"Un Concepto Complejo"
Oliver
El amor es un concepto complejo y distinto para cada persona. No digo que cualquier cosa a la que le pongas la etiqueta de amor lo sea.
Pero, mientras más crezco, empiezo a cuestionarme si la forma en que enseñan a amar sea la mejor. Por ejemplo:
Mis padres tuvieron un romance complicado. Mi padre es un alemán de familia influyente y, por temas de negocios, tuvo que venir a México, donde conoció a una estudiante de modas que estaba haciendo sus prácticas universitarias en la empresa de mi abuelo. Ninguno de los dos diría que fue amor a primera vista. Sin embargo, las circunstancias los orillaron a enamorarse y a pelear contra los prejuicios de todo el mundo para estar juntos, al punto que mi padre perdió contacto con su familia y, hasta la fecha, no les habla. ¿Qué sucedió para llegar a ese punto? No sé, nunca me quieren decir.
A lo que voy es que se me vendió la idea de que el amor está dispuesto a renunciar a todo y a pelear con todo con tal de existir. Y no está mal, después de todo, solo la persona puede decidir qué lo hace mejor.
Pero eso no quita el hecho de que haya veces que esa misma circunstancia pueda generar un daño peor en una relación. A fin de cuentas, somos humanos y, de cierta forma, estamos programados para buscar aprobación de nuestro entorno.
—Lo que me lleva al conflicto interno de si está bien seguir peleando por mi relación con Jess…
Escuché un suspiro en la otra línea de la llamada.
—Sinceramente no sé por qué me sigues pidiendo consejos… ni novia he tenido —solté una ligera risa ante el comentario de mi mejor amigo, Caín, un chico que conocí en una competencia de natación en Italia.
—Mira… yo opino que cuando empiezas a replantearte si está bien seguir en la relación, solo hay dos caminos… O terminas la relación por el bien de ambos, o la continúas sabiendo que las cosas no serán iguales jamás.
Solté un suspiro frustrado, dejándome caer en la cama.
—Eso no ayuda, ¿sabes?
—Lo sé, pero ambos son personas distintas desde que empezaron a salir… y no puedes pedirle a la vida que todo vuelva a ser como antes si ya no son los de antes —otra razón por la que lo quería y lo odiaba a la vez: siempre tenía la razón—. No digo que decidas ahora, pero al menos piénsalo...
Dejé salir el aire.
—Está bien, lo pensaré.
Hablamos de cosas vagas por una hora: Fórmula 1, las selecciones de fútbol. Nada relevante. A pesar de estar al otro lado del mundo, siempre encontrábamos un momento para hablar, aunque a veces era complicado entenderle con su acento italiano.
Estaba parado en mi ventana, mirando la ciudad con suma atención, mientras recordaba las palabras de la chica desconocida. Sonreí ligeramente. En ese momento noté algo de movimiento y levanté la mirada de las señoras que se jaloneaban el papel de baño en alguna calle del fraccionamiento.
Mis ojos la encontraron. De inmediato, la emoción y el alivio llenaron mi pecho y, sin siquiera poder controlar mi voz, dije:
—Hola… hace mucho no te veía.
Sonrió de una manera tan natural que el corazón se me calentó.
—Hola… sí, tienes razón. Ese día ya no pudimos hablar más. ¿Cómo estás?
—Bien, de hecho… bueno, algo intrigado por tu repentina desaparición, en realidad —las palabras se me salieron solas; en el nerviosismo, me aclaré la garganta—. Por cierto… estuve pensando esta semana y… me di cuenta de que no conozco tu nombre —comenté para desviar el hecho de que me había dado cuenta.
—No eres el único —sentí algo parecido a un escalofrío al ver cómo pasaba su cabello tras su oreja—. Soy Emily… ¿y tú?
No pude evitar sonreír.
—Bonito nombre… yo soy Oliver —me recargué en mi ventana tratando de simular mis emociones algo raras.
Las mejillas se le sonrojaron y lo único que provocó fue que mi estómago me diera cosquillas. Tal vez mi cumplido tuvo un efecto.
—Gracias… el tuyo también es lindo… —no lo negaré, me gustó provocar eso en ella. Espera ¿Qué estoy diciendo?
—Bueno… —me recargué aún más en la ventana, tratando de aventar mis pensamientos extraños de mí— ¿Qué prefieres hacer?... Pasaron muchas cosas esta semana y sigo intrigado por tu desaparición.
Se abrazó a sí misma y copió mi movimiento. En este punto ya no tenía caso ocultar que estuve esperando verla, aunque creo que no se dio cuenta.
—Bueno… sinceramente me gustaría hablar de qué ha pasado contigo… Ese día mencionaste que había pasado algo esa misma mañana, y antes de que pudiera… —noté algo de incomodidad en su rostro antes de seguir hablando— te llamó tu novia… por cierto, ¿cómo se llama?
Jessica. Sentí mi cara quedarse pasmada. Traté de ignorar el hecho de que me desilusionó un poco que decidiera empezar conmigo.
—Jessica… y sí, pasaron algunas cosas. Y si prefieres hablar de eso, está bien —me acomodé; era un caballero, y si ella prefería hablar de mí primero, no la presionaría—. Bueno, pues… después de nuestro primer encuentro, decidí hacer lo que me recomendaste: eso de ser cien por ciento honesto en una llamada. Y no te mentiré, me dejé llevar por mis emociones y le colgué antes de que hablara… después de eso me escribió por la mañana, diciendo que se había percatado de su error y que quería hablar, pero no me sentía de humor, así que le dije que habláramos después.
Asintió lentamente mientras se recargaba en su ventana. Esa simple acción me hizo sentir escuchado como hacía mucho, y me sentí feliz.
—Y supongo que eso pasó antes de que te llamara el lunes…
—Sí —hablé con calma—. Yo tenía la intención de arreglar las cosas, pero al final todo se salió de control y terminamos peleando —lo admito, una parte de mí se seguía aferrando a Jessica, aunque tal vez no fuera lo mejor ahora—. Pero al final llegamos a la conclusión de que solo necesitamos estar juntos un día, ya que hace mucho no lo hacemos. Así que la veré antes de su cumpleaños, en agosto.