Anástasi: El precio de la libertad

Capítulo XI

Un leve frío en la parte trasera de mis orejas me despertó; agua sin duda. Una jaqueca muy débil me molestaba, y mi vista desubicada y borrosa no estaba ayudando. Pronto me di cuenta que, al sentir una frescura liquida también en mi espalda, la parte trasera de mis piernas y mi nuca, estaba acostado en un charco o algo parecido.
Al abrir los ojos e ir recuperando gradualmente la vista, me encontré con un agradable panorama. Era un ambiente totalmente oscuro y brillante a la vez; una noche muy oscura sin luna que se pudiera imaginar. Un hermoso, brillante y casi imposible cielo cubierto de estrellas lo adornaba. Estrellas que solían ser mucho más grandes y brillantes de lo normal.
Sorprendido de lo que estaba mirando, me senté sobre la superficie húmeda, y al instante, me di cuenta de lo que había a mi alrededor, justo bajo mi humanidad.
Me encontraba reposando sobre un enorme lago. El lago era muy real, y por alguna razón que desafiaba las leyes de la física, podía caminar sobre la superficie acuosa. Era como estar parado sobre una superficie cristalina y sólida con increíbles efectos tridimensionales, simulando así, un movimiento del agua y el contenido de su interior idéntico a cualquier otro.
Allí estaba yo, mirando sus rocas en el fondo del lago y todo lo su interior gracias a la luz natural producida por las brillantes estrellas.

Después de quedarme anonadado por algunos minutos, como si fuera un pequeño infante, intenté tocar un bagre se paseaba justo bajo mis pies.
Me acosté sobre mi regazo y metí mi mano al lago presionando contra la superficie. Pude sentir el frío del agua en todo mi brazo, y solo miré como el bagre nadó profundamente antes de siquiera tocarlo. Enseguida saqué mi brazo, y como sospechaba, estaba completamente empapado.
Posteriormente me puse de pie y contemplé con detalle alrededor del lago. A lo lejos, frente a mí, se podían observar unos pinos muy altos; era el final del lago al parecer. A mis costados y a mis espaldas no se podía mirar el final del lago, por lo tanto, decidí caminar hacia los pinos.
Todo ese paradisiaco y surreal lugar, era increíble y sumamente bello. No había ni un solo ruido, excepto por el que producía al caminar o agitar las aguas con mi mano. Era como si el lago estuviera fusionado con el espacio exterior. Sentía como si caminara por la vía láctea en un suelo sólido y líquido a la vez.

Debí haber caminado unos quince minutos sin parar, para luego darme cuenta que, por más que lo hacía, no estaba ni cerca de los pinos.

<<Alucinación o sueño, sin duda y nuevamente es obra de Hawkins. —Pensé— ¿Pero qué clase de sitio es este? >>.

Resignado de caminar, y sabiendo que no llegaría a ningún sitio, me recosté en la fría y húmeda superficie acuosa y me puse a contemplar el estrellado y brillante cielo de ensueño.
Fantaseaba como sería estar con Elizabeth en ese fantástico lugar. Sin duda estaría encantada y no dejaría de moverse de un lugar a otro como si fuera un niño curioso en un enorme parque de diversiones. Casi pude imaginarla dando vueltas sobre sí misma mientras reía alegremente. Ella solía ser así: curiosa, aventurera, y alegre en todo tiempo. Encontraba un deleite impresionante en cosas sencillas, y sobre toda cosa existente, amaba los paisajes y la naturaleza misma.

Debió haber pasado una media hora más; eso o mi noción del tiempo se había averiado debido a tantas emociones fuertes.
Cerré mis ojos e intenté dormir. Ese lugar era muy relajante, y a pesar de su silencio absoluto, uno casi perfecto que hasta era perturbador, su vista era espectacular. Añadiéndole su increíble superficie acuosa brindaba un espacio perfecto para pensar.

— Te miras cómodo. —Hawkins apareció frente a mis pies entrecruzados mientras dormitaba.

— Es impresionante. Espero y esto no sea un sueño, o ahora si te romperé la cara. —Respondí sin siquiera abrir los ojos, moverme o sorprenderme por su aparición.

Era Hawkins después de todo; aparecía y desaparecía cuando quería y donde quería. Después de todo, él me había traído a este lugar de un modo que desconocía, y por ende, aparecería en cualquier momento.
Lo estaba esperando.

— Me alegra que ya estás tranquilo. —Me dijo Hawkins y escuché que se sentó sobre el agua.

Acto seguido, abrí los ojos y también me senté para poder mirarlo.

— Eso fue horrible. —Hice mi reclamo y lo señalé con mi dedo índice de forma acusadora— Estuve a nada de sacarte los ojos.

— Tenía que volver a hacerte entrar en razón. —Replicó Hawkins, calmado y dócil como siempre.

— ¿Con que objetivo?

— Te lo acabo de decir: Razón. Palabra simple que puede mover montañas.



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En el texto hay: accion, suspenso, venganza

Editado: 24.06.2019

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