Mi hermano ahora tenía una familia. Una esposa, dos hijos. Antes solo éramos él y yo. El los inmovilizaba y yo los acababa. Éramos el par perfecto, no había perdida si los dos estábamos juntos.
Si alguien me golpeaba, él se los devolvía. Nunca toque el suelo. Porque el siempre cayó primero antes que yo. Los abrazos eran escasos, pero las sonrisas abundantes. Nunca llegue a sentirme realmente solo, porque en el fondo sabía que pasara lo que pasara siempre nos tendríamos.
Me agrada que el haya crecido, que tenga lo que siempre quiso y anhelo. Ahora fue mi turno de caer. Esta vez él no estaba para amortiguar mi caída, pero era algo necesario para darme cuenta de la cruda realidad de la que quise hacerme el ciego siempre. No tengo nada, nada que me importe.
La vida se volvió monótona, aburrida, sin chiste. El dinero ya no llena mi vida, tal vez nunca la lleno en realidad. Ahora voy cada día a la casa de mi hermano buscando sentirme lleno con algo que no me pertenece. Y lo miro esforzándose por ser un gran padre, aunque eso siempre lo demostró conmigo.
Pero la vida me dio una bofetada de realidad. Y como siempre mi hermano salvo mi vida. Cuando la trajo a mí. Cuando la puso enfrente de mí. Ella fue ese acelerón que mi pausada vida necesitaba.
Fue esa nueva droga, un latigazo de adrenalina, un sudor frío. Un deseo. Fue ese giro de 180 grados. Fue la primera y la única persona que me hizo sentir nervioso. Torpe, sin salida. Con vida
Cabello liso, blanco platinado. Su piel era la más blanca que había visto. Sus labios pintados con un rojo fuerte. Su mirada era una daga que amenazaba con apuñalarte directo en el corazón.
Ojos azules. Como mi ansiada alma. Cada vez que ella me tocaba, era como una caricia. Esa sonrisa burlona. Como la de Ran. Con respuestas mordaces, ella tomaba lo que quería y lo hacía suyo. Esa sed de peligro.
Ella era adictiva. Me hacía clamar por su atención.
Ella no era sumisa. Era dominante, de las que te montan. No le gusta estar abajo. Vestidos ajustados, pero sin escote y al alto de la rodilla. La perfecta combinación de sexi, elegancia y pureza.
Media talvez 1.69, pero esos tacones negros. Le sumaban unos seis centímetros, y le sumaba energía a mi vida.
Nova Fredly.
Ese era su nombre, si alguien que no debía, mencionaba su nombre. Le estallaría la boca de un disparo. Si alguien la tocaba, lo golpearía hasta la muerte. Si ella desaparecía, yo también lo haría.
Ella me hizo sentir vivo. Me dio algo que buscaba... Amor. La manera en que me besaba. Con deseo, pasión, rudeza y suavidad. Con ella no había una sensación, había miles.
Y siempre estuve yo. Para cargarla en mis brazos, cada noche, para tomarla de la cintura y dispararle al tipo de enfrente. Para callarla a besos.
Ran y ella, parecían gemelos, ambos disfrutaban de volver locos a las personas, de burlarse y escupirles en la cara. Ran era el diablo, pero ella era... Indescriptible.
--¿Qué pasa? Acaso te pongo nervioso. Ran dijo que eras superior a todos. Pero veo que solo eres un niño que se ha quedado mudo.
Ella disparo directo a mi corazón. Y esa bala nunca salió. Tomo mi cinturón y me amarro a la cama. Pero la verdadera cadena se instaló dentro de mí. Yo no estaba dentro de su cuerpo, ella ya estaba dentro de mi ser y no parecía querer salir de ahí nunca.
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Editado: 22.11.2024