Si soy sincera, no sé mucho de biología, sé más lo que he aprendido por mí cuenta que otros medios. Por ejemplo, sé que en cosas diarias el cuerpo se fortalece.
Si hay algo que reniego constantemente de mi cuerpo es mi piel, no porque sea seca o cosas por el estilo. Es porque parece una niña caprichosa y mimada, por ejemplo, si me pongo un champión nuevo, da igual si es bueno, malo, si realmente es nuevo o heredado, no importa nada, mis pies se llenan de heridas siempre, o son ampollas en el talón o en la almohadilla, o en los dedos. En fin, por cualquier lado, depende de por donde se le dé en ese momento.
Aunque también sé que, si curo la herida y sigo usando el mismo calzado, con el tiempo la piel comenzará a curtirse y así se protegerá a sí misma, evitando daños mayores. Imagino que en mayor o menor medida eso le pasa a todo el mundo, la cuestión es que, si dejo de usar ese calzado por un tiempo, como un mes, cuando vuelvo a usarlo vuelve a lastimarme y eso me molesta muchísimo.
¿A qué viene todo esto? Bueno, es porque intento averiguar si mi corazón también puede curtirse, tal vez si le doy unos días sea capaz de soportar la mirada de Ema y así pueda aprender a vivir con su incapacidad de aceptarme como soy.
¿Cómo lo hago? Primero agradeciendo a mi madrina por ponerme en penitencia y segundo inventando cualquier excusa para no pasar la tarde pensando en él.
Por ejemplo, hoy le escribo a mi primo, preguntándole si va a estar disponible, a pesar de todo lo que hay en mi mente aún no puedo quitarme de encima el mal humor de Arnold. Es algo muy raro en él, es decir, mi primo es una persona muy dulce y cariñosa, no puedo imaginarme qué lo tiene tan mal, él siempre trata de verle el lado positivo a todo, especialmente si sus seres queridos están pasando por un mal momento.
Lamentablemente para llegar a casa de mi primo primero debo afrontar todo un día de clases, encerrada en una habitación con muchos adolescentes, los cuales no sólo adolecen cada uno de sus problemas, sino que además yo adolezco lo mismo que todos ellos... al mismo tiempo.
¿Se lo imaginan? Sí, hay algunos que están felices por algunas cosas, sólo que la mayoría no lo está ya sea por problemas reales y muy importantes, o por problemas menos importantes, como que sus madres pretenden que ayuden en las tareas de la casa.
Para colmo, estos últimos problemas son los que más retumban en mi cabeza y provocan que pase la mitad de la clase de inglés tirada sobre mi asiento, temblando y sudando, por suerte casi nadie me presta atención y sólo son cuarentaicinco minutos.
Casi, implica que Ema, Keith y Matías notan mi estado, el último se burla mientras sale al pasillo seguido de su sequito de desesperadas para esperar que venga el siguiente profe.
—Creo que debemos llamar a tu madrina para que te lleve al doctor —Ema se levanta apenas suena el timbre—. Yo la llamo, tu tranquila.
—No —Esa única palabra sale de mi garganta con mucha dificultad—, no la llames, está trabajando, no estoy tan mal, sólo me siento un poco mareada.
Además, no quiero que me vea así, ella me ve como una bruja muy poderosa, no quiero decepcionarla, especialmente no con el mismo poder que ella tiene y es capaz de manejar, incluso es tan buena que puede vivir con las emociones de sus seres más cercanos.
—Ve a traerle agua y algo para que coma, algo dulce para que haga efecto inmediato y algo salado para que no se vuelva a sentir mal.
Por suerte, como siempre, Keith llega para salvarme.
—¿Tu qué sabes de lo que le está pasando?
Ema se escucha muy molesto, creo que la preocupación y los celos no son un buen cóctel.
—Más que tú se nota ¿Vas a quedarte cuestionándome o vas a ayudar a tu novia antes de que se ponga peor? Además, no estamos en recreo, si no quieres una falta apúrate.
Ema mira feo a nuestro compañero y se marcha.
Para mi sorpresa quien me salvó sale tras mi novio, aunque para mi suerte no tarda más que unos segundos en volver.
—Sólo me estaba asegurando de que realmente se fue —Se ve tan tranquilo al explicarme su plan—, ahora dime ¿qué pasa? Noto que es tu magia la que causa este malestar, sólo que no puedo descifrar qué es, pareces una bruja que no recibió sus poderes.
—Empatía —Escupo la palabra, asqueada de saber que tengo esta maldición.
Keith palidece de la sorpresa y yo siento como si me dieran un palazo en la nuca ¿Por qué las emociones ajenas se sienten como si me hirieran físicamente?
—No puede ser, se supone que ya descubrimos tus tres poderes ¿No? O será que...
Keith me ve aún más sorprendido que antes.
—¡Deja de sorprenderte! —Se me escapa un sollozo al gritar, por lo que me abrazo a mi vientre.
Aun así, puedo sentir como si el mundo se moviera a mi alrededor, aunque mis ojos estén fuertemente cerrados y mi cabeza apoyada contra el banco.