mi plato, cinco minutos después estoy de regreso en la mesa con los chicos. Tomo asiento entre Sarah y Mason y me dispongo a comer.

—Te ves fatal, Gin —menciona Chad llevándose una papa frita a la boca.

—No solo me veo, también me siento así —me encojo de hombros—. El profesor Crowell nos ha aplicado el examen más difícil de la vida.

—¿Tanto así? —pregunta Sarah.

—Solo diez personas han entregado el examen completo.

—¿Te ha faltado tiempo? —pregunta Chad

—No, si lo entregué completo. Me siento así porque no dormí mucho, me desvelé estudiando —suspiro—. Necesito tener buenas calificaciones si voy a solicitar una beca.

—¿Vas a solicitar una beca? —pregunta Mason mirándome preocupado—. ¿Necesitas dinero?

—Sí, Mason, necesito dinero. Tengo que seguir pagando la colegiatura y mi estancia en los dormitorios —explico.




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