Anastasia y el mundo de ella

Capítulo 39

    —Hola Keith —Mi madrina lo saluda sonriente, se llevan bien— ¿Se puede saber a dónde llevarás a mi ahijada?

    Él le regresa el saludo y al responder se acerca lo suficiente como para que yo no oiga, ella afirma, totalmente de acuerdo de que vaya a Dios sabe dónde.

    —¿Por qué no puedo saber a dónde vamos? Mira que aún puedo decir que no.

    —No lo harás —Mi amigo vuelve a subir a su moto y extiende su mano para ayudarme—, tu curiosidad no te permitirá perder la oportunidad de saber algo, lo que sea.

    Me siento tan avergonzada de que me conozca tan bien que termino subiendo a la moto sólo para disimular mi vergüenza y me coloco el casco para que nadie la vea.

    El viaje dura un par de horas, luego de salir del área metropolitana casi no vemos civilización, gran parte del camino está compuesto de campo y más campo.

    Después de las dos primeras horas nos detenemos junto a un monte y nos bajamos de la moto en total silencio.

    —¿Ya llegamos?

    No me responde, simplemente sigue caminando y no me mira, por lo que le sigo, cada diez pasos miro la moto, sólo para asegurarme de que no nos alejamos demasiado.

     Cuando llegamos al pie del primer árbol Keith se tira sobre el pasto, en ese momento me entra el pánico.

    —¿Estás bien? ¿Por qué dejaste la moto junto a la ruta?

    —Tranquila, sólo quiero descansar un poco.

    Le pateo el champion en señal de que estoy enojada y luego me recuesto a su lado, disfrutando del sol que nos da directo en la cara.

    Desde que salimos me estaba congelando y eso que vine bien abrigada, pero hasta ahora, que el sol está haciendo su magia sobre mí, no me había dado cuenta de cuánto frío sentía y eso que ya casi estamos en primavera.

    —Sólo queda como una hora más de viaje, pero quería detenerme un segundo y apreciar mejor el paisaje, además me duelen las manos de estar acelerando, nunca he andado tanto tiempo en la moto y mucho menos por la ruta.

    —La próxima vez avísame así no me asusto, sólo di que quieres parar, no te hagas la estrella.

    —Los siento Zarina.

    Nos quedamos unos diez minutos más allí acostados, en todo ese tiempo no pasa ni un sólo vehículo, tal vez sea porque las personas en estas vacaciones van a otros lugares, pero como no sé bien dónde nos encontramos no importa.

    Aunque siendo sincera no sé a qué lugares puede ir la gente en esta época del año, ni en ninguna, las vacaciones no suelen ser una opción para mí, por lo que no tengo idea de cuáles lugares suelen ser interesantes para vacacionar.

    A nuestro alrededor sólo hay árboles, tal vez porque Keith se detuvo en un lugar donde a ambos lados de la ruta los hay, si el patrón sigue como hasta ahora, a unos metros, cuando termine el pequeño monte, encontraremos nuestras típicas semillanuras con ganado pastando tranquilamente.

    —¿Vamos?

    Mi amigo se para frente a mí y me extiende su mano para ayudar a levantarme.

    La tomo, él me levanta de un tirón, rápidamente me toma de la cintura y pega sus labios a los míos, no puedo evitar quedarme paralizada por unos segundos, los cuales parece que no pasaran para mí, aunque sé que sí pasaron porque noto cómo Keith comienza a incomodarse, por lo que le regreso el beso.

    Al hacerlo vuelvo a notar que una parte de mí desea el contacto, que incluso lo ansiaba, tal vez sea esa parte la que me lleva a rodearle el cuello con los brazos y enterrar mis dedos en su rubio cabello.

    De todos modos, se siente raro, disfruto el beso como disfrutaría un abrazo demasiado largo, lo haría sólo por el hecho del contacto con personas que me importan, sin embargo, no es algo que disfrute realmente, no como debería, no como con Ema.

    Keith se aparta antes de que esa idea se forme totalmente en mi interior, por suerte, no quiero volver a apartarlo de un empujón, la primera vez me sentí horrible por corresponderle y finalmente apartarlo así, esta vez sé que me sentiría mucho peor.

    Él sonríe abiertamente, como si acabara de sacarse el Cinco de Oro o algo por el estilo y sin mediar palabras sigue su camino para que podamos llegar a nuestro destino pronto.

    Como ya había dicho llegamos una hora después, nuevamente nos detenemos junto a la ruta, la cual esta vez está rodeada por un inmenso monte, no como la vez anterior que sólo había algunos arbolitos, no, esto realmente es un monte.

    —Haz un hechizo para que sea invisible.

    Fulmino a mi amigo con la mirada.

    —¿Pensaste qué hechizo puedo hacer? Ya ayer intenté hacer uno y fue horrible.




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