Estoy aquí —tumbada en mitad de la oscuridad con lágrimas en los ojos— tratando de entender qué sucede en mi mente. Solo quiero averiguar por qué sigue doliendo; por qué el aire parece haberse esfumado y mis pulmones siguen rogando por algo de oxígeno.
«Quiero a alguien como tú, pero no a ti». Esas fueron exactamente las palabras que terminaron de romper lo poco que quedaba de mi corazón.
Rota, destrozada, hundida.
Supongo que estar en mitad de una crisis existencial tendrá algo que ver con mis pensamientos ligeramente destructivos y necesidad de desaparecer pero, siendo objetivos, ahora soy la nada más absoluta. Mis movimientos son mecánicos, las palabras no encuentran su camino a la superficie y las lágrimas ocupan todas las vías de escape de mi cuerpo. Si pudiera llorar por los codos, estoy segura de que lo haría, aunque tampoco descarto la opción de descubrir cómo hacerlo. Sin embargo, no me atrevo a dejarlas salir, las retengo cautivas en la jaula de la negación, esperando que de un momento a otro todo cambie. ¡Cómo si la vida fuera así de fácil!
Sus besos, caricias y sonrisas matutinas eran una droga a la que me volví adicta. Su voz, joder. Su voz era como una caricia de los ángeles con la profundidad del infierno. Me hacía replantearme cuál quería que fuera mi destino final porque si estaba a su lado, terminar en el Averno no parecía tan mala idea. Me daría igual vivir rodeada de llamas hambrientas y demonios narcotizados por el dolor. Incluso sería capaz de venderle mi alma al diablo si en una de las cláusulas apareciera su nombre en letras doradas asegurándonos una vida plena.
«Caminante, no hay camino, se hace camino al andar». Nunca llegué a comprender las palabras de Machado. Siempre hay camino y todos llevan a Roma, ¿no? No puedo evitar reír al pensar lo ilusa e inocente que llegué a ser; que posiblemente aún sea. No siempre hay camino. A veces la vida te pone en situaciones tan complicadas e inesperadas que tu vista se nubla, tu mente se apaga y el cuerpo se entumece. Es en esas ocasiones, en las que piensas que ya no hay nada que hacer, cuando tienes que recordar que caminando se hace camino.
Así que, aquí estoy, en mitad de una encrucijada sin salida frente a un pozo sin fin mientras el llanto agónico silencia cualquier otro sonido externo, tratando de encontrar mi camino.
Puede que te preguntes qué me ha traído hasta aquí. Él. Yo. Nosotros. Eso me ha traído hasta aquí y todo comenzó una mañana de invierno. Una desastrosa mañana mañana de invierno.
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Nota autora:
Gracias por darle una oportunidad a esta historia. Espero que te enamore tanto como a mí.
Venus.
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Editado: 28.03.2022