Hemit.
Odio al estúpido enano; odio la estúpida sonrisa que me dedica cuando estoy ''entrenando'' pues desde que él dijo que debíamos entrenar bajo la supervisión de sus amigos, supe que su fin era molestarme.
Me encontraba practicando boxeo, al principio fue algo difícil, pero pude entender cómo debía hacerlo, gracias a algunos vídeos que vi en YouTube.
— No soy tonta, estúpido enano —expresé al mismo tiempo que lanzaba patadas y puñetazos al saco de boxeo.
— Calma Hemit, podrías lastimarte —habló Joel.
Tres hombres y dos mujeres incluyéndome, habíamos quedado en el grupo que entregaría bajo la supervisión de él.
Juanpa y Dhina habían quedado en el otro grupo que entrenaba con Sander.
— Creí que podríamos ser amigo, pero ahora entiendo que me odias.
— No te odio, Hemit.
— ¿No? ¿Y entonces cuál es el motivo por el que me castigas?
— Solo sigo órdenes de…
— Del estúpido amigo que tienes.
— Tengo dos amigos.
— No debes fingir, sabes perfectamente que hablo del enano.
— No es tan pequeño, tú lo aventajas por escasos centímetros.
— Soy más alta que él.
— ¿Te imaginas a una niña parecida a ti y que tenga el color de los ojos de Bernard?
— No digas tonterías, entre el enano y yo nunca pasará nada.
— Nunca digas…
— No termines esa frase o te golpearé.
— Está bien, no diré nada más.
— Hay algo que sí quiero que me digas.
— ¿Qué?
— ¿Por cuánto tiempo más entrenaremos? Han pasado tres semanas desde que iniciamos el estúpido entrenamiento. Mi cuerpo está adolorido.
— Eso quiere decir que los ejercicios están haciendo efecto en tu cuerpo. Tu trasero y tus piernas están más tonificadas —expresó Joel.
— Estoy de acuerdo con eso —escuché y esa era la voz del enano.
Lo miré y me dedicó la misma sonrisa malévola que me había dedicado durante las semanas que habían pasado.
— ¿Tú qué haces aquí? Deberías estar con tu cámara, fotografiando a cualquiera de tus modelos.
— Solo vine a darte una buena noticia, pero como estás de mal humor, regresaré más tarde.
— ¡Alto ahí, enano! —expresé cuando vi que dio media vuelta para salir.
Él giró y me miró. El desgraciado estaba sonriendo y debido a esa sonrisa su rostro se veía…
«Olvídalo Hemit, nada en su rostro debe parecerte lindo», pensé.
— ¿Qué noticia tienes para decir? —pregunté.
— Chicos acérquense —expresó él.
Los chicos quienes se encontraban practicando sentadillas, planchas y abdominales obedecieron.
— Les quería decir que su entrenamiento terminó. Mañana tendrán el día libre y por lo tanto las primeras tomas para la campaña publicitaria las empezaremos pasado mañana.
— Genial, hacer deportes no es lo mío —dijo la otra chica de nuestro grupo. Ella era una de las estudiantes de diseño de moda.
— Yo ya me estaba acostumbrando —expresó un joven quien era estudiante de ingeniería mecánica. Él estaba en el octavo semestre de ese programa. Lo sabía porque él se convirtió en mi compañero de entrenamiento.
— No puedo decir lo mismo —dije.
— ¿Qué te parece si salimos mañana? —preguntó él.
— La señorita Buitrago aún debe aprobar los ejercicios de abdominales —expresó el enano y salió.
Miré a Joel y él sonreía.
— ¿Está hablando en broma? —pregunté.
— Parece que está hablando seriamente —respondió.
Gruñí y después de tomar mi móvil, salí tras él.
Caminé por las instalaciones de la agencia, pero no lo encontraba ¿A dónde había ido?
Le pregunté a la mujer encargada de la recepción y ella me dijo que lo había visto salir.
Efectivamente estaba afuera y se disponía a abordar su automóvil.
— ¡Hey tú! —dije y él me miró y... ¿Sonrió?
El enano entró a su automóvil, pero yo fui rápida y corrí para subir antes de que se alejara.
Él pareció ignorar mi presencia y empezó a conducir.
— ¡Detén tu automóvil!
— Nadie te obligó a subir.
— Oye, detén el…
— Silencio, no quiero que me distraigas.