Linda
Emily entró a la habitación para prepararse mientras yo me quedaba en la sala de espera. Quise evitar que me molestara, pero me fue imposible. Pues por todo mi cuerpo comenzó a correr una oleada de calor, que atravesaba mis entrañas y las hacía arder. — ¿Celos? —. No, era insólito sentir celos, aunque Emily fuera su primer amor y tenían un pasado en común, yo era su novia y él me quería. — ¿O tal vez no? —. Decidí sentarme, pero no lo pude resistir por mucho tiempo. Los minutos pasaban y cada vez estaba más nerviosa, no quería que estuviera a solas con él, cuando la que tendría que haber entrado era yo. Sonaba egoísta, pero no podía hacer nada al respecto.
Mi madre tomó mi mano, deteniéndome por un segundo
— ¿Estás bien cariño? —. Me pregunto con el rostro ligeramente preocupado.
—Si mamá, estoy bien—. Le dije apartando mi mano bruscamente.
—Sabes que no puedes mentirme, si te sientes mal, puedo llevarte a emergencias.
—¡Que me siento bien! — reitere con un poco de insolencia.
—Linda— gruño mi padre tras de mí.
—Lo siento— exclamé —Es solo que estoy exhausta—Siempre estaban encima de mí, el hecho de que tuve cáncer de pequeña los ha dejado paranoicos. No dejan de monitorearme, de preguntarme si me siento bien… Era tan difícil entender que estaba sana Estoy sana, aunque los médicos quieran decir lo contrario.
Finalmente, decidí sentarme, era eso o hacer un hueco en el suelo. Añadiendo el hecho que para mi madre era una tortura seguir viéndome así.
…
Yo estaba acostada en mi habitación después de la Quimioterapia, que tanto me agotaba. Cuando un niño Castaño se asomó en la puerta con una cansada sonrisa.
—Mamá, quiero jugar con mi hermano—. Le supliqué para que me dejara salir.
—No puedes, aun estas bajo los efectos de los medicamentos—. Insistió mi madre diciéndole a mi hermano con la mirada que se retirara de la puerta.
—Pero mamá— lloriqueé, al ver como mi hermano se alejaba.
—Linda es por tu bien—. Me dijo inyectando algo en mi brazo mientras, me adormecía… Luego de unos segundos estaba más tranquila y cerré mis ojos escuchando como ella salía de mi habitación.
Antes de caer rendida por el medicamento, sentí unos labios en mi frente. Con dificultad levanté mis pesados parpados, para ver a mi hermano sonriendo delante de mí.
—Jugaremos cuando estés bien, estaré siempre esperándote. Así que no te preocupes, tenemos toda la vida para jugar— Me decía aquel niño Castaño que yo últimamente llamaba hermano… Y escuchando esto último me dormí.
…
.
No quería revivir los restos de mi pasado, menos en aquel lugar donde deje los mejores años de mi infancia. Pero la actitud de mis padres me lo hacía recordar una y otra vez. Estuve enferma, y había la pequeña y maldita posibilidad de volver a estarlo.
Después de una hora y media, mis parpados se cerraban inconscientemente por el cansancio. Mi madre coloco su hombro para que yo apoyara mi cabeza, para descansar un poco. Lo hice sin dudarlo. Sin embargo, no podía descansar ¿Por qué ella se tardaba tanto? ¿Qué era lo que estaba pasando dentro de esa habitación?
No podía seguir pensando en mis tonterías cuando la vida de Sebastián estaba en peligro. Me levanté para disipar los celos y comencé a caminar de un lado a otro. Paulina intentó acercarse, pero le advertí que no lo hiciera. No quería ser grosera, pero, se me hacía imposible pensar con claridad en aquel momento.
Después de 10 eternos minutos, el Doctor apareció con Emily a su lado. Corrí hacia ella, cuando noté que algo había pasado. Su cara estaba diferente, tenía un semblante muy distinto a la que vi entrar en aquella habitación hacía una hora y media. Todos nos acercamos, mientras Carlos y Janet corrían a abrazar a Emily.
