Aluminio
Después de que terminaran las clases, salí del colegio sumido en mis propios pensamientos. Fue entonces cuando lo vi: Argón, mi tormento constante, besándose apasionadamente con otra chica. No era la primera vez que presenciaba esta escena desgarradora; parecía que él nunca estaba satisfecho con las chicas que escogía, o más bien, se notaba que su naturaleza inconstante no le permitía atarse a una sola.
Mis pasos se volvieron más lentos, como si el peso de lo que acababa de presenciar se hubiera apoderado de mis piernas. No pude evitar sentir una mezcla de rabia y decepción, aunque sabía que mi relación con Argón se limitaba a su rol de acosador, no dejaba de ser doloroso verlo comportarse así.
Recordé, en ese instante, mi propia lucha interna. Hacía un año que había descubierto que era bisexual, o al menos eso creía. Nunca había tenido una relación con un chico, a pesar de anhelar profundamente esa experiencia. A lo largo del tiempo, había salido en un par de ocasiones con chicas, pero después de cierto tiempo, me daba cuenta de que mis preferencias se inclinaban más hacia el género masculino. Sin embargo, la idea de salir del armario me aterraba, y esa incertidumbre me mantenía atrapado en un estado de confusión.
Aparté la mirada de Argón y continué mi camino. No tenía por qué quedarme viendo algo que no era de mi interés, aunque la imagen quedó grabada en mi mente como un recordatorio constante de los problemas que la vida había decidido lanzarme.
¿Lo que no sabía en ese momento? No sabía que esa sería la última vez que Argón le sería infiel a su novia. La vida, llena de giros inesperados, aún tenía preparadas sorpresas para el camino.