Anástasi: El precio de la libertad

Capítulo II

Jamás fui una persona supersticiosa y temerosa a las leyendas urbanas. Muchas ocasiones escuché historias de personas, que juraban por lo más sagrado de sus vidas, haber visto fenómenos extraños y fuera de lo normal. Mi respuesta a sus anécdotas siempre eran las mismas, que aunque no siempre lo decía, siempre lo pensaba: El subconsciente es tan poderoso, que al ser víctima del miedo, puede causar alucinaciones y pesadillas, aun si la demencia no domina esa mente. Además, las leyendas urbanas siempre me parecieron fantasiosas; escritas por alguien que quería hacerse de dinero vendiendo su ingeniosa y bien pensada historia.
Bien jugado.
Aquellos supersticiosos, o simplemente amantes de lo paranormal, pagan por historias como estas, y en solo cuestión de tiempo se propagan y llegan a todas partes. Como un teléfono descompuesto, las historias cambian de personajes, lugares, escenarios y víctimas, pero al final de cuentas, es la misma historia en un elegante, ingenioso y sutil paráfrasis dependiendo la región o cultura del lugar.

Como un pensador racional, siempre viví convencido que todo tenía un lógico porqué. Jamás miré ni presencié ningún extraño fenómeno. Siempre creí que las cosas pasaban por "acción-efecto" provocado solamente por mano humana.

<< Los muertos ya se fueron, —Solía decir todo el tiempo cuando me preguntaban qué tan escéptico era— y el verdadero terror está con los vivos; aquellos que si pueden hacer algo para joderte la vida.
 

Esa noche, todo cambió. Mi filosofía de la superstición y de lo real, fue destrozada en un segundo.

Me encontraba allí, firme y atónito frente al misterioso sujeto que apareció como fantasma a mis espaldas. Lucía justo como lo imaginaba: misterioso y con una postura sólida e intimidante.
Vestía completamente de negro, apenas era visible en medio de la penumbra. Su camisa bien planchada, pantalones rectos, y zapatos relucientes y brillantes, dejaban mucho pensar respecto a él. Una gabardina del mismo color y un sombrero tipo fedora sobre su cabeza, solo confirmaban que no era de fiar.
Su aspecto me recordó a esos viejos filmes donde detectives sumamente inteligentes, de manera implacable buscaban resolver los crímenes más complicados dentro del mundo de la fantasía policiaca.
Aquel sujeto esbozaba una enorme sonrisa. Sonrisa mórbida, como la de un cazador que tiene acorralada a su víctima. Y así me sentía: una liebre acorralada entre tres paredes y un zorro bloqueando su única salida.

— ¿Eres un asaltante?— Pregunté luego de estar estupefacto un buen rato mientras observaba y analizaba su aspecto.

— ¿Crees que soy asaltante?— Respondió tranquilamente mientras abría lentamente su gabardina.

Me mostró que, al menos a simple vista, no ocultaba armas.

— No, no. No... te creo. ¿Qué quieres? —Mi voz seguía temblando.

— ¿Qué más le puedes quitar a un vagabundo? Tratándose de ti, apenas y posees un nombre. Y luego está esa arma con una sola bala, misma que ahora tiene más valor que tú. —Aseguró mientras metía las manos en los bolsillos de su pantalonera.

— ¿Porque estás tan seguro? No me conoces, extraño.

Sentí la necesidad de amenazarlo con mi arma para que se fuera, pero luego de analizarlo bien, sería estúpido e innecesario. No solo sabía mi nombre y de mi condición miserable, sino que tampoco me tenía miedo.

— Te estuve observando desde la mañana. —Dijo mientras su sonrisa desaparecía gradualmente y profundizaba su mirada sobre mí— De hecho, te estuve siguiendo desde hace semanas. Primero conseguiste dos botellas de licor caro. Un trueque por un televisor viejo te dio acceso a intercambiarlo por mejores electrodomésticos, y, cuando tuviste un juego completo y decente de cocina, lo cambiaste por esa vieja arma con una sola bala. Astuto, debo decir. La calle te hizo bueno para negociar con lo robado e ilícito.

No lo podía creer. Todos mis movimientos para conseguir esa arma fueron muy minuciosos y cuidadosos. No me metí en problemas ni involucré a terceros. Nadie debía saberlo, excepto por el vendedor de aquella arma. ¿Porque hablaría de nuestro negocio? El vendía armas ilegales a personas sin permisos, ¿porque arriesgarse?
No. Este tipo en verdad me seguía paso a paso desde las sombras.

— ¿Qué es lo que quieres? —Volví a preguntar desconfiado.

— Alguien que quiere escucharlo de ti. Escuchar que fue lo que te llevó a la deriva del fracaso. Escuchar que es lo que valía tanto de ella que, en su ausencia, decidiste conseguir una sola arma con una sola bala.

Iba a replicar, pero no podía detener el temblor de mi boca. Se refería a Elizabeth sin duda. Ahora no sólo estaba intrigado por saber quién o qué era, sino atemorizado y acosado por su presencia.

— ¿Acaso fue su fragancia a lavanda? ¿Su entumecedora sonrisa? ¿Su mirada tan profunda y noble? ¿Su admirable bondad? ¿Qué fue, Mike? ¿A falta de qué te volviste tan miserable? ¿A falta de que elemento dejaste de creer en todo?



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En el texto hay: accion, suspenso, venganza

Editado: 24.06.2019

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