—Sebastián ha salido de su estado de una forma que no puedo explicar. Lo que sí le puedo decir es que el motivo se le debe a esta Señorita que tengo a mi lado—. Dijo el Doctor señalando a Emily la cual estaba sonrojada en los brazos de Janet.
¿Emily sonrojándose?
Y entonces entendí por su mirada iluminada que había ocurrido lo que me temía. Ellos se habían reconciliado —Estarían juntos—, dejándome a un lado… Bajé la mirada y al alejarse el Doctor con los padres de Sebastián, aún sitio privado, me dispuse a caminar lejos de allí.
—Él está bien—, me dijo sosteniendo mi antebrazo para detenerme —El peligro ha pasado, él se quedará con nosotras.
Sentí un gran alivio al escuchar aquellas palabras, tanto que sin detenerme la abracé. Su respuesta fue inmediata y todos mis celos desaparecieron. Esta chica, podría ser problemática y todo lo que los demás dijeran, pero era mi amiga, y algo dentro de mí me impulsaba a confiar en sus palabras.
— ¿Está muy lastimado? —. Le pregunté cuando me soltó.
—Sí— me dijo mirando hacia otro lado —Pero el peligro ha pasado. Aún debe permanecer en el hospital varios días. Necesitan supervisar su estado.
El doctor regresó hacia nosotros mientras los padres de Sebastián siguieron a una enfermera a lo largo del pasillo.
—Sebastián está estable, estas horas han sido cruciales, no descartamos que partes de su cuerpo estén afectadas, por lo que debemos hacer estudios y exámenes. Lo que les puedo asegurar es que está fuera de peligro, pueden ir a sus casas a descansar, él estará supervisado por nuestro personal, No les recomendamos más visitas por el día de hoy. Lo han medicado y estará dormido por las siguientes 8 horas. Buenas Noches…
— ¡Buenas noches! ¡Gracias! — dijeron mis padres y los de Emily al unísono.
—Yo quería verlo, ¡No es justo! — refunfuñé haciendo pucheros.
—Mañana, después de clases, vendrás a verlo— me dijo mi madre arqueando una ceja, negando mi actitud de novia herida.
Me crucé de brazos.
—Mañana seré la primera en visitarlo —. Reitere con alegría.
—Por supuesto, después de ir a clases—. Agrego mi madre desapareciendo mi humor.
—¡Pero mama, no es justo! — le dije batiendo mis manos —es el amor de mi vida, quiero verle; no puedes obligarme a ir a clases mañana.
—Mañana es el primer día de Emily ¿no pensarás abandonarla? —. Dijo mi madre señalándola, mientras ella se paraba en frente de mí
—Yo tampoco pienso asistir—. Aseguro poniéndose de mi lado, por lo que asentí desafiante.
—¡No señorita! —. Exclamo mi madre —Usted también irá a clases, no les podemos permitir que falte, se atrasaran sin tener motivo. Gracias a Dios Sebastián está bien. Solo fue un susto—. Baje la cabeza ante tal argumento, pero antes de que Emily hablara, Carlos le dio una mirada de advertencia, por lo que las dos desistimos.
Me sentí devastada tan solo al pensar esperar toda una noche para tenerlo cerca. Quería verle, quería besarle, necesitaba tenerlo cerca. Yo le amaba, aunque sabía en el fondo de mi ser, que ese amor no era correspondido y ahora lo sabía. No había duda de que esa chica que estaba frente de mí, era la dueña de su corazón
— ¿Te quieres quedar en mi casa? —. Me pregunto Emily con ojos suplicantes.
No podía negarme, había sido un día tormentoso para ambas, ella me necesitaba y yo a ella. Tuve que refrenar mi mente para evitar pensar —que era mejor tener al enemigo cerca—, pero ella no era mi enemiga, era mi amiga, así que disolví el estúpido pensamiento.
—Claro, hay que volver a arreglar nuestros atuendos, están hecho un asco— le dije en tono burlón para tratar de empañar los malos recuerdos.
