Capítulo ocho: La explicación de Severus

El niño llegó a donde estaban las niñas y las saludó a ambas y a Lily la abrazó. Calynn no se pudo resistir más y empezó a llorar y ambos chicos se sobresaltaron y trataron de tranquilizarla, pero era imposible.

—¡Nunca los creí capaces de hacerme eso, de torturarme! —dijo Calynn entre sollozos.

Sus dos amigos se miraron.

—¿Te torturaron? —preguntaron los dos chicos al mismo tiempo.

—¿Nos puedes explicar qué te han hecho? —dijo Lily casi llorando.

Calynn contó todo lo sucedido y cuando relató que su madre le había lanzado un hechizo llamado Crucio el chico de pelo grasiento la interrumpió.

—¿Te refieres a la maldición Cruciatus? —le preguntó el niño.

Calynn no entendía a lo que se refería y se quedó callada.

—Es una maldición que te provoca un dolor insoportable en todo el cuerpo, como si te quemaras por dentro. Es un hechizo para torturar. —explicó el niño.

Lily se quedó atónita, recordó cuando vio salir a su amiga de la casa, se veía pálida y no podía caminar bien.

—Es ilegal ocupar ese hechizo. Generalmente es utilizado por mortífagos. —dijo Severus.

—¿Y qué es un mortífago? —preguntó Calynn.

—Son magos que se dedican a la magia negra, están del lado del señor tenebroso. Matarán a quien no esté de su lado. —concluyó Severus.

—Mis padres son mortifagos —confesó Calynn—, los escuché hablar sobre eso y también algo acerca de una marca que mi madre me quiere hacer y que mi padre se negó porque dijo que no está bien hacerme sufrir así a temprana edad. —hizo una pausa y después continuó—, pero ya me hizo sufrir demasiado —dijo con ira.

Lily miró a Snape esperando a que dijera algo.

—Te van a forzar a que te unas a ellos —dijo Severus en un susurro.

—¿A qué te refieres? —preguntó Calynn esperando la respuesta.

—Te van a convertir en mortífaga —dijo Severus.

La pequeña Black se quitó el negro pelo de la cara y se dispuso a llorar. Ella sabía que no tenía alma de mortífaga, estaba destrozada.

—¿Y qué me harán si me niego? —dijo la pequeña con miedo en la voz.

Severus dudó en contestar esa pregunta porque la respuesta sería muy cruel, pero se decidió contestarla con toda la verdad.

—Te... —hizo una ligera pausa y continuó—, matarán, tal vez no tus padres —aunque por dentro Severus sabía que podían ser capaces de eso—, pero sí los seguidores del señor tenebroso porque para ellos negarse es ser un traidor de sangre. —terminó Severus con la voz entrecortada.

Calynn se quedó en shock, ¿ahora qué haría? No podía negarse porque la matarían, pero tampoco era tan cruel para unirse al grupo al que pertenecían.

—¿Qué debo hacer? —preguntó a sus dos amigos.

Ambos niños se miraron, se notaba que no sabían que contestar. Los chicos estaban agarrados de la mano. Pasó un rato en silencio y esta vez Lily fue la que habló.

—Tal vez puedas vivir conmigo —propuso Lily.

—Tu hermana no le cederá su cama a Calynn por tanto tiempo. Además, sus padres la buscarán y las primeras casas donde buscarían serían en la mía o en la de Lily —dijo Severus.

Calynn pensó en lo que le dijo el chico y se horrorizó con la idea de regresar a su casa después de haberse negado a lo que le ordenaban y además de haber huido. 

—Soy una cobarde —exclamó Calynn con un suspiro.

—No digas eso Calynn —dijo la pelirroja.

—¡Sí lo soy Lily! —dijo la futura mortífaga—, debí haberme rebelado ante ellos, haberme defendido...

El niño la interrumpió negando con la cabeza.

—Solo tenías dos opciones, quedarte ahí y decir que sí a todo lo que te dijeran y unirte a ellos o huir y negarte a sus órdenes. Creo que has elegido la mejor opción. —terminó el chico.

—No quiero volver —empezó la pelinegra—, al menos hoy no.

Sus amigos la miraron con cara de preocupación, sabían que no debían meterse en esos problemas tan graves. Hubo un largo silencio hasta que Lily se armó de valor.