Anástasi: El precio de la libertad

Capítulo XIII

— Petricor. —Dije en un susurro mientras aspiraba profundo.

De todas las fragancias existentes, ese olor era mi favorito; insuperable sin duda. Era una de las pocas cosas que tenía en común con Elizabeth antes de conocerla. Todo lo demás: Mi gusto por la vida y el cambio radical de muchos pensamientos e ideales, fueron a causa de ella.
Sin abrir los ojos, trataba de adivinar en donde estaba ahora.

Estaba desnudo, podía sentir el pasto fresco en mi espalda y piernas. En mis entre piernas sentía una extraña sensación difícil de explicar. Mi sexo se había ido, y al tocarme para corroborarlo, solo sentí una especie de corteza de árbol muy delgada y con un corto pastizal encima.

Me puse de pie, respiré profundamente y sentí como un aire mondo entraba por mis pulmones. Asombrado, me puse a analizar más mi situación.
Yo tenía serios problemas pulmonares, pues nunca pude dejar el cigarro hasta que me casé, y en consecuencia, parecía un anciano que tosía frecuentemente y respiraba con cierta dificultad cuando me agitaba. Además, por alguna extraña razón tampoco sentía frío ni calor, a pesar de que donde estaba acostado estaba húmedo.
 

Poco a poco iba recuperando la vista, hasta que al fin, pude mirar a mí alrededor con claridad.
Una enorme catarata caía sobre unas rocas cercanas a mí, y a partir de ahí, se formaba un cristalino río que corría con calma. Estaba fascinado al ver como esa cascada provenía de una isla flotante, y a mí alrededor, y encima también, había muchas islas iguales. Unas terminaban con increíbles cascadas. Otras solo era un conjunto de árboles y plantas flotando sobre la atmosfera. El suelo estaba cubierto por un fresco y verdoso pasto; corto y agradable al pisarlo con mis pies descalzos. Como sospechaba, estaba desnudo por completo, y en mis entre piernas estaba esa especie de corteza verdosa.

— Apuesto a que la sensación amarga de estar en aquel valle se está esfumado. No puedes negármelo, tus expresiones te delatan. —Hawkins, con sus malditos dotes inexplicables de fantasma, apareció a mis espaldas.

— Jamás podría, pero es verdad que este lugar es increíble. —Traté de contestar de mala gana, pero fue imposible. No podía dejar de sonreír por la tranquilidad y felicidad de estar ahí.

— ¿Puedes sentirlo, cierto? ¿Esa paz inmensa y las ganas de ser libre por siempre?

Miré a Hawkins sorprendido, pues fue certero en cada palabra; casi como su hubiera leído mis pensamientos. Me sentía como un niño a la espera de recibir permiso por su padre para salir corriendo rumbo al área de juegos.

— Adelante. —Hawkins asintió en breve, y en un instante, salí a toda velocidad sin rumbo fijo.

Mis pies eran muy ligeros. En cada zancada sentía la libertad absoluta, como nunca lo había sentido. Estaba disfrutando cada instante, y mis recuerdos se volvían polvo por cada metro que recorría a toda velocidad. El hecho de pensar que Elizabeth estaba en un lugar así, me llenaba de alegría y me libraba de tantas pesadas y abrumadoras cargas de conciencia. A decir verdad, aquel sublime y encantador sitio, era demasiado bueno para ser cierto. Un lugar al que, por muy bueno que fuera, jamás podría pertenecer.

Llegué al borde de aquella pequeña isla, y sin pensármelo dos veces, salté al vacío. No tenía miedo de nada. No sentía preocupación por nada, ni cansancio, ni arrepentimiento. Todo eran risas... y nada más.
Aquella caída libre me hizo olvidarme de la realidad, del tiempo y el espacio en el que estaba.
Y eso era malo, pues estaba dejando de ser consciente de todo.
No me importaba nada en lo absoluto. Solo quería caer para siempre en esa eterna felicidad.

***


— Ya despierta. — Algo me abofeteaba las mejillas con fuerzas.

Desperté de golpe, mirando a todos lados con confusión.

— ¿Agradable, no? —Hawkins sonreía de oreja a oreja.

— ¿Qué pasó? ¿Dónde estamos? Estaba cayendo por el infinito cuando entonces...

— Cuando entonces tú conciencia comenzó a desaparecer por el éxtasis del momento. Por eso el jardín Gaya no es para mortales. Las sensaciones que provoca este jardín no está hecha para que los mortales la soporten, por eso, mientras más tiempo pasan aquí, más se vuelven parte del jardín.

— No puedo creerlo. —Contesté preocupado.

Era cierto, pues me estaba olvidando del porque realmente estaba aquí.

— Gaya consume en fuego todo lo que rechaza, eso es lo que te estaba pasando. Pero estabas tan feliz que no pudiste notarlo. Sabía que iba a pasar, así que estuve pendiente para detenerlo.



#12623 en Thriller
#7126 en Misterio
#5158 en Suspenso

En el texto hay: accion, suspenso, venganza

Editado: 24.06.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.