Si había algo que caracterizaba a Gyren eran sus pueblos, una prueba de que las guerras no desmoralizaban a los pobladores de esta hermosa isla.
Cosdiba no era la excepción.
Rodeada de hermosos bosques de eucalyptus y en cuya entrada se puede ver la hermosa postal de la fortaleza de la virtute gloriae sobre la colina que gobierna sobre el llano del pueblo.
Las calles, que conservan la estructura de la época romana, estaban llenas de carrozas, caballos amarrados a postes, puestos ambulantes y gente que iba y venía, entrando y saliendo de los negocios permanentes.
El bullicio que estas actividades traen terminaba de pintar el lienzo que era este pueblo que, al ser capital de provincia y ciudad de paso desde la capital hasta el interior de la isla, tiene siempre mucho tráfico de gente, animales y carrozas. Eso era a lo que los habitantes de Cosdiba capital, estaban acostumbrados.
Pero lo que vieron esa mañana fue algo excepcional.
Primero vieron pasar cerca de 70 soldados (casacas azules) de la Real Infantería de Gyren, abriendo paso y ordenando que se sacara todo animal, carroza y puesto de la calle.
A esto le siguió un estandarte, portado por un soldado de la Real Caballería, al que seguían los príncipes y cerca de 50 hombres más.
Estos precedían al Rey Jankin y otros 60 soldados a caballo, una preciosa carroza de oro con el escudo real estampado en las puertas, rodeado de otros 70 soldados (entre caballería e infantería).
En ese momento, de pronto, todo el pueblo quedó en silencio, interrumpido solo por el cantar de los soldados.
Aquí viene, aquí está
El noble caballero
Que a su princesa buscará
El noble caballero
Que a su princesa ganará.
Ella lo espera
Contando los días, las horas,
A que llegue el preciado día
En que su amado la rescatará
Las estrellas guían su camino,
Los grillos lo acompañan,
Los pájaros la entretienen,
El viento la consuela
Estas almas ya se acercan
Él ya está por llegar
Ella, enamorada, lo espera
Dócil y paciente
A que su amado la rescate
Y le de esa felicidad
Que la luna le prometió
Tranquila princesa,
Tu caballero ya llega.
Tranquilo caballero,
Tu inocente princesa te espera.
Esa canción, que revela al pueblo que el príncipe volvía para pedir la mano de alguna de las hijas de alguno de los señores de Cosdiba, provocó que la gente se acercara a la comitiva para ver pasar a la familia real, y ver a que castillo se dirigían.
En la carroza se vivía un sentimiento parecido a la curiosidad que reinaba el pueblo: la reina no volvía desde hacía años, ya que se había ido para casarse con quien era el actual rey y que le había prohibido viajar a menos que sea en compañía de él. Ahora, retornaba para ver casarse a su hijo mayor.
Las princesas, por su lado, estaban emocionadas por conocer a su futura cuñada y a sus hermanas.
Las tres mujeres iban muy entusiasmadas, lo que provocaba que las más chicas tuvieran la ansiedad propia de la edad que tenían, aunque Pía comenzaba a comprender como, según su padre, debía comportarse una mujer que tenía la posición que ella tenía y que pronto se casaría con quien su padre decidiera.
‒está igual a como lo recuerdo‒. Suspiró la reina, mirando por la ventana del carruaje.
‒ ¿en serio? ¡Algo tuvo que haber cambiado!‒contestó Úrsula, mirando a su madre con un brillo en los ojos.
Úrsula era la más chica de los príncipes. Ella era muy hiperactiva, nunca podía estarse quieta, por lo que su madre la tenía siempre con ella, porque a su padre le molestaba que fuera así.
Su madre la miró y sonrió. Luego se inclinó y tomó las manos de sus hijas.
‒hijas, recuerden lo que les dije antes de salir de palacio.
‒lo recordamos mamá. Estamos ansiosas por conocer a la mujer que conquistó a nuestro hermano. Por eso Ur está tan poco quieta‒. Intentó tranquilizarla Pía.
La reina les había advertido que el rey no estaba de acuerdo con que Guillermo se casara, porque eso solo significaría que pronto tendría que abdicar en su favor.
Tanto la reina como sus hijas no veían la hora de que eso sucediera, ya que advertían lo mal que llevaba la economía el rey, además de que existía una ley que decía que el príncipe que terminara la guerra debía casarse y acceder al trono mediante la abdicación del rey.
*
Mientras esto sucedía dentro de la carroza, los príncipes veían como la gente recibía con algarabía la compañía y reían de lo que decía la canción que entonaban los soldados.
En un momento, el mayor divisó a su amada yendo a caballo hacia el castillo.
‒deberá tenerle mucha paciencia a padre‒. Dijo Victoriano, quien había seguido la dirección de la mirada de su hermano.
‒créeme. Tiene dos hermanas que son… intensas. Podrá superar cualquier prueba que el rey le ponga en su camino‒. Contestó Guillermo con una sonrisa en los labios.
Victoriano se lo quedó mirando.
Ambos habían ido a la guerra, pero él había tenido que volver cuando casi muere en el asedio que le deformó la cara a Augusto.
Desde ese momento hasta que Guillermo llegó a palacio con la noticia de que había encontrado a su futura reina, los hermanos no se habían vuelto a ver.