Amor Sobre Polvo de Ladrillo

Dos años antes

Despierto en cuando la alarma anuncia el comienzo de un nuevo día y no uno cualquiera, hoy es mi casamiento. Giovacchino es el único que ha estado conmigo cuando más lo necesitaba, cuando mis padres se opusieron a que saliera de la ciudad en busca de mis sueños solo porque querían que me hiciera cargo de su gran imperio. Ahora, muy lejos de ellos, decidimos casarnos en Verona acompañados de nuestros amigos que pudimos recoger en cada viaje que hacíamos para participa en los torneos de tenis. A mis veintiún años creo haber encontrado el amor... Él no solo me acompaña desde hace cinco años a seguir cumpliendo mis sueños, también es el cable a tierra desde que me ven como la joven promesa y sin dejar de lado que es mi representante.

 

¿Cómo es que terminé enamorada de Giovacchino? Pues no lo sé. Nos conocemos de toda la vida, desde que tengo noción. Es mi mejor amigo, mi confidente, hemos compartido muchas cosas juntos, entre ellas corazones rotos. Cuando quise darme cuenta estábamos compartiendo mucho más que amistad y no supe como detenerlo, incluso logró entrar más allá de mi muralla protectora, es el único que lo ha pasado. No sé si la palabra enamorada es la correcta, pero le tengo mucho aprecio y la atracción de uno hacia el otro no lo podía negar, por lo que corría a nuestro favor. En resumen, mi vida depende de él desde que nos escapamos de la ciudad... La verdad fui yo la que me escapé, Giovacchino solo les dijo a sus padres que se iba conmigo a cumplir mis sueños y ellos no se lo impidieron. Hasta el día de hoy nos seguimos comunicando con ellos felicitándome por los partidos ganados.

 

Me levanto de la cama directo a la cocina. Los nervios que llevo desde hace unos días por este acontecimiento hace que pierda el apetito y hoy mi estómago amanece reclamando alimentarse, después podré darme la ducha. Este día lo anhelé desde el día que me lo propuso, no diría que fue el soñado porque siempre me imaginé que lo hiciera delante de miles de personas en una final de Roland Garros... En realidad esa escena se cuela en mis sueños más profundos pero es otra persona en que acapara el lugar de Giovacchino. ¿Será alguna señal de que en realidad éste no es el indicado? ¿El destino me tiene preparado otro hombre con quien compartir mi vida? Este ha aparecido de la nada después de que empezara a compartir algo más que la amistad haciendo que desapareciera con el tiempo, pensando que él fuese esa persona. Pero ahora lo dudo y temo que mi mente esté jugando conmigo y mis sentimientos.

 

Recuerdo la propuesta del que se le ocurrió hacer en la gran Torre Eiffel y mi reacción no pudo ser de otra manera. Sabía que aún era demasiado joven pero eso no hizo nada para acobardarme... No me pude resistir.

 

 

 

Caminamos abrazados entre la multitud de personas alrededor nuestro mientras el guía turístico nos señala cada lugar contado cada una de sus historias. Es todo un reto conocer la ciudad del amor, recordando ese antiguo sueño del que un hombre que no dejaba ver su rostro me proponía casamiento, algo tan real como lo fue también ilógico. Tendría que prestar más atención a los lugares maravillosos de la ciudad antes de comenzar mi primer grand slam, del que tanto me esforcé entrar desde la qualy. Y cerca de casa. Trato de jugar en todos los torneos que pueda inscribirme, pero solo en uno no he entrado: Roma, mi casa.

 

Cuando vuelvo a la realidad, nos encontramos en lo más alto de la torre y ni siquiera siento mis piernas cansadas o tal vez hay ascensores por lo que tampoco sentí esa adrenalina recorrer por todo mi cuerpo del que me asusta. El miedo a éste no es tanto a la que le tengo a la altura... Es muy lindo ver la ciudad desde lo más alto, pero es mucho peor sentir nauseas y mareos al saber que en cualquier mal movimiento puedo caer desde tantos metros de altura.

 

- Joven, ahora es su turno.- veo que el guía le habla en su idioma a Giovacchino y éste me mira con una sonrisa mientras se separa de mi lado en búsqueda de algo en su bolsillo.

 

- Cecilia, ¿Quieres casarte conmigo?- abro los ojos al ver que está arrodillado pero no siento la emoción que debería tener cuando una mujer debe expresar felicidad.

 

- Si, ¡Claro que si!- me arrodillo con él y me besa con esa emoción por lo que debía sentir yo.

 

No entiendo como es que he aceptado a algo que estaba dudando... Me pregunto si en verdad fui yo quien contestó o mi maldito subconsciente fue quien decidió por mí. No quiero herirle sus sentimientos, ya que ellos hacia mí son verdaderos y temo decir que los míos sean por costumbre. Lo último que quiero es lastimarlo y perder a la única persona que me hace recordar de donde vengo. Los aplausos me quitan de mis pensamientos, del que ni siquiera me daba cuenta que Giovacchino me besa apasionadamente y yo le respondo de igual manera. Esto debe ser un sueño o alguien ha entrado a mi cuerpo en contra de mi voluntad.

 

 

 

Ese día lo recuerdo como si hubiese sido ayer pero debo admitir que no me arrepiento de aceptarlo, desde ese momento se comporta como todo un caballero... Ese hombre que actúa como el príncipe azul de las películas de Disney y no pude negarme ante la tentación de tener a ese tipo de persona del que toda mujer desea en su vida. Hasta sentí que mi corazón reaccionaba de una manera extraña en su presencia, no sabría decir si en verdad lo estaba mirando con otros ojos y eso lo descubrí cuando pasaba mis días de entrenamiento con mis pensamientos en él, aún estando a un lado viéndome. Por ello me he llevado por unos días grandes moretones en las piernas y brazos, con lo que podía cubrir con vestimentas de manga larga.



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En el texto hay: suenos, amor, discapacidad

Editado: 01.06.2018

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