Anastasia y el mundo de él

Capítulo 30

    Cara casi tenía razón, sí me dieron de alta sin hacer mucho revuelo, aunque lo hicieron esa misma tarde, al parecer hubo un accidente y mi milagrosa mejoría no les interesaba tanto, al menos no como a mí.

    Al llegar a la casa de la feliz pareja me entró un bajón inmenso, la bienvenida fue preciosa, con globos y hasta pastel, sin embargo, algo faltaba y no sé qué era, sólo sé que sea lo que sea me dolía. Hice todo lo posible por parecer alegre y agradecerles por lo que estaban haciendo por mí, hasta que finalmente alegué estar cansada y me marché a dormir.

    A los adultos no les sorprendió y me lo creyeron, sin embargo, a Ema no lo pude engañar, por lo que minutos después estaba sentado al borde de mi cama.

    —Sé que no estás dormida —dice tras unos minutos en total silencio, minutos en los que ni siquiera estaba mirándome— ¿Pasa algo?

    —¿Algo aparte del hecho de que sané en menos de doce horas?

    —Tampoco me puedo explicar eso, sin embargo, no debes preocuparte, encontraremos una explicación, tú no tienes que alarmarte —Toma mi mano y la besa— aunque también sé que no es sólo eso lo que te atormenta.

    —Siento como que me falta algo...—callo abruptamente al darme cuenta que lo estoy diciendo en voz alta.

    —¿Algo? —Sin embargo ya es tarde, el rostro de Ema se desfigura por la sorpresa y probablemente también el dolor, sé que si pudiera haría aparecer ese algo— ¿Algo como qué?

    —No lo sé, sólo es una sensación, no me hagas caso, tal vez sea la conmoción de todo lo que está pasando.

    Evito su mirada, en el fondo sé que es una mentira, aunque el mayor problema es que no sé cuál es la verdad ¿Cómo evito mentirle si ni siquiera yo sé cuál es la verdad?

    No responde, sus preciosos ojos celestes casi blancos recorren mi rostro, pero se mantienen en silencio. Posa su mano sobre mi rostro, provocando que cierre los ojos, su tosca piel sobre mi suave mejilla.

    —Descansa, mañana será otro día —Posa sus labios sobre mi frente y los deja allí unos segundos, al apartarse apenas lo hace— ¿Quieres que me quede contigo hasta que te duermas?

    Afirmo, incapaz de arruinar el eco que su voz deja en la habitación, sin poder creer aún en su capacidad de saber qué quiero y necesito.

    Muy a mi pesar retira su mano de mi mejilla y se recuesta a mi lado, abrazándome y permitiendo que acomode mi cabeza en su hombro.

    Así es como consigo dormirme, como logro apartar todas las locas ideas de mi mente, las que son tan absurdas como el hecho de que un hada haya tirado polvo sobre mi vientre y por eso sanó tan rápido. Otras ideas un poco más lógicas, o al menos para la nueva perspectiva del mundo que he adquirido junto a mi novio y a su familia, tal vez una bruja interfirió en la sanación normal de mi cuerpo.

    El mayor problema es la razón ¿Por qué a mí? Estoy segura que en ese hospital hay gente que sufre más, que está más sola y que necesita más ayuda, por eso me alarma tanto lo que pasó, no me estaba muriendo y una bruja acudió a ayudarme sólo por el hecho de que tenga buen corazón, aunque eso sea muy a pesar de las creencias de mis suegros.

    Sin embargo, ese no era el caso, por eso me inquieta tanto lo sucedida, por eso y por el hecho de que ya dudan de que puedo ser una bruja ¿Ahora creerán que tengo relaciones con alguna o algo así?

    Pero nada de eso importa, no esta noche, no con Ema a mi lado, al menos no sabiendo que él no tiene dudas, sobre mi o sobre lo que ha pasado, sabe que no fui responsable y con eso me basta.

    Por ahora.

 

 

    —Soldadita —Siento el aliento de Ema en mi oído, mientras intenta despertarme—, despierta, no quiero creer que quieres asistir a la reserva natural a limpiar jaulas de animales.

    Por mi garganta sube un ruido de queja, me pego más a él y hundo mi rostro en su hombro, la luz me molesta.

    —Vamos, deja de vaguear, si quieres ir debes levantarte ahora.

    No le respondo, lo cual es un gran error de mi parte ya que me hace cosquillas, me retuerzo intentando escapar de él mientras río a carcajadas, tan fuerte que apenas puedo respirar.

    —Buenos días —Ema besa mi frente y sale.

    Intento seguir durmiendo, no obstante, ese tonto hizo que me suba la adrenalina por las cosquillas, así que me levanto quejándome y arrastrando los pies, como si así consiguiera que el cansancio se me pase, o las pocas ganas que tengo de agarrar la ropa y bañarme.

    —Permiso —río ya que Cara entra antes de terminar de hablar— ¿Lista? —Me examina sonriente y ríe— No, báñate tranquila y luego salimos.

    —¿Qué hora es? —Me friego los ojos.

    —No responderé eso, probablemente si te lo digo sacarás energía de no sé dónde y me matarás —Ella vuelve a reír y se marcha.




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