— No creí que fueras a venir, sinceramente. Toma asiento, Johnson.
Era el mismo Will de siempre: Medio enojado, medio apresurado al hablar.
— Vine por el expediente. Espero y si sea un documento y no una prueba más.
— ¿Le tienes miedo a las pruebas, Johnson? —Will comenzó a buscar en un archivero el susodicho expediente.
— No tanto, pero es difícil acostumbrarse a ellas.
Will sacó una carpeta y luego me la entregó.
— Dale un vistazo y luego pregunta lo que quieras.
— De acuerdo. —La tomé entre mis manos.
— Antes que lo abras quiero disculparme por mi comportamiento de ayer, pero enserio me hiciste enojar. De cierta forma, lo siento; debí pedirte primero alguna explicación.
— Descuida, no pasó nada. —Fui sincero… por un segundo— Además pegas como niña. Deberías pedirle lecciones a Sara de como pega un verdadero profesional.
Will soltó una risita burlona. Era un hecho: el altercado había quedado atrás.
— No creí que fueras a actuar así. Me sorprendes cada vez más, Johnson.
— Soy un adulto, no un niño.
— Al principio creí que si eras un niño. Uno muy bocón, asustado y malcriado.
— En parte te lo debo a ti y tu maldito entrenamiento. —Volví a ser sincero.
— Aceptaré ese alago, creo. —También fue sincero.
Abrí la carpeta, y lo primero que miré fue al niño inexpresivo. Su nombre real: Carson Hill. Edad: treinta y cinco años. Ya no era un niño, pero tenía la misma mirada mórbida y fría de la alucinación. Era el mismo rostro que me saludó a través de la ventana del autobús con un sutil movimiento con sus pequeños dedos.
Quité la foto y me centré más en sus datos personales. Estuvo en las fuerzas armadas del ejército estadounidense. Francotirador experto, uno que casi nunca fallaba. Estuvo en muchos equipos y expediciones de asalto en el medio oriente, y tal vez de allí, por ser consejero de estrategias militares, ascendió a un puesto mayor. Comandante de operaciones especiales y espionaje, nada mal.
Luego de eso, se retiró de la armada estadounidense. Eso decía la primera hoja, pero desde luego que había más.
La siguiente hoja lo mostraba en prisión, acusado de robar armas al ejército y venderlas en el mercado negro. Después de eso, escapó de un penal de alta seguridad y desapareció por un tiempo. En la siguiente hoja, lo siguiente que miré me dejó impactado. Las torres gemelas en llamas, aquí en Nueva York. Miré a Corson Hill a punto de abordar uno de los Boeing 767. En sus manos había una especie de mapa, y junto con él, Hawkins.
Quedé boca abierta por lo que estaba mirando. En la siguiente hoja, un acta de defunción de este hombre. Corson Hill: Pasajero que iba a New York de visita, muere después de que uno de los aviones fuera secuestrado e impactado en una torre.
— Anda, escúpelo. No tengo todo el tiempo del mundo. Una reunión empezará y pues ya sabes…
— Odias los retrasos, lo sé. Mi cara es la imagen de uno. —Contesté indiferente, pues seguía concentrado en el expediente de Corson Hill— Bien. No sé qué preguntar, así que comienza todo desde el principio.
— Pues empezaré con una pregunta, así que dime, Johnson. ¿Qué tanto sabes sobre teorías conspirativas?
— Que casi todas conspiran contra el gobierno, el nuevo orden mundial y todas esas cosas.
— Pues la mayoría son un montón de basura. Seguramente un drogadicto que fue despedido de su trabajo de gobierno, después de fumarse una bolsa de yerba y comerse algunos hongos alucinógenos, comenzó ver cosas donde no existe nada. Acto seguido, luego de editar todas las estupideces que escribió, las compartió en internet como usuario anónimo. A otro tonto le gustó lo que leyó y cambió algunas cosas: la ubicación, fechas, nombres y comenzó a expandirse como un virus. Aquel que cree en casi todo lo que le dicen, pensara que debe ser cierto. Y allí comienza la búsqueda por el culpable absoluto: El área 51, los Illuminati, el proyecto HAARP, el gobierno o cualquier cosa que se les ocurra. Pero si de algo estoy seguro es que Hawkins existe, y en ese expediente está la evidencia del verdadero autor de lo que fue uno de los ataques terroristas más polémicos de la historia.
— Por lo que dices, y el cómo lo dices, solo me hace pensar que hay algo aquí que no encaja.
— Los medios siempre mienten, Johnson, pero eso no nos importa a nosotros. No hasta que nos involucra directamente, pero jamás atraparán a Hawkins. A algo que existe, pero que jamás ha existido. Pero ese es otro tema. El punto es que los conspiradores tampoco conocen toda la verdad, así que escucha con atención.
Asentí y me puse cómodo. Solo tomé la foto de Corson Hill del expediente para mirarla con más detenimiento.
— Eddie Hill, padre de Corson, trabajó toda su vida para la armada norteamericana y la Interpol. Estaba obsesionado por la muerte, y su hijo heredó esa misma ideología y obsesión. El niño creció viendo lo frágil que es el humano cuando está frente a un arma. Corson, toda su infancia miró a hombres perder la vida, eso sin contar todo lo que su padre le contaba y lo bien que se sentía cada vez que le arrebataba una vida. Y así creció Corson Hill: Esperando a ser mayor, usar los contactos de su padre, y así tener permiso para matar. La diferencia es que él era un genio en potencia, y eso no le gustó a Hawkins cuando lo conoció. Pero Hawkins solo es un intermediario para aquellos que buscan su libertad, independientemente de sus deseos. Déjame decirte que, una vez que caes dentro de algún vicio, nunca es suficiente. Luego, cuando tienes el respaldo de corruptos multimillonarios que desean más dinero, cuando tienes talento y capacidad para manejar cualquier muerte en masa y amas lo que haces con devoción, estás cosas pasan.
Editado: 24.06.2019