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…c…
La soledad era algo que había temido por mucho tiempo, no era bueno para mi pasar tanto tiempo conmigo mismo, porque había descubierto cuan destructivo era eso. Sin embargo, siempre he sabido disfrutar de un par de horas de soledad, siempre y cuando estuviera acompañado de un entretenimiento como la lectura.
A diferencia de Fallenbelt, la biblioteca de Balteum era más grande, fría y llena de rincones que te brindan privacidad si así lo deseas. Pero desde que comencé el siclo escolar apenas y había tenido tiempo para tener un momento como este, un en que no hubiera ojos grises persiguiéndome, un par de primos y amigos caóticos, ni una rubia arrasando con mi mundo.
Jodidamente genial.
Estaba haciendo correcciones y cambios en mis respectivos trabajos finales. Humanidades había resultado bastante complicado, cosa que no era de extrañarse. Pero mis notas debían ser perfectas tal y como se esperaba de mí. Él no solo quería que me arraigara a nuestro linaje perfecto y me encargara del grupo de Immundus que amenazaba con ella, también esperaba buenas notas y un buen desempeño en el equipo de rugby ahora que estaba dentro. Aún recordaba su sonrisa satisfecha hace unas semanas cuando nuestro equipo le gano a ese quipo de humanos de otra escuela, también recordaba lo aliviado que me sentía sabiendo que Sienna tenía sus lecciones con el Meissa Bowles a la misma hora y llego cuando él ya se había ido.
—Tu rostro se relaja cuando lees, ha sido así desde que eras un niño y te encontraba escondido detrás de los sillones de nuestra biblioteca.
Levanté la vista de mi libro encontrándome con los ojos azules de mi madre. Cabello rubio perfectamente recogido y ropa a la medida.
—¿Qué haces aquí? — La saludé besando ambas de sus mejillas.
Me envolvió en un abrazo rápido antes de contestar.
—Elena tenía que venir con los muchachos y me pidió que la acompañara. Aproveche para venir a verte.
—¿Sucede algo con el tío Charlie?
—No puedo decirte nada más, Caelum. —Apretó sus labios.
—No me sorprende.
Madre no respondió y se limitó a sonreír mirando a la mesa.
—¿En qué trabajas? —Tomó asiento a mi lado.
—Trabajos finales.
Metí las hojas y libretas dentro de mi maletín.
—No te detengas por mí, cariño. —Se apresuró a tomar mi mano. Me tensé bajo su toque. A veces era difícil estar a su alrededor o interactuar con ella. Había ocasiones en que recibía sus palabras y muestras de cariño con gusto, y otras en las que no.
—¿Cómo esta Ara? —Ignoré sus palabras guardando mis cosas.
—Bien, tendrá su recital navideño en unas semanas y se lo ha tomado muy en serio.
Ella soltó una ligera risa al final.
—Te manda saludos, por supuesto.
Cerré los libros murmurando que iría a regresarlos a su lugar sin esperar respuesta.
No me gustaban las sorpresas, solo los idiotas amaban ser sorprendidos. Que madre estuviera aquí no es algo positivo, sino lo contario. A diferencia de mi padre, hay veces en que ella podía ver a través de mí, sin importar que tanto intentara no dejar caer mis barreras ante ella; no podía saber lo de Sienna, no solo porque ella era una radical como muchos de nuestra raza, sino porque era débil y cobarde. No dudaría en decírselo a mi padre.
De regreso con mi madre no pude evitar preguntarme ¿padre la ha enviado? Ella no hacía nada sin que él lo supiera y lo aprobara.
—¿Tienes clase? —preguntó poniéndose de pie.
—No, es hora de estudio.
—Quisiera hablar contigo, tal vez ¿Podamos dar un paseo? Amo los jardines de Balteum. Sonrió esperanzada.
—Claro. —Hice un ademan para que caminara frente a mí.
Ambos salimos de la biblioteca en silencio y al girar hacia el vestíbulo nos encontramos con Francis y Félix.
—Su alteza. —Ambos hicieron una reverencia sosa sonriendo a mi madre.
Puse los ojos en blanco. Idiotas.
—No cambian ¿cierto? —Madre saludó a ambos besando sus mejillas. Tuvieron una pequeña charla sobre el estado de salud de Félix “el embrujado” y preguntó por el comportamiento de Francis “él promiscuo”.
—Cuídenlo. —Entregué mi maletín a Félix quien alza una ceja ante mi petición.
Madre se despidió de ambos y salimos por la puerta principal saludando a unos cuantos alumnos que ella conocía.
—¿Regresaras a casa para las vacaciones?
—¿Tengo permiso para no hacerlo? —cuestioné con ironía.
—Solo en las fechas que no importan. Se que sueles pasar esas semanas con tus amigos o en casa de tus primos, pero pensé que te gustaría quedarte en casa esta vez.
—¿Por qué piensas eso? —dije tajante. Debe estar jodiendo.
—Este año tu padre solo estará con nosotros en las fechas importantes.