Amor salado

Capítulo 13

Resaca y tormento.

 

Amelie

 

Voy de camino a casa y no puedo dejar de pensar en que Andrés descubrió la infidelidad de su novia.

Ex novia. –me reprende la doñita.

Cuando me lo contó no pude evitar sentirme incómoda, debido a que ya lo sabía y me sentí mal por él.

Pero a ver, se embriaga por una chica que no vale la pena –y lo digo porque no hace falta conocerla mucho para darse cuenta de ello– eso sí es de pendejos.

Está enamorado, es normal.

¿Y? ¿Por estar enamorado debe hacer eso?

Por eso digo que el amor es algo tonto, te hace perder el tiempo, te hace sufrir y hacer tonterías.

Tal vez tenga sus momentos bonitos, pero esos pasan.

Y por eso me mantendré lo más lejos posible de eso.

Ajá.

Mi teléfono empieza a vibrar anunciando una llamada entrante, la cual contesto al instante.

–Hello beby. –habla la voz a través de la llamada.

–Hola Ray. –contesto animadamente.

–¿Estás en tu casa? Voy de camino.

–Voy llegando, te espero.

–Vale, nos vemos.

Cuelga la llamada y me dedico a pensar en lo loca que se pondrá cuando sepa la noticia.

Vale, tal vez no debería contarlo. Pero es mi mejor amiga y pues no se puede hacer nada contra eso.

De igual forma todo el mundo sabrá que terminaron.

Llego a casa finalmente y me apresuro a entrar en ella.

Estando en la cocina, diviso a mi abuela preparando el desayuno, llego a su lado y coloco mi mentón en su hombro.

–Empanadas, que rico. –exclamo.

–Es correcto.

–Vendrá Raychell. –informo con la intención de que agregue un plato más a la mesa.

Es obvio que Raychell querrá desayunar, en donde vea algo comestible se une. Su estómago es como un pozo sin fondo, come y come sin llenarse. Y la muy condenada tiene un cuerpazo de infarto a pesar de que come como nadie, pues no engorda.

–Está bien cariño, ve a ducharte, hueles raro. –dice extrañada.

Me separo de ella y procedo a oler mi suéter y si es cierto, apesto a sudor combinado con alcohol.

Gracias Andrés, ahora tengo el desagradable olor del alcohol por tu culpa.

Subo a mi habitación y procedo a ducharme.

Treinta minutos más tarde…

–Amy, ¿te fuiste por la tubería acaso?

Sonrío, Raychell ha llegado ya.

–Ya salgo.

–Rápido, ví empanadas y ya tengo hambre.

Lo sabía.

–Vale, vale. –digo mientras rio.

Entre un buen karaoke bajo la ducha, se me ha pasado el tiempo.

Salgo rápidamente y procedo a vestirme, una vez arreglada salgo y veo a mi amiga sentada en la silla de mi escritorio con el teléfono a mano.

Al verme solo rueda los ojos y dice:

–Por fin, muero de hambre.

–Hola a ti también. –digo divertida.

–Vamos ya. –dice y me toma del brazo.

Nos sentamos en la mesa junto a mis abuelos quienes conversan amenamente sobre temas triviales.

Raychell devora sus empanadas como si no hubiera un mañana, mientras hace unas caras divertidas mientras come.

Terminamos y Ray me ayuda a levantar los platos y a llevarlos al fregador, ahí ambas empezamos a lavarlos.

–Te vas a morir con la noticia que tengo. –canturreo.

–Cuenta, cuenta. –pide emocionada.

Chismosas. –dice la metiche doñita.

No somos chismosas, solo nos entretiene, más no nos gusta. –me defiendo.

 

 

Andrés

 

Me encuentro tirado en mi cama con un dolor de cabeza terrible.

Embriagarse hasta los huevos no es una buena idea, más si es la primera vez que te embriagas.

He bebido anteriormente como cualquiera, pero jamás me había embriagado, siempre cuidaba que eso no pasara.

Esta vez no tuve control ni límites.

Papá me vio llegar así, me ayudo a recostarme y me dijo que iría a la farmacia por algún analgésico.

No puedo creer que haya hecho esto y por una chica.

Pátetico. –dice mi lado razonal.

Y eso soy, porque ella no lo valía.

Pero que se puede hacer contra un dolor tan fuerte como lo es el de una traición y el saber que nunca me quiso, que solo me usó, cuando yo dí todo por ella.

Cuando en verdad la amaba.

Me remuevo en la cama al sentir unas tremendas ganas de vomitar.

Rápidamente corro hacia el baño y ahí es donde la consecuencia de embriagarse sale de mi organismo arcada tras arcada.

Maldita la hora en la que se me ocurrió la pésima idea de tomar.

Maldita resaca.

Maldita Edith.

Escucho la voz de mi papá y es entonces cuando me levanto, lavo mi cara y mis dientes.

Levanto mi vista al espejo y diablos, pero que espanto.

Me veo terrible.

Definitivamente no volveré a tomar de esa manera, no es para mí.

Salgo del baño y papá me espera con una bandeja que carga un plato con mi desayuno, un vaso de jugo, otro de agua y un par de píldoras.

–Luego de desayunar te tomas las pastillas, ¿vale?

Asiento.

–Gracias.

Se me hace muy raro el hecho de que ande tan tranquilo viéndome en este estado.

Esperaría preguntas y un sermón de su parte al saber todo, pero ha sido lo contrario.

Aunque agradezco eso.

Luego de desayunar a duras penas, introduzco las píldoras en mi boca junto a un trago de agua y procedo a tragar.

–Después hablaremos de lo que pasó, por ahora descansa. –dice mientras me da unas palmaditas en el hombro.

Sale de la habitación sin decir nada más y yo vuelvo al baño, me doy una ducha, me pongo ropa cómoda y finalmente voy a la cama e intento dormir.




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