Anástasi: El precio de la libertad

Capítulo XXVIII

El pánico se apoderó aún más de todos en el camión. La sangre de aquellos hombres muertos se esparcía a través del único pasillo entre los asientos, provocaba un llanto lúgubre y al borde de la desesperación de aquellos niños. Algunos quedaron en shock total. Otros, entregándose al pánico ante la duda y una amenaza incierta, intentaron salir por la puerta trasera.

— Por... por favor... no... no me  mate. —El  chofer, tembloroso y titubeante, suplicó por su vida. Hawkins  se  había  ido. 

— Llame  a  la  policía  de  inmediato,  y  traté  de  calmar  a  los  niños. —Le  ordené  de manera  dura  al  chofer  y  guardé  el  arma.

Al  subir  al  coche,  antes  de  disponerme  a  conducir,  busqué  la  cajetilla  de  cigarros que  estaba  en  mi  chaqueta.  Saqué  uno,  lo  encendí  y  le  di  una  calada.  Suspiré profundo  esperando  a  salir  de  esa  alucinación  o  que  cambiara  de  escenario,  pero no  pasó  nada.

— ¿Enserio,  Hawkins?  ¿También  quieres  probar  mis  habilidades  de  escape?  Debo ser  pésimo  en  eso. —Dije  a  la  nada  pensando  en  que  podía  oírme  en  donde  quiera que  estuviera.

¿Qué  me  faltaba?  Tomé  mi  decisión  y  se  suponía  que  ya  debería  estar  en  otro lugar.  ¿O  acaso,  tenía  que  conducir  hasta  en  donde  me  encontré  a  Hawkins  en  el cuerpo  de  Bob  Taylor  en  un  auto  que  no  era  mío,  y  que  no  tenía  la  menor  idea  de donde  salió  y  de  quién  era?  
 

Mientras  miraba  como  el  humo  se  acumulaba  dentro  del  auto,  giré  mi  cabeza para  mirar  una  vez  más  el  autobús.  El  chofer,  un  tipo  menudo  de  algunos sesenta  que  parecía  el  abuelo  que  todos  quieren,  abrazaba  y  trataba  de  calmar  a unos  cuantos  niños.  El  caos  era  evidente,  y  seguramente  esto  saldría  en  todas  las planas  de  periódico  y  en  las  noticias  locales  de  mañana.

Y  entonces  lo  miré.  
 

Un  niño  sin  expresión  alguna  me  observaba  desde  una  de  las  ventanillas  del autobús.  No  estaba  asustado,  ni  triste,  ni  feliz.  Estaba  estático  y  me  observaba con  atención  mientras  una  niña  lloraba  desconsolada  junto  a  él.  En  su  rostro, había  un  poco  de  sangre,  pues  seguramente,  cuando  le  disparé  a  alguno  de  eso tipos,  él  estaba  cerca  y  recibió  una  desagradable  salpicadura.
Me  quedé  asombrado  y  perdido  en  su  mirada.  Mirada  que  no  decía  nada  ni esperaba  absolutamente  nada.  Entonces,  con  un  sutil  y  titubeante  movimiento, levantó  su  mano  y  me  dijo  “hola”.  Por  un  momento  sentí  un  mórbido  escalofrío sin  saber  que  significaba.

¡Brrr!  ¡Brrr!  Mi  teléfono  comenzó  a  vibrar  e  irrumpió  el  intercambio  de  miradas sorprendidas  e  inexpresivas  con  ese  niño.  Era  Will.

— Diga. —Contesté  de  inmediato  y  un  poco  exaltado.

En  ese  momento,  el  escenario  cambió  radicalmente  y  de  inmediato.  Me encontraba  dentro  del  auto  donde  transportaba  a  mis  compañeros.  Seguía  allí,  a dos  cuadras  del  lujoso  hotel  que  se  acababa  de  inaugurar.  Las  mismas  luces, calles  y  transito  moderado  lo  corroboraron.  La  misma  sensación  embriagadora después de volver  de  una  alucinación  lo  confirmaron  aún  más. 

— Por  favor,  dime  que  no  te  quedaste  dormido, maldita  sea. —Will  estaba  furioso,  la dureza  en  sus  palabras  lo  delataban.



#12633 en Thriller
#7130 en Misterio
#5157 en Suspenso

En el texto hay: accion, suspenso, venganza

Editado: 24.06.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.