Una buena fiesta.
Andrés
David me tomó del cabello y jaló de mi cabeza fuertemente hacia atrás para darme a beber directamente de la botella de tequila que habíamos ordenado, sentí como el líquido bajaba por mi garganta quemando todo a su paso, bebí hasta que le hice una seña a mi amigo para que parara, ya que la quemazón se hizo insoportable y no me permitió ingerir más.
Estando en aquel parque, recibí una invitación de David para la inauguración de la discoteca de su hermano y que mejor forma de ahogar todos los sentimientos que con una buena ingesta de alcohol en una buena fiesta.
Nos dejaron pasar sin problema, por la simple razón de que David es hermano del dueño del establecimiento.
La estancia se sentía jodidamente caliente pese a que el aire acondicionado estaba en su mínima temperatura, había un mar de personas que no paraban de bailar al son de una mala mezcla de reggaetón y electrónica.
Una chica tomó mi mano y empezó a guiarme entre la gente, llevándome hasta la pista de baile.
Quería que bailáramos.
La chica empezó a moverse demasiado cerca de mi cuerpo y empecé a seguir su ritmo a pasos torpes debido a lo extremadamente ebrio que estoy.
En mi cabeza, nadie hacía los mejores pasos que yo y era el rey de la fiesta, pero sabía que era otro ebrio más que a duras penas podía mantenerse erguido.
Y la sensación era perfecta.
Me alejé de la chica cuando me sentí completamente sudado y acalorado, necesitaba un trago.
Llegué hasta la barra y me planté al lado de David, quien inmediatamente me pasó un vaso con algún tipo de brebaje preparado por el bartender. Tomé un trago, tenía demasiado alcohol y un toque dulce, en mi estado nisiquiera un refresco sabía mejor que esto.
Es delicioso, refrescante, revitalizante.
En estos momentos, lo de Edith me está valiendo un saco de mierda.
Si este lugar era el infierno, con un carajo, ahí quería quedarme.
–Esto sí que es un reventón de los buenos. –habla David.
–Y que lo digas.
–Carajo, me alegra que por fin hayas querido dejar el puesto de santo para darle paso al demonio. –dice y golpea mi hombro.
Emito una carcajada.
–Pero entonces es muy santo de tu parte no hacerle caso a ninguna chica, normalmente bailas hasta no más. –le digo.
–Tienes razón cabrón, la pelirroja de ahí no está mal.
Sin decir otra palabra camina en dirección a la chica que lleva un buen rato mirándolo.
***
Tres y treinta Am, me digo mentalmente mientras veo la hora en mi celular lleno de mensajes de Edith y otros más de papá quien también me ha llamado.
Me limito a enviarle un mensaje a papá diciéndole que estoy bien, apago el móvil y sigo mirando la desierta carretera.
La fiesta ha estado buena pero ya no me apetecía seguir ahí, necesito un lugar silencioso y tranquilo, tomando en cuenta que tengo un maldito diseño en mi mente que necesito plasmar en alguna hoja de la libreta que se encuentra en los asientos de la parte trasera de mi auto.
Quito una mano del volante para tomar la botella de ron y beber de ella.
Estoy conduciendo y no sé exactamente a donde ir, solo sé que a casa no iré.
Amelie
La mañana del día de hoy es muy fresca y excelente para salir a correr.
Termino de beber el té que queda en mi taza y procedo a lavarla, terminado esto, me coloco los tenis y salgo de la casa.
Hoy desperté temprano, suelo salir a correr cuando necesito liberar el estrés y hoy es uno de esos días. He tenido una semana complicada debido al asunto de mis padres.
Posiblemente deba viajar para acudir a una cita con una psicóloga para que según lo que diga, decidan con quien debería estar.
Miro el reloj en mi mano y veo que apenas son las seis de la mañana.
Eso explica que no haya nadie transitando por aquí y es muy obvio, al fin y al cabo es sábado.
Sigo corriendo sin un rumbo fijo –cabe destacar– pero supongo que no saber a dónde ir, lo hace todo más divertido.
Sin darme cuenta he empezado a adentrarme en el camino que lleva al lago del pueblo, un lugar muy bonito y poco transcurrido.
Detengo mi anda al ver un jeep negro aparcado a unos metros del lago.
Comienzo a observar el lugar sin divisar al posible dueño.
El auto se me hace familiar, pero no se me ocurre de quién pueda ser.
Me resulta extraño el hecho de que haya alguien por aquí tan temprano.
–Tal vez has visto la jeep en documentales de secuestros, sal corriendo ya de aquí.
–¿Eh?
–Digo que si te parece extraño ver un auto tan temprano por aquí y siendo este un lugar muy poco transcurrido, nada bueno será.
Una persona normal le haría caso a su conciencia, en mi caso la mía está bastante jodida y por ello la ignoro casi siempre.
Doy dos pasos en dirección al auto.
–¿Y si se trata de un narco que espera o pasa la mercancía por aquí? ¿Y si te ven y te secuestran por andar de metiche? No quiero dejar de existir tan joven, huye.
Sonrío.
–No seas cobarde. –le digo.
Me acerco a pasos lentos a la jeep y aún no veo al posible dueño.
Doy otro vistazo a los alrededores y sigo sin ver a nadie cerca y me dispongo a observar en el interior del vehículo.
–No lo hagas tonta.
En uno de los asientos de la parte trasera, logro visualizar una página con un dibujo en ella.
–La vidagena le dicen.
Parece ser un ojo con una lágrima saliendo de él y la pupila es un corazón roto, esto perfectamente dibujado.