Amor o codicia

Capítulo 25.

Valeria creía que el enojo de su hermano con Adrián desaparecería pronto y que le daría una oportunidad. Y como fue. Dos semanas después de la graduación, los chicos entraron en una relación. Juliana no dijo nada y los señores Villanueva tampoco. Ellos creyeron que por fin su hijo se fijó en una chica y por eso lo dejaban salir mucho con Valeria pero cuando se enteraron de que Flavio era su pareja, no les quedó de otra más que aceptar el hecho. No es que no amaran a su hijo, por supuesto que sí, y lo apoyaban en todo, pero aún tenían la esperanza de que todo fuera “pasajero” y que se enamorara de una chica, más que nada porque los abuelos de Adrián y la gente con la que se juntaban estaban criados a la antigua y veían mal a su hijo. Pero al joven no le importaban y los mandaba al carajo y sus padres, aunque no del todo conformes, lo apoyaban y le decían que no se desanimara por escuchar tanta gente criticona.

A Flavio también le valía la crítica, estaba acostumbrado a ella y no le importaba, y aunque había gente que le decía que no existía la homofobia en pleno siglo XXI, él les contestaba que estaban equivocados. Vicente le prohibió estrictamente a su hermanastro volver a llevar a su novio a la mansión. Flavio se molestó y quiso reclamarle que él sí usaba su habitación, la oficina o el baño como “nidito de amor” con su hermana pero se mordió la lengua, después de todo era su casa y supuestamente él no sabía nada. A Valeria también le explicó la situación de por qué ya no iría su amigo y la chica estuvo conforme.

Aparte de ese inconveniente, Flavio estaba tan feliz con su relación que se sentía cada vez peor al ver a Valeria. Su hermana también estaba enamorada, incluso más que él de Adrián, y verla con un constante temor y llevando su relación con Vicente a escondidas, lo hacía sentir desanimado y, en parte, culpable, así que una tarde decidió hablar con su madre y contarle todo, a pesar de que haber hablado fue un terrible error que lo hizo pasar a Valeria mucho peor de lo que imaginó.

—Mamá. —Entró al cuarto de su madre una tarde calurosa; entrecerró la puerta y Juliana, que se encontraba depilándose la ceja, volteó a verlo con curiosidad—. Debemos hablar.

—¿Qué pasa, Flavio? —Dejó las pinzas y el espejo en su tocador y se acercó a él.

En ese momento, Vicente, que pasó por ahí para dirigirse a la habitación de Valeria, escuchó algo que hizo que se detuviera por completo.

—Es acerca de Valeria… y de Vicente.

El joven hombre tragó grueso y se acercó con cuidado de no hacer ningún ruido. Se colocó al lado de la puerta y ayudó que no estaba abierta totalmente, pues así ninguno de los dos lo vio. Imaginó que Flavio se había enterado de su relación y que le diría a su madre para obligarlos a separarse.

—¿Qué pasa con ellos?

—Amm, bueno, ¿cómo explicarlo? Es que… bueno, es que… mamá, yo… Valeria…

—¡Flavio!

—Mami, Valeria está enamorada de Vicente —soltó al fin.

Vicente sintió su corazón palpitar con fuerza, las manos comenzaron a sudarle e incluso pensó en entrar en ese momento, pero mejor decidió quedarse donde estaba para escuchar el resto.

—¿Qué? —Alzó una ceja—. ¡Qué clase de cosas dices!

—Mamá, es verdad.

—No te creo.

—Pero es cierto.

—¿Y por qué tu hermana no me ha dicho nada?

—No sé por qué no se atreve, tal vez tiene miedo de tu reacción.

—Flavio, estás confundido, Valeria no está enamorada de Vicente, solo es una gran actriz y por eso parece que sí lo ama.

Vicente se quedó en shock, ¿qué estaba diciendo?

—No, mamá —Flavio continuó—, ella lo ama de verdad, me lo ha dicho, sí lo quiere y no quiere seguir con esto.

—Flavio, Flavio. —Negó con la cabeza—. ¿Acaso no diferencias una actuación de la realidad…?

— No es actuado, mamá, ella lo quiere, en verdad. —Pasó una mano por su cabello.

—Flavio, nosotros únicamente queremos la mansión de ese hombre, no a él, tu hermana lo tiene muy en claro, y una vez que lo consiga y corramos a Vicente, voy a presentarle al hijo del matrimonio Limón, es un joven muy agraciado y de buenas ideas.

—¡Mamá, no me estás escuchando…!

Vicente se alejó de ahí sin escuchar más. Sintió su corazón oprimirse y las manos le comenzaron a temblar. Una gran tristeza y desilusión se apoderaron de él, se sentía completamente vacío y traicionado. No supo ni cómo pero caminó hasta la habitación de Valeria y, una vez allí, se recargó en la pared. La chica, que se encontraba recostada en su cama usando su laptop, volteó a verlo y le sonrió pero ese gesto desapareció en seguida.

—¿Qué tienes, mi amor? —Preguntó preocupada. Se veía más pálido que de costumbre y parecía que le costaba respirar bien.

—No me llames así —dijo con tono endurecido.

—Pero… ¿Por qué? —Se levantó—. ¿Qué tienes? —Hizo el intento de acercarse pero él la detuvo con un gesto.

—Me equivoqué contigo, eres igual de falsa e interesada que tu madre.

Valeria de inmediato supo que él se había enterado de todo, no sabía cómo pero lo hizo, y eso oprimió su corazón.




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