¿amor o Justicia?: ¿qué buscas?

4. Conociendo la frustración

La mañana del domingo transcurrió con todas durmiendo, recuperando las energías gastadas durante la noche. Por la tarde, habíamos decidido ir unas horas a la costa y despejarnos, para después poder empezar una buena semana.

Y allí nos encontrábamos, las cuatro sentadas sobre el césped a un lado de un pequeño faro que, suponía, en algún momento había funcionado, pero que ahora se notaba abandonado. Amaba la paz que había, no podía explicar la sensación que causaba en mi cuerpo el sonido de agua correr, lograba una tranquilidad dentro de mí que no podía ser causada por nada más.

— ¡Mamá, me robó mi caramelo! —Un chillón grito se escuchó a unos metros de nosotros, haciéndome rodar los ojos.

La paz que momentos atrás había estado festejando en mi mente se esfumó por completo con la llegada de dos niños junto a sus padres, hacía ya una media hora. No odiaba a los niños, simplemente me molestaba que fueran tan malditamente insoportables como aquellos dos que, desde el momento en que se habían bajado de aquél auto gris, habían comenzado a discutir por tonterías y sus finas voces ya estaban colmando mi casi inexistente paciencia.

— ¡Es mentira! —Gritó en contestación el pequeño, corriendo tras su hermana.

— ¿Así son todos? —Preguntó Zoe en voz baja, mirando con horror hacia los mocosos que habían aparecido robándonos la calma.

Claro que los miraría de esa forma, aquél niño parecía ser la piel de judas. Además de que su experiencia con esos pequeños seres era nula, ya que al ser hija única y no haber tenido primos cerca, jamás tuvo contacto con ellos.

En cambio yo, tenía cuatro hermanos menores, sin contar todos los niños que había en el resto de mi familia, que por cierto era enorme. Mi experiencia con ellos había comenzado a la edad de casi tres años, cuando mi hermano —el que me seguía— había llegado al mundo.

— A veces. —Contesté encogiéndome de hombros, mientras observaba como el pequeño demonio tiraba al suelo la muñeca de su hermana y su madre lo regañaba, aunque él mucha importancia no le daba.

Negué con la cabeza, si hubiera sido mi hijo…

— Definitivamente no quiero tener hijos, me quedo con los perros. —Declaró ella.

— Igual, no todos son así. —Dijo Amy, girándose para mirarla.

Quité mi vista de la familia cuando el padre le dio un tirón de pelo y el niño se largó a llorar, insoportable.

Un prolongado silencio se formó entre nosotras, por lo que aproveché el momento para observar las olas que había debajo del pequeño acantilado en el que estábamos.

Este era un buen lugar para traer un libro, sentarse contra el faro y ponerse a leer, estaría por horas sin darme cuenta del tiempo. Me prometí hacerlo alguna vez, mientras sentía la brisa chocar contra mi rostro. Cerré mis ojos por un momento, disfrutando el no estar escuchando más a aquellos niños, hasta que fui interrumpida por un fuerte jalón en mi brazo.

— Mira. —Murmuró Julls a mi lado, haciéndome una seña con la cabeza para que mirara hacia la estrecha calle que había a unos cincuenta metros de nostras.

Hice una mueca de dolor y froté mi brazo, llevando los ojos al lugar que me señalaba.

— Oh, genial. —Mascullé.

Allí, a un lado del camino, había dos chicos cruzados de brazos, observando a su alrededor, como si estuvieran buscando algo en especial. Pero eso no era lo preocupante, claro que no, sino que se trataba de los chicos de la noche anterior.

— ¿Qué sucede? —Preguntó Amy, notando nuestras miradas hacia un punto en especial.

— Son ellos. —Se limitó a contestar Julls; por mi parte, me mantuve en silencio, observando cómo charlaban entre ellos.

Y entonces, la mirada del rubio se clavó en donde nosotras nos encontrábamos, haciéndome quitar la vista de allí.

— El rubio mira hacia aquí, no vean. —Murmuró Zoe, al parecer ya no teniendo la misma valentía de la noche anterior. Ella podía verlos tranquilamente sin tener que moverse, en cambio el resto de nosotras debíamos al menos girar un poco el cuello.

— Y bien, ¿qué pasa? —Le preguntó Julls inquieta, ella era la única que estaba dándoles la espalda por completo.

Zoe negó con la cabeza y siguió mirándolos.

— Están hablando con alguien, parece un hombre pero no alcanzo a ver bien. —Relató.

— ¿Cómo que no alcanzas a ver bien? —Inquirí, irritada por no poder darme la vuelta y ver con mis propios ojos lo que sucedía.

— No sé, tiene capucha y está de espalda. —Contestó, luego rodó los ojos y nos observó. — ¿Por qué es tan importante lo que hacen? —Su pregunta me dejó muda, no debía importarnos lo que ellos hicieran, deberíamos comenzar a no ser tan curiosas, pero eso... Eso no iba con nosotras.

— ¿No es obvio? Estoy aburrida y no hay nada más interesante aquí, además de ver el mar, claro. —Respondí, a lo que las otras dos asintieron de acuerdo.



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En el texto hay: accion, amor, amistad

Editado: 14.03.2019

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