Eran aproximadamente las 10:00 pm cuando ambas nos habíamos puesto la ropa para dormir. Yo llevaba puesta una camiseta sencilla con un osito azul en el medio del pecho, con un mono azul claro, me había hecho unas trenzas y me disponía a arreglar las almohadas para dormir. Cuando ella salió del baño con una camiseta ilustrada de una banda de Rock llamada Linkin Park y un mini shorts negro, su cabello semi húmedo, se veía tan sexi en ella, que me preguntaba si algún día podría verme así.
La miro y comienza a reírse.
—Tienes cinco años— me dice observándome y ladeando su cabeza divertida
—¿Por qué? - le digo de forma inocente.
—Tu pijama— dice en medio de una sonrisa.
—Me envidias, lo sé. Porque además de hacerme ver adorable, es cómoda y bonita. Y la tuya... como te lo digo sin hacerte sentir mal.
—Me queda bien, es cómoda y me veo sexi —me dice mientras guiña su ojo acertando mi opinión sorprendentemente.
—Eres una puuu... — intente insultarla cosa que no me permitió porque me había lanzado una almohada en la cara. Al notar que me la había estampado sin poder evitarla se rio de mí a carcajadas.
—¿Te burlas de mí? — le dije lanzándole otra almohada. Que aterrizo por encima de su frente. Comenzando así una guerra de almohadas, que termino con gritos, pues terminamos lanzándonos libros, lámparas, y todo lo que pudiéramos alcanzar. Dando como resultado mi inminente derrota con un chichón en la frente.
Después que termino de burlarse de mí, ella buscó una bolsita con algunos cubos de hielo y me obligo a colocármela en la frente. Tiradas en el suelo, aun riendo por lo que acababa de pasar, la realidad nos embargó.
—Lo amas—. Me dijo de repente. Yo volteé a mirarla tratando de entender su enunciado, que no sabía si era una afirmación o una pregunta. La miré dudosa.
—¿Amas a Sebastián? — reformulo la pregunta con un tono más severo.
Suspire, temiendo que mi respuesta le partiera el corazón.
—Sí, lo amo.
Su cara se contrajo y guardo silencio.
—¿Que paso entre ustedes? — le pregunte ante su silencio, pero no respondió — Emily ¿Qué paso ente ustedes hace unas horas? —. Insistí queriendo tapar mis oídos para evitar escuchar su confesión.
—No ha pasado nada—, su voz tembló.
—Me lo prometiste—, le recordé —Prometiste ser sincera conmigo. No te voy a juzgar, sé que ustedes se quisieron mucho, o se quieren, no lo sé, pero lo que sé es que un milagro como el de esta tarde solo se logra con amor. Y eso solo pudiste hacerlo tú. Así que no me digas que no pasó nada.
Emily suspiró a mi lado y cerró los ojos.
—Nos besamos— susurro. Mi corazón se paralizó, no quería saberlo, pero allí estaba, la confesión que tanto me temía.
Me dejé caer sobre mi espalda nuevamente respirando de forma acelerada.
—Perdóname. Él me beso y no tuve las fuerzas para detenerlo—. No pude responderle, me sentía traicionada.
—Perdóname—, me suplico sentándose para girarse hacia mí —Linda— insistió. Mis palabras no salían y no era porque estaban atascadas. Era porque no las quería dejar salir. No quería herirla, porque en el fondo sabía que no era su culpa, ni la de Sebastián, ni la de nadie…—Ves, por eso no quería contártelo, sé que estuvo mal, pero no quiero perder tu amistad. Haría lo que fuera para no perderla.
Me levante rápidamente, tome mis cosas y me dirigí hacia la puerta. Emily no me siguió ni me dijo nada. Y estaba agradecida por eso. Necesitaba pensar. Salí de allí como una hoja llevada por el viento. Abrí la puerta del cuarto de visitas y la cerré tras de mí. Solo bastaron unos segundos para que mis ojos dejaran fluir aquel mar que me ahogaba. Me deslicé sobre mi espalda en la pared y comencé a llorar.
La noche se me hizo eterna, manchada en llanto y en un conocido dolor llamado:
Amor