Amores, Guerras y Traiciones. Serie Pasionales #1

Capítulo 11:

                   Febo asomaba ese día sus rayos, como queriendo espiar a la novia que descansaba sobre su lecho, ajena a la inspección del astro.

 Sobre la silla que acompañaba al tocador, reposaba extendido el más maravilloso vestido blanco, el cual tenía mangas largas y amplias, pero los hombros a la vista, con un precioso bordado dorado al frente y un lazo atado como cinturón del mismo color del vestido.

 El viento, como celoso de que el astro rey pueda ver ese bello espectáculo, movía las cortinas que guardaban recelosas la figura femenina.

 El silencio reinaba la estancia de descanso de la pronto a ser princesa de Gyren. Solo se escuchaba la suave respiración de la dama y el frufrú de las cortinas. Pero pronto eso cambió cuando Mariana fue despertada con un cantico entonado por seis voces femeninas. Un canto que en Gyren es tradicional.

Calíope[1] despertó

Es el día en que tu felicidad comienza

Tu caballero ya te pidió

Tu padre ya lo aceptó

Erató[2] ya despertó

Hoy tu futuro se vislumbra

Tu caballero ya avisó

Tu mano ya se entregó

Euterpe[3] ya despertó

Tu familia ya se prepara

Tu caballero ya anunció

Tu nueva familia ya te recibió

Despierta, mi niña, despierta

El día ya amaneció

Tu felicidad comienza

Tu corazón ya lo sintió.

 Mariana sonrió. Era la primera vez que se sentía tan en sintonía con su madre y hermanas.

 Detrás de las mujeres, portando bandejas con el desayuno para sus señoras, entraron Jimena y el resto de doncellas, todas sonrientes, ya que el clima era de fiesta y felicidad en todo el castillo.

‒felicidades, mi señora‒. Dijo Jimena, depositando la bandeja sobre la mesita de descanso que había para esa ocasión en la habitación‒. Le deseo de todo corazón que su matrimonio sea próspero y feliz.

 En Cosdiba era tradición que la doncella de la novia le deseara la enhorabuena, pero Jimena valoraba tanto a su señora, que transformó la tradición en un deseo de su corazón. Mariana, sabiendo esto, se levantó sin importarle la prudencia y fue a abrazar a quien, más que su doncella, era su amiga.

‒ya está decidido, mi amiga‒. Dijo al oído de esta‒. Mi futuro marido convenció a su padre para que yo te pueda llevar conmigo a palacio.

 Al escuchar estas palabras, Jimena dejó escapar algunas lágrimas de felicidad.

‒entonces, avisaré que se puede subir con el agua para su aseo previo y recogeré mis bártulos para acompañarla mañana, mi señora.

 Dicho esto, se pegó media vuelta y se fue, dejando a las señoras esperando mientras desayunaban.

 Cuando el desayuno terminó, una de las doncellas asomó su cabeza a la habitación, anunciando que la tina ya estaba lista. Las mujeres perfumaron el agua con pétalos de rosas, tras lo cual, la novia se metió a bañarse, ayudada por las princesas, que le lavaron el cabello.

‒ ¡tan sedoso! ¡Tan largo! ¡Y tan bonito! ¡Ojalá yo tuviera un cabello tan bonito!‒exclamó Úrsula, mientras lo cepillaba luego de que Mariana saliera de la tina.

 La dueña de la cabellera sonrió, ya que normalmente su cabellera, al ser larga hasta tres cuartos de la espalda y llevarlo siempre suelto, era rebelde, pero Pía la amonestó a su hermana con la mirada.

‒ven, querida‒. Indicó la reina‒. Siéntate, que comenzaremos a arreglarte, para que dejes a mi hijo y a todo el que te vea, deslumbrado.

 Mariana Obedeció y sus hermanas, madre y suegra se pusieron a trabajar. Macarena y Eliza trataron sus manos y pies, pintándole las uñas de plateado con puntos dorados, haciendo que combinaran con el vestido, mientras que la reina e Ysabel se encargaron de maquillarla con colores que resaltaran su piel de marfil y sus ojos marrones.

 Mientras ella se bañaba y las princesas la ayudaban con su cabello, las demás ya se estaban preparando y, mientras las demás la pintaban y maquillaban, eran las princesas las que se cambiaban. Todas eligieron colores oscuros para evitar opacar a la novia.

 Terminada toda la tarea, las mujeres se dispusieron a vestir a la festejada, por lo que todas se levantaron y ayudaron.

‒ ¡wow!‒exclamó Úrsula, quien siempre expresaba lo que sentía. Pero esta vez, nadie la retó, ya que estaban todas igual de impresionadas por la belleza de la que acabaría el día siendo la futura reina.

 Mariana se puso colorada, lo que aumentó su belleza.

 

 Mientras todo eso sucedía en los aposentos de Mariana, en la alcoba de Guillermo ocurría algo parecido.

 Su criado lo despertó con una felicitación y le dejó su desayuno, avisándole que lo acompañarían los señores.

 Cuando Guillermo se levantó para sentarse a la mesa de descanso en que estaba el desayuno, aparecieron Victoriano, el rey, Elías, Augusto y Gastón.

‒ ¡parece que el novio está ansioso!‒dijo Victoriano con tono jocoso, sentándose a su lado y sirviéndose un poco de té‒ ¿no nos podías esperar antes de elegir lugar?

‒no, pero si quieres, te lo recordaré cuando te toque a ti que te echen el lazo‒. Respondió Guillermo, partiendo un pedazo de pan y mojándolo en su taza.

 Ante la cara que puso Victoriano, el resto de hombres no pudo hacer otra cosa que reír de buena gana.

‒ ¡no, gracias! ¡Antes muerto que cazado!

 Ante este intercambio de palabras, Jankin rió, cosa que a sus hijos les resultaba extraño, ya que el rey era conocido por ser un hombre hosco, que nunca reía por nada, que todo le parecía de  importante seriedad.

 Pero, aunque la actitud del rey generó sospecha en sus hijos, los demás hombres no mostraron signos de haberse dado cuenta, por lo que el novio y su hermano guardaron silencio y todos se dispusieron a desayunar.




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