Anástasi: El precio de la libertad

Capítulo XXX

PARTE III

EL DIAMANTE

 

— ¿Y bien, Mike? ¿Este lugar te trae recuerdos? —Hawkins me preguntó mientras estábamos en frente de ese edificio tan elegante, mismo donde me convertí en asesino por mis propias ambiciones. Ese donde sellé mi destino para siempre al jalar aquel gatillo de aquella arma con una sola bala.

— De hecho, nunca lo miré por fuera. Pero por está fachada, no me extraña que también se vea tan bien por dentro. —Contesté mientras acomodaba mi corbata.

— Hay que entrar. — Hawkins pintó una sonrisita tranquila en su rostro.

— Voy detrás de ti.

— No, Mike. Está vez yo te sigo. Muéstrame que tanto has progresado. —Me sugirió Hawkins un poco emocionado.

Sonreí extasiado y comencé a caminar hacia la entrada.

— Buenas noches, caballero. —Saludé amablemente a un joven lánguido y alto que estaba rodeado de personal de seguridad— ¿Podría buscarnos en la lista?

Para esa fiesta, igual que en algunos clubes, había una lista de acceso VIP.

— Buenas noches, caballeros. Enseguida. ¿Cuáles son sus nombres, disculpa?

Inventé los primeros nombres que se me vinieron a la mente. El joven comenzó a buscar esos nombres inexistentes en su lista, y mientras proseguía, puse un pequeño papel en blanco sobre la lista.

— ¿Qué es esto? —Preguntó extrañado.

— Obviamente no es dinero, pero podría serlo. —Comencé a ejercer mi poder mental sobre él mientras mis ojos se tornaron oscuros– O también podría ser tu carta de renuncia, misma que tú firmaste.

El chico, por un segundo, al ver con atención la hoja se espantó.

— No es posible… yo… yo no firmé esto. Debe ser un error.

— Tu madre estaría decepcionada luego que le cuentes sobre tu renuncia en uno de los salones más prestigiados de Manhattan, ¿no crees? Así que mejor toma lo que sí es dinero. Págate un lindo teléfono nuevo ¿quieres? Cómprales algo lindo a tu mamá y a tu novia… y déjanos pasar.

El joven se quedó estupefacto mientras miraba la hoja con atención. Después de unos segundos, tomó el papel y lo guardó con cautela en su chaleco.

— Bienvenidos, caballeros. Disfruten de la fiesta. —El joven nos dejó pasar en breve.

Era fácil entrar en la mente de las personas a través del miedo; mi técnica favorita desde luego. Tal vez era mi favorita porque principalmente y a través del miedo aprendí a fortalecer mi mente. Aquel chico, llamado Tayler Gates, pensaba en su novia y en su madre. Planeaba trabajar duramente para algún día comprarle un costoso juego de muebles de cocina a su madre. Deseaba también algún día comprar un coche nuevo para impresionar a su novia y poder salir a pasear los fines de semana con amigos. Mirar que frente a sus ojos estaba su carta de renuncia con todos los motivos y su firma, lo espantó. El terror de perder la aprobación de su madre y el cariño de su novia lo dejó cegado y abierto a recibir un soborno. Desde luego, aquel soborno era más falso que el sol saliendo de noche.

— El estará decepcionado cuando se enteré que dejó entrar a dos tipos a cambio de un trozo de papel. Sí que eres despiadado, Mike. —Hawkins sonrió mientras levantaba sus manos para que los detectores de armas pasaran a través de sus axilas.

— Nunca podré superarte, maestro. —Lo último lo dije con algo de sarcasmo y recordando a Dos Santos.

Entramos al lugar, y la nostalgia del paso del tiempo me invadió en un instante.
Eran los mismos detalles en todas partes. El mismo vino y la música. La misma carpeta roja que conducían hacia los escalones donde había un micrófono.

— Tomemos asiento. —Ordenó Hawkins— Dentro de varios minutos, como ya sabrás, Abdelmoumene hará su aparición para hablar un montón de basura sobre el éxito.  

Lo seguí y tomamos asiento en una de las mesas reservadas. Después, pedimos vino y un mesero se acercó hasta nosotros.
 

Probé el vino, y luego de fingir que lo disfrutaba, hablé con mucha elegancia.

Perrieres Meursault  —Dije y le di otro trago al vino— Domaine Potinet Ampeau. Francés. Muy caro por lo que he oído.

— Efectivamente. —El joven mesero sonrió— Si desean algo más, solo pídanmelo.

— Déjanos aquí la botella. —Hawkins la tomó de la charola como si fuera un niño aborazado y dominado por el deseo de dulces— Puedes retirarte.

— La verdad, necesito algo más fuerte. Comienzo a ponerme nervioso. —Le expuse a Hawkins la inseguridad que sentía por la misión. Mi primera misión, de hecho.

— Te luciste con eso. —Hawkins se rio, como esas pocas veces cuando estaba de buen humor— Debiste ver tu cara. En verdad parecías un europeo con alto conocimiento de vinos y un paladar exquisito.  



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En el texto hay: accion, suspenso, venganza

Editado: 24.06.2019

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