"Dos estrellas fugaces"
Oliver
La voz al otro lado de la línea se hizo más seria que nunca:
—Mira… sé que siempre digo lo mismo, pero de verdad no es mi intención hacerte sentir así…
Sentí el nudo en la garganta otra vez. Me recosté en la cama mientras apretaba el puente de mi nariz.
—Jessica, por favor… ambos sabemos que ir por ese rumbo solo nos lleva a una discusión en círculos que ya hemos repetido demasiadas veces. De verdad, si no estás dispuesta a entenderme…
Escuché cómo se alteró un poco y habló algo molesta.
—Es que no sé qué esperas de mí… yo te doy todo el tiempo que puedo y actúas como si no fuera así. Soy una persona ocupada y lo sabes…
Suspiré frustrado.
—Dices eso cuando te veo en redes sociales todo el tiempo… —traté de no alterarme más—. Me molesta que no me des un minuto de tu tiempo para saludarme en las mañanas, despedirte en las noches… Nadie está tan ocupado como para no responder un mensaje…
Su voz se levantó un poco más. Estaba empezando a enojarse y, a su vez, yo también. Me senté mientras escuchaba.
—Esto no es justo, Oliver… tú me pides que te entienda y no me entiendes a mí.
—¿Que no te entiendo? —de verdad me enojé y paré de golpe mientras levantaba la voz—. ¡Llevo medio año tratando de entenderte!... ¡Tratando de justificar tus acciones!... ¡No vengas a hacerte la víctima ahora porque no es así!
Escuché un bufido.
—¿¡Víctima yo!? —esto no estaba saliendo como planeaba—. ¡Tú eres el que se hace la víctima con todo el mundo diciendo que no te doy atención! ¡Y no, Oliver! ¡No eres una víctima, esto es una relación! ¡No me puedes culpar de todo solo porque es más fácil decirme a mí que estoy mal a aceptar que te guardas las cosas y te esperas hasta que estás harto de la situación!
Estallé.
—¿¡Y cómo carajo esperas que hable si me mandas a la fregada cuando trato de tener una conversación seria contigo, excusándote en que irás de compras en plena pandemia!?
El silencio se hizo largo, casi eterno. Ella no respondía y yo sentía que me hervía la sangre del enojo. Estaba parado, a la defensiva, con el ceño fruncido. Pero no escuchaba nada.
—Yo trato de arreglar esto, Oliver —se escuchaba su voz suave, incluso algo dolida. Ese tono apagó mi enojo—. Pero simplemente no me dejas… te aíslas tanto en tu propia percepción que no me dejas cambiarla. Sé que he estado distante… pero tampoco te has detenido a pensar en lo que estoy pasando yo...
Tragué saliva.
—Jess… —suspiré profundo y volví a sentarme—. No me gusta llegar a este punto… tal vez… necesitamos vernos un día, estar juntos…
Sentí un apretón en el pecho. Había expresado mal mis emociones. No pensé en qué diría ni qué solución daría, y eso me llevó a explotar. Debía reconocerlo.
—Lo que trato de decir es que quiero estar contigo… no, no me supe expresar y dije cosas que no… lo siento.
—Está bien, Oli… —se escuchó un suspiro y su voz se suavizó mientras me acostaba en la cama, mirando al techo—. No pasa nada... si quieres que nos veamos, acomodaré mi calendario e iré a verte… tal vez eso nos hace falta…
Sonreí ligeramente.
—Sí… ¿te parece si hablamos mañana de eso? No me siento bien para hablar más.
—Está bien… te quiero...
Suspiré profundamente.
—Y yo a ti…
Colgamos a los pocos minutos de eso. Mientras la euforia de las emociones se apaciguaba en mi interior, recordaba cómo éramos antes.
Dos estrellas fugaces, viéndonos en los descansos de la escuela, aunque fueran cinco minutos, cinco minutos que eran todo para mí en aquel entonces. Acompañarla a casa saliendo de la escuela, mientras me embriagaba con su risa y me saciaba con su sonrisa. Sonreí recordando cómo ella me miraba sentada en las gradas con sus amigas, mientras yo practicaba fútbol americano. Cómo choqué con el goalpost del equipo contrario, momento donde le saqué su primera risa.
Me congelé por un momento. Sí, todo era hermoso, pero teníamos 15 años. Ahora estábamos a punto de cumplir la mayoría de edad y las cosas eran abismalmente diferentes. Quería volver a ese presente, donde todo lo que había era un hermoso sentimiento lleno de velocidad.
Si tan solo supiera qué pasó, qué cambió y cuándo podría arreglarlo. Quería arreglarlo, pero cada que lo intentaba era como estar en un bucle, repetir el mismo patrón, pero sin risas que llegan hasta los ojos o sonrisas que incitan a ir más allá.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por cierta chica desconocida. Ahora que lo pienso, ni siquiera sé su nombre. Me senté en la cama, mirando la ventana, aunque desde esa perspectiva no lograba ver la suya. Sin darme cuenta, comparé a Jessica con ella. Ambas eran distintas, desde la personalidad hasta la apariencia. Pero extrañamente, la sonrisa de esa chica parecía brillar más que la de mi novia. Suspiré tratando de deshacerme de la idea y continuar con el día.
Pasaron los días. Acordé ver a Jessica en agosto, unos días antes de su cumpleaños, ya que iría a ver a sus abuelos después. Pero en este momento eso no tenía mi completa atención. Desde el lunes no había visto a la chica, de hecho, su cortina estaba cerrada. Para ser sincero, quería hablar con ella. No solo para contarle qué pasó con Jess, sino para saber cómo estaba. Tenía el presentimiento de que lo que vi esa tarde estaba relacionado con su repentina desaparición. Y, para empeorar mi preocupación —que extrañamente sentía por aquella desconocida—, no podía contactarla de otra forma.
Me asomaba a las seis de la tarde, durante una semana, todos los días, de forma inconsciente. Solo para saber si ella estaba bien.