-¡Tres meses ya pasaron!, ¿Dónde está mi esposa?- grito Joaquín enardecido en la oficina del nuevo Almirante acompañado de su suegro
-Entiendo su molestia pero debo pedirle que baje su tono y volumen de voz, mis hombres están buscando a la señora arduamente, si tan solo contáramos con más información- respondió el almirante
-Investiguen al pirata Juan Salinas, fue recluso en el fuerte de San Juan, yo mismo lo aprisione pero hace un par de años escapo- dijo Rigoberto afligido
-¿Por qué ese pirata en específico, que tiene él que ver con mi esposa?- pregunto intrigado Joaquín
-Ya antes ese filibustero secuestro a mi hija- respondió
-¿Cómo? ¿Y hasta ahora me dice eso? – dijo el almirante molesto mientras salía precipitadamente de su oficina para llamar a uno de sus soldados.
-Suegro ¿Por qué no dijo esto antes?- dijo Joaquín muy consternado mirando a los ojos a su suegro quien lucía aterrado
-Tuve miedo- respondió Rigoberto mientras se llevaba las manos a la cara – Cometí muchos errores en mi vida y lo sigo haciendo- suspiro
-¡Carajo!- grito el almirante mientras ingresaba a su oficina
-¡Qué pasó almirante!- exclamo Joaquín inquieto
-El pirata ese ahora es corsario al servicio de los ingleses, no podemos hacer nada en contra de él por la situación tensa que existe entre la corona inglesa y la española- explico el almirante
-¿Cómo?, pero entonces ¿Qué quiere ese hombre con mi mujer?- respondió Joaquín alterado
-¿Cree que ese hombre pueda lastimar a su hija? Puedo hablar con los ingleses alegando… -
-Haga lo que tenga que hacer para traer a mi hija de vuelta, ese hombre es un peligro- interrumpió Rigoberto
>> ¡Tres meses lejos de mis hijos, deben estar sufriendo! ¡Ahhh y yo, dividida entre estar con el amor de mi vida o volver a esa casa por mis hijos! <<
-Una moneda por tus pensamientos- dijo Juan sacando a Ana de sus pensamientos
-No te va gustar saberlo- respondió entristecida
-¿Tus hijos?- dijo algo molesto Juan
-Sí, estar contigo estos meses y en esta hermosa isla fue maravilloso pero entiende, no puedo vivir sin mis hijos- dijo apacible
-¿Entonces me dejaras a mí?- pregunto seriamente Juan
-No, podemos encontrar la forma de vernos- respondió Ana ilusionada
-¿A escondidas? ¿Cómo amantes?- pregunto molesto
-Ssi, no es lo ideal lo sé, pero entiéndeme, no quiero dejarte, te llore años, no quiero sepárame de ti otra vez pero también están mis hijos, son pequeños y me necesitan – explico Ana
-¿Y tu esposo?- pregunto Juan
- No te preocupes, ya te dije que no visita mi alcoba hace mucho tiempo – respondió Ana –solo me interesa ver a mis hijos, puedo estar unos meses e inventar un viaje después y vernos- añadió Ana esperanzada.
-Compartirte, no tenerte completamente para mí – dijo Juan molesto mientras le daba la espalda a Ana.
Ella se acercó a él abrazándolo por la espalda, apoyando su cabeza en su hombro con sus manos sobre su abdomen, Juan un poco reticente a un principio comenzó a aflojarse, tomando gentilmente las manos de Ana las cuales las separo de su cuerpo para voltear, parado frente a ella se inclinó para besar su frente y abrazarla.
-¡Esta bien, acepto tu solución!, por ahora- susurro Juan
-¡Gracias mi amor!- respondió Ana contenta mientras lo abrazaba con todas sus fuerzas
-Prométeme que siempre volverás a mí- continuo Juan
-Nuestro amor es como el mar, tan profundo y tan poderoso, aquí y en la otra vida siempre estaremos juntos- respondió Ana apasionadamente, Juan sonrió al escuchar aquello y no dejaba de contemplar a su amada, el corazón de Ana se llenó de felicidad al ver de nuevo esa hermosa sonrisa en el rostro de Juan
-Te amo- suspiro Juan tomando a Ana de la cintura apoyándola sobre su cuerpo para besarla despacio y tiernamente.
Después de unos días Ana y Juan se despidieron, con mucho dolor Juan dejo a Ana en una Isla muy cerca de centro américa donde allí ella pudiese tomar un barco mercante para volver a México y así lo hizo, Juan desde su barco veía a su amada alejarse.
-¿Alguna noticia de mi hija?- preguntaba Rigoberto al almirante quien estaba parado en a puerta de su casa
-De hecho sí, me enviaron un telegrama, vieron a su hija subir a un barco en Costa Rica-
-¿Sola o …?- preguntó intrigado
-Sola, un grupo de soldados de Costa Rica están escoltando el barco, no se preocupe-
-¡Gracias Almirante!- respondió contento mientras estrechaban sus manos para despedirse.
-¿Quién era Don Rigoberto?- pregunto Joaquín
- ¡Buenas noticias, hijo, encontraron a Ana en Costa Rica, ya llegara en un par de días, sana y salva!- respondió contento
-¿Mami ya viene?- gritaron los niños entusiasmados
-Si- dijo Joaquín dubitativo mientras los niños corrían alegremente gritando por toda la casa
-Pareces algo confundido, hijo- dijo Rigoberto
- Hay algo que no entiendo- respondió Joaquín muy intrigado
-¿Qué es?- dijo Rigoberto algo indiferente
-¿Quién es ese pirata que dijo usted que la había secuestrado?, ¿Cómo supo que fue él, y como la encontraron en tan poco tiempo si según el Almirante debían pedir permiso primero a los ingleses?- cuestiono Joaquín muy intranquilo
- Es un delincuente, ya no pienses en eso - dijo Rigoberto restándole importancia
-Pero…- trato de continuar Joaquín
-¡Olvídalo!, tu esposa ya viene, eso es lo único importante- interrumpió Rigoberto algo perturbado e inmediatamente se fue para evitar aquel interrogatorio, dejando a Joaquín muy inquieto.
Al arribar a Vera Cruz unos días después Ana se sintió muy confundida, miro a su alrededor algo melancólica, bajo del barco pensando en muchas cosas, pensamientos que fueron disipados cuando a lo lejos escucho los gritos de sus pequeños hijos que corrían entusiasmados hacia ella, Ana también corría contenta a su encuentro, fundiéndose un fuerte abrazo.