Amores equivocados

Capitulo XXXIV: No te necesito, papá

Daniel

 

A pesar de que era mi tercer beso con esa muchacha me sentía más motivado que nunca. Ella me había besado no yo, eso era indescifrable. Mi corazón había latido como nunca antes lo había hecho y mis labios ardían con ganas de más. No podía creer lo que estaba sintiendo ¿Quién se supone que es ella para que dé un momento a otro tenga el control sobre mis emociones?

 

Sé que al principio actué mal y que eso me ha dejado en desventaja frente a ella pero que podía hacer. Este era yo y no había nada en la tierra que pudiera cambiarlo. Así que tenía que sacármela de la cabeza a como dé lugar. O tal vez pueda abrir mi mente hacia algo más… No, no, no. No puedo hacerlo.

 

—Ni de coña —Exclame golpeando mi casillero. No puedo Seguir pensando en ella, ese no es mi estilo, las mujeres para mí solo serán una diversión, no pienso enamorarme y traer hijos al mundo para que sufran... O para que solo sean utilizados, como hicieron conmigo. 

 

Sacudí mi cabeza desistiendo de mis pensamientos y guardes mis libros en el casillero. Revise mi reloj y ya estaba libre para irme a resolver unos cuantos asuntos pendientes con los de la Banda Roja.

 

—Daniel —Escuche mi nombre a mis espaldas. Me gire para atender y cuando vi quien era resople molesto. Era el chofer de mi padre biológico.

 

<< ¿Y ahora que se le ofrecía al señor todopoderoso? >>

 

—¿Me necesitáis? —Dije levantando una ceja de mala gana.

 

—El Sr. Marcos me ha pedido que venga a buscarte porque necesita resolver un par de asuntos con usted de suma importancia.

 

Puse los ojos en blanco intencionalmente.

 

—Y el viejo que se cree, que voy a ir de inmediato, no me jodáis —Respondí gesticulando con mis manos. Y le di la espalda lo que resulto una mala elección ya que me topé con mi segunda persona menos favorita en la tierra.

 

—Thomas —Dije arrastrando su nombre.

 

—Hijo —Dijo y sonrió haciendo que esa palabra me pareciera asquerosa.

 

Intercambiamos miradas y al final mire hacia un lado. No sé qué hacia el aquí. Nunca visitaba a mi madre y sus visitas al instituto eran casi extintas. ¿Qué rayos hacía de pie frente a mí? Eche un vistazo al chofer de mi padre y luego a Thomas perdiendo la paciencia.

 

—¿Qué quieres?

 

—Esos modales —Reprendió Thomas—, no son propios de ti.

 

Me hice el sueco ante su patética posición moralista.

 

—Señor —intervino el chofer de mi padre—. Mi jefe me ha pedido llevarme a Daniel.

 

—Lo he escuchado joven —Repuso Thomas—, por eso lo estoy regañando. —Se dirigió a mí—. Si tu padre te necesita debes ir.

 

 

—Si me disculpan tengo cosas más importantes que hacer —Dije ignorándolos. Di un paso para rodear a Thomas e irme y me lo impidió sujetándome el hombro de forma intimidante y brusca que suavizo con una hipócrita sonrisa de dientes blancos y perfectos. A pesar de su edad, Thomas aún era de contextura fuerte y sus arrugas solo demostraban la experiencia de lo que era capaz si alguien le desobedecía.

 

—Tú vas a ir con tu padre y no es una petición, Daniel —Apreté los dientes y de un tirón me solté de su agarre, fulminándolo con la mirada.

 

Joder....

 

—Bien —Dije cabreado—, veamos qué es lo que me tiene que decir mi adorado padre. —Caminé en dirección opuesta y el chofer me siguió despidiéndose educadamente de Thomas quien me siguió con la mirada hasta que me subí al auto.

 

No sabía que era lo que estaba tramando, pero de lo que estaba seguro era que no había nada bueno en ello. Thomas había jurado destruir a mi padre desde que él se negó a venderle acciones en la Petrolera. Y me hizo hacer cosas de las cuales no estoy para nada orgulloso. Sabía que él no se quedaría tranquilo desde que me negué a seguir con su plan.

 

Tengo presente que, aunque odio a mi padre biológico por todo lo que me hizo, no sería capaz de causarle ningún daño, porque también saldría perjudicada Linda y eso era una culpa de la que no soy capaz de soportar.

 

De camino a casa de mi padre revise mi teléfono para cancelar las reuniones de esta tarde. Envié un par de mensajes y suspiré cuando vi su nombre en la pantalla.

 

Smith.

 

Sonreí al recordar la manera en cómo me había dejado su número el día de ayer y sentí la necesidad de escucharla así que seleccione su contacto y mi pulgar se detuvo cerca de la pantalla. El botón verde se veía tentador, pero no podía hacerlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.