—¡Lumos! —un rayo luminoso inundó la habitación—. ¡Lumos Máxima! —la voz de su madre resonó, el rayo luminoso subió su intensidad y esta vez la pequeña logró ver a Voldemort, justo frente de ella.
—¿Edad? —cuestionó el hombre sin esbozar sonrisa.
—Diez años —respondió Druella.
—¿Y no ha presentado síntomas de tener magia? —preguntó Riddle con una voz más grave y dura.
—Hasta ahora no, mi señor —respondió Druella con la cabeza hacia abajo sin atreverse a cruzar miradas con Voldemort. Mientras Druella observaba a la pequeña que se encontraba en medio de ambos, de pronto, de reojo, pudo observar que su amor escolar apuntaba a la pequeña con la varita.
—¿Tom? —mencionó Druella preocupada mientras alzaba la mirada y observaba aquellos ojos marrones de los que tanto estaba enamorada.
—Si es una Squib no nos servirá para nada —mencionó Riddle mientras seguía apuntando a la pequeña con la varita mientras ésta comenzaba a llorar.
—Tal vez no se han desarrollado porque no han tenido la oportunidad —comentó Druella mientras se colocaba frente a la varita de Tom. Este lo pensó un poco mientras consideraba bajar la varita.
—Bien Rosier, pero sólo tendrá un par de años más —ordenó Voldemort mientras salía de la habitación bastante molesto. Druella aprovechó para acercarse a su hija y apuntarla con la varita.
—¡Obliviate! —un rayo de luz azul verdosa fue directamente a la pequeña que cuando lo recibió perdió el conocimiento tanto en el pasado como en el presente.
A pesar de todo, la pequeña logró levantarse ligeramente, pero suponía que no habría clases después de lo que acababa de ocurrir. Sin embargo, los pasillos estaban desiertos, Calynn sabía que deberían de estar en algún lugar. Bajó las escaleras en busca de los alumnos, pero todo fue en vano. Decidió que iría a desayunar cuando pudo ver, en el vestíbulo, las puertas del Gran Comedor abiertas, a la vez que varios alumnos ingresaban apresurados; la pequeña los imitó y observó que las banderas de cada una de las casas habían sido reemplazadas por varias banderas negras y tétricas. Llegó a la mesa de Gryffindor y se sentó junto a Lily y Meryl que le habían guardado un lugar. Comenzaron a hablar sobre lo que había ocurrido la noche anterior, pero fueron interrumpidas por la voz de Dumbledore pues éste se había levantado y se había colocado justo atrás del atril de lechuza.
—Hogwarts ha tenido una gran pérdida —comenzó el director provocando el susurro de algunos alumnos, era evidente que algunos de los presentes apenas se enteraban de lo sucedido la noche anterior. Después de exigir silencio, Dumbledore prosiguió—. La vida es como el vuelo de escoba, a veces se tiene una hermosa vista desde las alturas y otras se está justamente sobre el suelo, pero, en cualquiera existe la posibilidad de caerse de la nada —comentó—. Ayer perdimos la vida de una alumna, Thana Patterson, pero a pesar de que ya no está con nosotros es importante tener presente que su recuerdo vivirá en nuestra memoria para siempre y que su alma seguirá presente en nuestros corazones —después de estas palabras algunos alumnos lloriqueaban y sollozaban por lo bajo—. Por otra parte, la Srta. Patterson murió siendo una heroína, sacrificando la vida por aquellos que albergaba en su corazón —mencionó mientras volteaba a ver a la pequeña mortífaga y después de una pausa volvió la mirada a los demás—. Es por esto que, con el debido respeto, propongo que dejemos de lado nuestra varita —comentaba mientras dejaba la varita que sostenía sobre el atril—, y que por un momento le demostremos esta apreciación con un aplauso —exclamó mientras comenzaba a juntar las palmas mientras era imitado por los demás y el Gran Comedor se llenaba de aplausos melancólicos y de algunos sollozos. Calynn, mientras aplaudía, desvió la mirada a la mesa de Slytherin y observó muchos lugares vacíos, así como varios alumnos sin aplaudir, nada de qué extrañarse viniendo de la casa de las serpientes.
Posteriormente, guardaron un minuto de silencio en honor a Thana y posteriormente el desayuno estaba servido en cada mesa. La pequeña observaba, pero el hambre se había esfumado, al parecer los recuerdos de la pérdida de su amiga le habían ocasionado una depresión instantánea. Debajo de la mesa y, sin que Lily y Meryl observaran, mantenía el diario de su madre en su regazo mientras aguantaba el dolor en la marca que aún seguía por debajo del que sentía por su amiga. Levantó la vista de la mesa de roble y observó a las mesas próximas, le extrañaba como en muchas de ellas los alumnos se comportaban como si nada hubiese pasado mientras que la pequeña no podía desviar sus pensamientos de las revelaciones del diario y de la muerte de su amiga. Era claro que en el fondo de su corazón la culpa y el arrepentimiento la acosaban desde el momento en que observó a su amiga desvanecerse en el suelo mientras le salvaba la vida. Tenía bastante claro que le debía demasiado y que gracias a ella era posible que Calynn siguiera aquí, pero por la misma razón la culpa la asechaba y no la dejaba hacer nada sin tener un solo pensamiento al respecto. Meryl estaba callada mientras jugueteaba con un trozo de filete mientras masticaba otro que se encontraba dentro de su boca, sin embargo, Lily solo se había servido un único huevo revuelto que había logrado tomar, pero al parecer no tenía intenciones de comerlo, pues solo jugaba con él sin degustar nada del plato. El tiempo pasaba y el hambre en la pequeña mortífaga no se hacía presente, tenía tanto que decir, pero a la vez le faltaba ánimos para hacerlo. Cuando Meryl terminó su desayuno, las tres se levantaron de la mesa y comenzaron a andar entre los pasillos, el director les había comunicado que las clases se habían suspendido hasta que el colegio volviera a ser el de antes, sin embargo, podía verse el gesto de preocupación que había realizado el director al decir aquellas palabras. Caminaban en dirección a la sala común cuando Meryl habló.
Editado: 18.01.2019