(Desde mi punto de Vista)
Todo lo que mal se hace, mal se paga.
No puedo evitar comenzar este capítulo sin dejar atrás esta frase.
Pagar por nuestros actos. Esa es la única forma para que los seres humanos podamos tener consciencia de nuestras acciones. Es como alguien dijo una vez: "La personalidad el ser humano en una compleja red de emociones, una colección imperfecta de rasgos, no existe una persona 100% buena o 100% mala", todo es un equilibrio entre dos puntos eternos que, si nos inclinamos del lado equivocado, nuestra historia terminaría de contarse en ese mismo instante.
Sin duda alguna, no puedo dejar de estar completamente de acuerdo.
Hay momentos que debemos vernos como si fuéramos un personaje más, juzgarnos como si no nos conociéramos y evaluarnos de forma impersonal. Solo de esta manera podremos ver los errores que cometemos a diario. Aunque para hacerlo, nunca debemos olvidar que los protagonistas somos nosotros.
Siempre pensé en escribir mi historia de una manera distinta, quería hacerles ver cómo fue mi vida desde un principio sin incluir los problemas hasta que entendí que no todo es color de rosa, en ocasiones hay que agregarle otros colores, pues cada pilar de nuestra vida es de un color diferente y un mundo totalmente distinto.
Ha pasado un año desde que recibí la lección más grande de toda mi existencia.
Desde aquella mañana que desperté de aquel profundo sueño mi historia tomo un nuevo rumbo. Quizás para algunos todo le resulte un poco desconcertante lo ocurrido y no los culpo. Todo es tan extraño y doloroso que no parece real.
Esta mañana, un nuevo año de vida toca a mi puerta. Decidí levantarme para tratar de escribir algo nuevo. Un fragmento que me haga sentir que todo tiene sentido, me siento decepcionada. Todo lo que puedo plasmar son ideas que no son más que secuelas de todo lo que paso, pienso que eso es una señal de que todavía no estoy totalmente recuperada.
—Emily —Dijo Janet, entrando sin tocar a mi habitación. Sorprendida cerré el portátil de un golpe—. Siento interrumpirte. Tienes visita.
—No te preocupes —Dije acariciando la tapa rosa de mi portátil—. ¿Quién ha venido?
—Tu híper mega mejor amiga —Dijo Ly entrando apareciendo en la puerta con una sonrisa.
—Por favor mamá, sabes que Linda no necesita ser anunciada. Y tú sabes que puedes subir a mi habitación cada vez que quieras, tonta.
—Lo sé. Esta vez quise ser más cordial. —Me dijo Ly saludándola con un beso en la mejilla.
—Hay niñas, en serio hay veces que no las entiendo —Mamá nos lanzó un beso y se fue, cerrando la puerta tras ella.
Espere a que Linda me felicitara. Segundos pasaron y ella continuaba en silencio.
—¿No se te olvida algo? —Inquirí alzando una ceja.
—Que yo sepa no. ¿Por qué?
Me cruce de brazos he hice pucheros de manera intencional. Era casi imposible que se olvidara de mi cumpleaños cuando llevaba un mes entero recordándomelo.
—¿Qué? —Dijo fingiendo inocencia.
Abrí la boca de forma exagerada.
—Me siento tan herida —Dije siguiéndole el juego.
Ly reprimió una sonrisa y empezó a darle golpecitos al suelo con su pie. En pocos segundos dejaría de fingir, ella no era de las que guardaban secretos por mucho tiempo.
—No piensas decirme nada —Presione.
—No sé de qué me hablas.
—Linda White —Trate de lucir herida—. Desde hoy has dejado de ser mi Híper mega mejor amiga.
Ahora fue su turno de abrir la boca de forma exagerada.
—Sabes que, no me importa. Me iré y no pienso darte mi regalo así me supliques.
—¿Regalo? —Dije alegre.
—Interesada.
—Lo tuyo es rumba, dinero y fama —Cante imitando la voz de Silvestre Dangond. —Ridícula —Dijo sonriendo y dándome un empujón.
—Sí, soy todo lo que quieras. Ahora dame mi regalo.