Medias distintas.
Amelie
Raychell abre los ojos como platos.
–¡Oh my God! Entonces los vió, literalmente vió lo mismo que nosotras, solo que en un local distinto.
Lo de Edith y Abraham no es algo nuevo para nosotras, pero el hecho de que Andrés ya lo sepa, sí.
Y no esperábamos que lo supiera tan pronto.
Nos encontramos en mi habitación conversando –chismeando más bien–, con una película de fondo, la cual no estamos viendo y un montón de comida chatarra.
Nunca ví a Raychell tan concentrada como hoy, justo cuando le contaba todo estaba tan atenta escuchando.
–Bastante chismosa la niña.
–Aún no supero que te lo hayas encontrado en ese estado. –vuelve a hablar mi amiga y esta vez en tono burlón.
–Sabes, ahora recuerdo que ví un dibujo en su auto, era muy lindo. Imagino que lo hizo él y si eso es cierto, tiene talento. –comento.
Frunce el ceño, mientras toma un trozo de pizza.
–Valla, quien lo diría.
–¿Crees que esté bien?
–Esta pizza está más que bien.
Acto seguido, le lanzo una almohada que le da justo en la cara y estallo en carcajadas.
–¡Oye! Pudo haberse caído mi ahijada de bodas y ¿sabes que significaría eso?
–¿Qué? ¿Ahijada? –consigo decir a duras penas, ya que la risa es incontrolable.
–Soy madrina de la boda de mi estómago con cualquier cosa comestible, en este caso la pizza es la novia. Si se hubiese caído, el trozo no hubiese llegado al estómago y esté pudo haberse quedado sin boda.
Lo dice tan seria, como si se tratara de algo realmente serio e importante, que mis carcajadas incrementan, me rio tanto que mi barriga empieza a doler.
–Oye no te rías, esto es serio. –Me devuelve la almohada la cual atrapo a tiempo. –eso hubiese sido lo peor que me puede pasar.
–Nunca entenderé tu exagerado amor por la comida, te pasas. –le digo aún entre risas más calmadas.
Ella ríe un poco y luego se acuesta a mi lado.
–¿Y de qué hablabas exactamente si no era de mi pizza? ¿Por quién preguntabas?
–Andrés, me pregunto cómo estará. Eso lo afectó bastante por lo que noté.
Raychell se reacomoda, se sostiene poniendo sus codos sobre la cama y sus manos sostienen su cara y me mira fijamente.
–A ver señorita Montoya, ¿por qué tanta preocupación hacia el joven Díaz? –pregunta picarona y ya sé por dónde viene esto.
Y realmente ni yo sé porque esta preocupación hacia él.
–Raychell, no me gusta Andrés. –le digo rodando los ojos.
Levanta una ceja y sonríe a boca cerrada.
–No he dicho que te guste, pero si tú misma lo mencionas, pues deja mucho que pensar.
–A ver, me preocupa es cierto. Pero porque lo que le hicieron no lo merece nadie y el menos, se ve que es un buen chico. Es solo eso, ¿vale?
Y espero que sea solo eso, por mi bien eso espero.
–Vaaaleee. –responde alargando la palabra.
Solo me limito a soltar un bufido y cerrar los ojos.
…
Pasar la tarde con Raychell ha sido un relajante para todos los problemas que cargo encima.
Ella ya se ha ido.
Ahora me encuentro tirada en la cama con el móvil en la mano, leyendo los mensajes de mamá.
19:07
Llamada perdida de mamá.
19:15
Hija.
19:30
Amelie Dianeth, contéstame.
19:50
El día que vas a hablar con la psicóloga,
más te vale dejarle en claro que es conmigo con quién debes estar.
Tu padre no puede ganar tu custodia.
La dejo en visto.
A pesar de que no le he contado nada a Ray sobre la trifulca intensificada de mis padres, su compañía me distrajo y me hizo sentir mejor.
De verdad agradezco tener su amistad.
Inesperadamente la pantalla del móvil se ilumina debido a una llamada entrante de papá, la cual contesto de prisa.
–Mi princesa hermosa. –habla con voz melosa.
–Papá –respondo con emoción.
–¿Cómo estás?
–Bien papá ¿y tú?
–Bien corazón. ¿Cómo están tus abuelos? ¿Cómo te va en el nuevo colegio? ¿Tienes amigos ya?
Papá me llena de mil interrogantes a las cuales contesto todas.
–Hija, estoy haciendo lo posible para quedarme con tu custodia ¿de acuerdo?
Hago silencio porque sé que si hablo, el nudo que se ha formado en mi garganta se soltará.
–¿Hija? ¿Sigues ahí?
–Promete que estaré contigo y no con mamá. –digo con la voz rota a punto de llorar.
–Te lo prometo mi niña.
–Papá, ya es tarde y debo dormir.
–Claro, que tengas una linda noche, que Dios te bendiga siempre y duermas bien. Te amo princesa, no lo olvides.
–Y yo a ti papá.
Cuelgo la llamada e inmediatamente empiezo a llorar.
Lloro porque extraño a mi familia, la hermosa familia que éramos.
Extraño ver el amor que se tenían mis padres y que compartían conmigo.
Extraño la felicidad que nos rodeaba estando juntos.
Extraño a la excelente mamá que solía tener, la que me llenaba de amor, comprensión y me preparaba mi cheescake favorito.
Extraño a esa mamá dedicada a su familia.
Pero eso jamás volverá.
La de ahora solo quiere hacerle la vida imposible a mi padre, a mí solo me quiere como un arma para usar contra él, estoy segura de que nisiquiera quiere hacerse cargo de mí y solo está peleando mi custodia para fastidiarlo y en caso de ganar, tener una victoria sobre él.
Mi padre en cambio, sigue siendo la misma persona.
Un ser maravilloso, amoroso, paciente y lleno de todo lo bueno.