La despedida es corta e insulsa, no puedo evitar preocuparme un poco por el mal humorado de mi amigo, en parte tengo la seguridad de que es por Tony y por otra parte también temo que sea por otro motivo.
Apenas la puerta se cierra tras nosotros me quedo maravillada, no sólo porque a pesar de que la tormenta persiste estoy seca, sino además porque, aunque a mí alrededor no se puede ver nada a más de dos pasos de distancia, aun así puedo ver claramente el pelo de mi amigo, el cual, literalmente, brilla.
Ema siempre bromea con que mi cabello parece fuego, pues acabo de descubrir que está equivocado, especialmente porque el mío no emana luz propia, como sí lo hace el de mi acompañante.
—Oye, cabello de fuego ¿Cómo logras que tu pelo se vea así? No me refiero sólo al brillo, sino también al color.
—Es así naturalmente, siempre lo he tenido así.
—Si, como no —Pongo los ojos en blanco y mi tono más sarcástico no puede ser.
—Es en serio —Se coloca a mi costado, de tal forma que pueda ver la seriedad en sus ojos lo que aumentar la afirmación que con su voz ya queda más que clara.
Miro a otro lado avergonzada, que se comporte como lo hace provoca que me sienta así, como si fuera una aberración por mi parte el hecho de dudar de sus palabras. Incluso puedo oír una voz que claramente susurra ¿Cómo eres capaz de hacer una cosa así?
—¿Por qué crees que Keith se pone de tan mal humor cuando estás presente?
Me siento tan incómoda con la situación que me veo obligada a romper el silencio, normalmente no me molesta, no obstante, cuando me siento incómoda es como si me estuvieran clavando un puñal, el cual retuercen a cada segundo que pasa.
—No es su culpa —Tony suspira, ahora parece apesadumbrado—, él sólo me ve como el mayor peligro que jamás ha existido y en parte tiene razón. No es bueno que esté aquí, soy como una pieza de Jenga, el juego ese de la torre en el que tienes que sacar fichas y ponerlas en la sima sin derribarla ¿Lo conoces? —Afirmo—Bueno, la cuestión es que en cualquier momento puedo hacer que todo caiga, consiguiendo no sólo arruinar a las personas que están cerca, si eso pasa, el mundo tal cual lo conocemos dejaría de existir.
Me gustaría sonreír al escucharlo decir una frase tan trillada y dramática, lamentablemente hay algo en él, tal vez todo él, que me provoca una sensación de certeza que jamás he sentido. Quizás sea la sinceridad de sus ojos, o la tensión de sus hombros, como si realmente cargara con ese peso. O la angustia de su voz, como si efectivamente pudiera verse provocando tanta destrucción, o tal vez sea la actitud de Keith, quien siempre mira receloso al chico de cabello de fuego, como si temiera que realmente explote en cualquier momento y se transforme en un gran agujero negro que lo trague todo.
Tal vez simplemente sea el conjunto de todas esas cosas, las cuales no le dan ni un poco de cabida al sarcasmo, ni mucho menos al dramatismo.
También hay que sumar el hecho de que por alguna extraña razón Tony no suena como alguien que se quiere hacer la víctima, él simplemente me está contando un hecho real. Es más, lo que él realmente quiere es que no me enoje con mi otro amigo por tratarlo como lo hace, tampoco está justificando al otro, sólo quiere que entienda y que me ponga un poco en su lugar.
Sí, es probable que yo no actuara de la misma forma, especialmente porque Tony mira a Keith con mucho cariño, como si alguna vez hubieran sido grandes amigos, tal vez familia. Si alguien que me mira así se vuelve una amenaza no creo que pueda actuar como mi amigo, porque generalmente uno debe ser correspondido, parece un lazo demasiado fuerte como para ser de una sola vía.
—No sé qué decir… —suspiro y cierro los ojos unos segundos.
¿Qué le puedo decir a alguien que carga con algo tan pesado? Algo que parece tan real y peligroso. Algo de lo que no sé nada, sólo el miedo que causa en quienes sí saben lo que sucede y además parece que ninguno está dispuesto a contarme la historia completa, me faltan herramientas.
—No tienes que decir nada… —Anthony hace una mueca, me suena tan poco decir sólo Tony, además amo ese nombre— Tú no tienes que preocuparte de nada ¿Si?
—No, claro —Vuelvo a poner los ojos en blanco—, sé que no quieres explicarme lo que sucede, sólo quiero que sepas, que pase lo que pase puedes contar conmigo. Sé que apenas nos conocemos y aun así te aprecio, a esta altura ya he aprendido que no debo cuestionar demasiado las cosas que hay en mi vida, por eso no pienso cuestionar este extraño vinculo que siento que nos une, a cambio espero que jamás cuestiones que siempre podrás contar conmigo.
Él se detiene y se gira, ambos lo hacemos en realidad, por lo que quedamos uno frente al otro, en el pequeño espacio protegidos de la lluvia, su mirada es tan intensa, intenta decirme tantas cosas y callar tantas otras.