Me llamó puntual a las 9:00 PM.
Me lo imaginé esperando, mirando el reloj hasta que diera las nueve en punto.
Me encerré en mi cuarto para atender la llamada de Will.
── Habla, ¿qué quieres? ──le dije toda antipática.
── Uy…Se nota que estás muy enojada.
── ¿Tú crees? Habla, ¿qué quieres?
── Discúlpame de verdad, yo sé que me comporté como un idiota, te dije que te iba a escribir y a llamar y no lo hice, fui un pendejo, yo lo sé.
── ¿Lo sabes?
── ¡Sí! Pero es que…pensé que era lo mejor en ese momento, porque…me estaba enamorando mucho de ti. Tú me encantas y eso me asustó.
« Tú también me encantas »
Ese “tú me encantas” que me dijo, me mató, pero no se lo demostré.
── ¿Ah sí? ──le dije toda seca.
── Me encantas, muchísimo…y pues ya yo no me estaba reconociendo. Es decir…solo hablaba contigo, dejé de leer, de hacer las cosas que normalmente hago por dedicarte todo mi tiempo. No te dejé de hablar porque no te quisiera, ¡todo lo contrario! ¡Te quiero muchísimo! Te has vuelto alguien muy especial para mí, me di cuenta este tiempo que me alejé. Y…pues…pensé que sería lo mejor alejarme. ¿Recuerdas esa historia del tipo que se quedó encerrado en un espejo por toda la eternidad? Yo no quería quedarme atrapado. Pero que equivocado estaba…o sea…no sabes cuánto te extrañé. Me iba a dormir y pensaba en ti, me levantaba en las mañanas y pensaba en ti, iba a clases y pensaba en ti. Pensé que me iba a perder en ti y en ese momento creí que lo mejor era alejarme para pensar primero en mí. Pero… me hizo mucha falta compartirte mi felicidad. Me hizo mucha falta escucharte, leerte, apoyarte en lo que necesites. En definitiva…me hizo falta ser parte de tu vida. Y me dolía pensar que tú me olvidarás, porque yo nunca te olvidé.
« Yo también te extrañé mucho », pensé. Pero no se lo dije.
── Y ya…──concluyó──. Eso es todo. Eso era lo que te quería decir. Si no quieres seguir hablando conmigo, lo entenderé…pero no quiero que pase.
── Yo tampoco quiero que pase──le confesé.
── ¿Me extrañaste?
── No sé… ¿Te vas a volver a desaparecer así?
── ¡Nunca!
── Me hiciste falta…
── Estoy sonriendo.
── No sonrías, todavía estoy brava contigo.
Ya se me estaba pasando la rabia, pero no se lo dije.
── Apuesto a que tú estás sonriendo como yo── me dijo──. Pero no lo quieres admitir.
Era cierto, y no, no lo admití.
── ¡Iluso! ¡Sigue creyendo! ──me burlé.
── Pues sí, sigo creyendo.
── ¡Jura!
── ¡Juro!
Un silencio de sonrisas, que ninguno podía ver la del otro.
── ¿Me perdonas? ── me preguntó.
── No sé…te lo tendrás que ganar.
── ¿Tú perdón?
── Sí.
── ¿Qué tengo que hacer?
── No sé, tú sabrás.
── Tú sabes que tú me encantas.
── ¿Ah sí?
── ¡Sí! Lo voy a repetir las veces que sean necesarias: me encantas, me encantas, me encantas, me encantas, me encantas, me encantas, me encantas, me encantas, me encantas.
Yo no me veía, pero debía estar tan roja como un tomate fresco. Lo que sí estaba claro es que mis cachetes dolían de tanto sonreír.
── Lo voy a gritar en la calle, Jessica ── me dijo.
── ¿Qué? ¿Tú estás loco?
── Loquito por ti, sí. Obvio ¿No está claro? Espera, voy a abrir la ventana para gritárselo a mis vecinos.
Yo estaba muerta de la risa.
── ¡No, no, no! ¡Tú estás demente! ── exclamé entre risas.
Escuché el sonido de su ventana abriéndose y luego lo escuché gritar.
── ¡Hey! ¡Escuchen! ¡ME ENCANTA JESSICA! ¿ME OYERON?
Ese loquito…mi loquito… ¡lo adoré tanto en ese momento! Ya no le podía decir que no a nada.
── ¿Ya me perdonas? ── me preguntó.
── Tal vez…tal vez…quizás…
« ¡Yo a ti te perdono lo que sea, mi loquito! », pensé, pero no se lo dije.
── ¿Sabes? Quiero quedarme dormido contigo al teléfono ──me confesó.
── ¿Sí? Yo también…──le correspondí.
── Hagámoslo entonces.
Hablamos por horas. No sé en qué momento se hicieron las dos de la mañana y luego las 3 y luego las 4.
── No he dormido nada y ahorita tengo colegio ──le dije preocupada.
── Ahorita te tienes que “levantar” ── se rio──. Ojo que tienes que madrugar.
── ja, ja, ja. Bobo. Pero en serio, me he trasnochado horrible.
── ¡Por una buena causa! Y mira que yo también tengo clases, pero esto lo hago con gusto. Cada minuto contigo lo prefiero más que a todas las horas de universidad.
── Yo también lo hago con gusto, bobito.
── ¿No te arrepientes?
── ¡No! ¡Nunca!
Hubo un silencio, yo me estaba quedando dormida, pero Will como que me quería decir algo.
── ¿Sabes? He estado armando una sorpresa para ti…
── ¿Ah sí? ── estaba intrigada──. ¿Qué sorpresa?
── No te puedo decir, no sería una sorpresa, pero este viernes te voy a llamar para que vayas al parque del barrio y ¡boom! Verás la sorpresa.
── ¿Ah sí? ¿El viernes a qué hora?
── No sé…Como a las seis de la tarde más o menos.
── ¡Uy! ¿Y no me puedes decir?
── ¡No!
── ¡Te odio! ¡Ahora me vas a tener en intriga! ¡TE ODIO! ¡TE-O-DI-O!
── Tú no me odias, tú me amas.
« Creo que sí te amo… », Pensé, pero por supuesto que no se lo dije.
***
Saqué 4.8 en la exposición de historia, y eso que no entendí ni me importa un carajo la revolución francesa. 4.2 en el taller de sociales y 3.7, en el examen de biología. Me dolió esa última nota. Me dolió en el alma, porque de verdad, de verdad me esforcé estudiando.
── ¿Qué te pasó, Jessica? ── Me preguntó la profesora de biología.
« No sé, profe, tal vez mi mejor amiga, la que conozco desde niña, se enamoró de mí y yo no le correspondo, mi profesor de filosofía al parecer me tira los perros y estoy enamorada de un chico cinco o seis años mayor que yo que hace unos días me ignoraba »
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Editado: 31.01.2021