Tú me amaste con todo tu ser,
con una pureza que nunca entendí,
tu corazón en mis manos,
frágil, palpitante, sin fin.
Tus ojos me miraban con devoción,
esperando solo una chispa de amor,
pero mi corazón, frío y vacío,
no supo corresponder tu fervor.
Cada palabra tuya, una plegaria,
cada gesto, un canto de esperanza,
y yo, en mi silencio cruel,
te hería con mi indiferencia.
No fue odio, ni desprecio,
solo la incapacidad de amar,
y en mi torpeza, sin intención,
te hice sufrir sin parar.
Vi cómo tu sonrisa se desvanecía,
cómo tus ojos se llenaban de lágrimas,
y aunque lo supe, no pude cambiar,
te lastimé, sin amar, sin mirar.
Perdóname por no poder sentir,
por no saber darte lo que merecías,
tu amor, tan puro, tan sincero,
se perdió en un mar de agonías.
Hoy, en el silencio de mi soledad,
me persigue el eco de tu dolor,
sabiendo que fui la causa,
de tu corazón roto, sin redentor.