El pánico se apoderó aún más de todos en el camión. La sangre de aquellos hombres muertos se esparcía a través del único pasillo entre los asientos, provocaba un llanto lúgubre y al borde de la desesperación de aquellos niños. Algunos quedaron en shock total. Otros, entregándose al pánico ante la duda y una amenaza incierta, intentaron salir por la puerta trasera.
— Por... por favor... no... no me mate. —El chofer, tembloroso y titubeante, suplicó por su vida. Hawkins se había ido.
— Llame a la policía de inmediato, y traté de calmar a los niños. —Le ordené de manera dura al chofer y guardé el arma.
Al subir al coche, antes de disponerme a conducir, busqué la cajetilla de cigarros que estaba en mi chaqueta. Saqué uno, lo encendí y le di una calada. Suspiré profundo esperando a salir de esa alucinación o que cambiara de escenario, pero no pasó nada.
— ¿Enserio, Hawkins? ¿También quieres probar mis habilidades de escape? Debo ser pésimo en eso. —Dije a la nada pensando en que podía oírme en donde quiera que estuviera.
¿Qué me faltaba? Tomé mi decisión y se suponía que ya debería estar en otro lugar. ¿O acaso, tenía que conducir hasta en donde me encontré a Hawkins en el cuerpo de Bob Taylor en un auto que no era mío, y que no tenía la menor idea de donde salió y de quién era?
Mientras miraba como el humo se acumulaba dentro del auto, giré mi cabeza para mirar una vez más el autobús. El chofer, un tipo menudo de algunos sesenta que parecía el abuelo que todos quieren, abrazaba y trataba de calmar a unos cuantos niños. El caos era evidente, y seguramente esto saldría en todas las planas de periódico y en las noticias locales de mañana.
Y entonces lo miré.
Un niño sin expresión alguna me observaba desde una de las ventanillas del autobús. No estaba asustado, ni triste, ni feliz. Estaba estático y me observaba con atención mientras una niña lloraba desconsolada junto a él. En su rostro, había un poco de sangre, pues seguramente, cuando le disparé a alguno de eso tipos, él estaba cerca y recibió una desagradable salpicadura.
Me quedé asombrado y perdido en su mirada. Mirada que no decía nada ni esperaba absolutamente nada. Entonces, con un sutil y titubeante movimiento, levantó su mano y me dijo “hola”. Por un momento sentí un mórbido escalofrío sin saber que significaba.
¡Brrr! ¡Brrr! Mi teléfono comenzó a vibrar e irrumpió el intercambio de miradas sorprendidas e inexpresivas con ese niño. Era Will.
— Diga. —Contesté de inmediato y un poco exaltado.
En ese momento, el escenario cambió radicalmente y de inmediato. Me encontraba dentro del auto donde transportaba a mis compañeros. Seguía allí, a dos cuadras del lujoso hotel que se acababa de inaugurar. Las mismas luces, calles y transito moderado lo corroboraron. La misma sensación embriagadora después de volver de una alucinación lo confirmaron aún más.
— Por favor, dime que no te quedaste dormido, maldita sea. —Will estaba furioso, la dureza en sus palabras lo delataban.
Editado: 24.06.2019