Anástasi: El precio de la libertad

Capítulo XII

En una desesperada bocanada, aspiré todo el oxígeno que pude. Antes de cuestionarme donde estaba y que había sucedido, cubrí mi cabeza y la enrosqué entre mis rodillas. No dejaba de temblar ni de sollozar aterrado. Era de esperarse mi condición, pues sentí como cada centímetro de mi piel, músculos, y huesos se deshacían dentro de esa especie de niebla, como si me hubieran lanzado vivo a lava ardiente. Cada sensación fue real, y aunque el dolor físico se había ido, seguía aterrorizado y perturbado por completo.
En mis oídos solo resonaban las súplicas de Elizabeth por ayuda mientras trataba de controlar el temblor en toda mi humanidad. No había sentido cosa semejante en toda mi vida, y la idea de volver a experimentar algo parecido, me revolvía las entrañas del miedo. El solo recordarlo me hacía desear la muerte de una vez por todas... y mucho más que eso.

— ¿Te vas a quedar ahí tirado todo el tiempo? —De pronto, como un viento repentino y frío, Hawkins apareció delante de mí.

— ¿Por... por qué me haces esto? Ella... ella no se lo merecía.

El llanto se apoderó de mí como pocas veces se lo había permitido. Aun cuando la realidad me pisoteaba cada día, era fuerte y reprimía mi dolor a toda costa.
Todo había empezado aquella vez que dormí por primera vez frente al epitafio de Elizabeth, luego de escapar de prisión. Después de llorar con todas mi fuerzas toda una noche, bajo la lluvia, juré no volver a derramar una lágrima más y superarme.
Fallé un par de veces. Pero la más dolorosa fue el día de mi intento suicida, cuando Hawkins apareció para cambiarlo todo.
 

Mientras tanto, solo estaba ahí tirado; recordando todas las promesas rotas, la miseria, las dudas, la vergüenza, la impotencia, la indecisión y el miedo. Todo aquello me tenían postrado y a su merced. Si Hawkins apareció en mi vida solo para manifestar cada uno de mis verdugos, lo estaba haciendo de maravilla. Ahora, más que desear la muerte, deseaba desaparecer por completo; perder mis recuerdos para siempre jamás... para ya no sentir dolor.

— ¿Y qué te hace pensar que ella está ahí? —Hawkins preguntó en tono de burla— Tu propia demencia te consume, mi estimado Mike, por ende concluyes cosas que no entiendes.

— Solo... solo has que esto termine. Por favor. Te lo suplico.

Para aumentar más mi miseria, ahora le suplicaba a un tipo que no conocía. Pero tenía que hacerlo. No solo estaba deshecho y devastado, sino desesperado por completo.

— ¿Sabes que le depara el futuro a un desertor voluntario de la vida? —Me volvió a repetir la misma pregunta de nuestro primer encuentro, en aquel callejón en el que decidí volarme los sesos.

— Ahora lo sé, por eso te ruego que no me dejes volver allí.

Hawkins rio con malicia y entre dientes unos segundos, lo cual me dejó aún más perturbado.

— No, mi estimado Mike. No lo estás comprendiendo. Aun estas perdido, y mientras no encuentres la salida, nunca podré ayudarte.

Decidí no escuchar más a Hawkins, por lo cual tape mis oídos y apreté mis ojos. Creí que, solo tal vez, por alguna razón solo era una pesadilla más. Desde luego que estaba equivocado, y solo estaba tratando de engañarme sin ningún resultado.

— ¡Arriba! —Aquella voz, misma que pertenecía a esa enorme cabeza hecha por aquel denso y oscuro humo, habló con autoridad.

Abrí los ojos para encontrarme que todo el panorama había cambiado radicalmente. Para mi desgracia, había vuelto a aquel valle caluroso y repleto de árboles secos con cadáveres colgando de sus ramas.
Quería huir, pero mis fuerzas solo me permitieron ponerme de pie con mucho esfuerzo. Sabía que no podía escapar, y por esa razón, derrotado y sin esperanzas, acepté mi destino. Antes de mirar a cualquier otro lado con la intención de escapar, leí con cautela aquellos símbolos que, según Hawkins, era la descripción de un pilar.

Michael Johnson.
Fusilado por medio de sus propios temores y perdido en el recuerdo de una dama que se partió para siempre.
Aunque orgulloso e independiente para sobrellevar sus cargas, sigue perdido.

Sentí una terrible pesadez en todo mi cuerpo al darme cuenta que esa descripción era mía, y al mirar hacia arriba para contemplar al cuerpo colgante, me miré a mí mismo.
Aquel ser con mi misma apariencia, con tristeza y la mirada suplicante, pedía ayuda. Antes de que la tristeza me inundara por completo, al comenzar a gimotear, unas raíces que salieron de la parte baja del tronco ataron mis pies haciéndome caer de manera violenta.
De nada servía gritar, pues no iba a evitar ese crudo destino de ningún modo. Si mi nombre estaba ahí, era hora de pagar el precio.
Las ramas me cubrieron por completo en un segundo, me quedé sin aire, y luego perdí la conciencia.



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En el texto hay: accion, suspenso, venganza

Editado: 24.06.2019

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