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14 de enero del 2006, Castelton, Inglaterra.
…c…
—No puedo creer que te haya comprado un jodido Porsche. —Río Enzo con incredulidad a mi lado.
—Debió ser idea de tu mamá —dije girando en una curva estrecha que llevaba al instituto.
De otro modo, no hay manera que él hubiera adivinado lo que me gusta.
—Cuando me contaste, creí que te había dado el auto del abuelo.
El viejo auto del antiguo duque de Kent permanecía guardado junto al resto de su colección en Althorp.
—Me siento en desventaja, tal vez es momento de actualizar mi Aston.
Mi primo añadió con humor.
—¿Podían ser más cliché? —Helena se burló desde el asiento trasero—. Hablando de coches alimentando el estereotipo masculino. Además, los abuelos acaban de obsequiarte el que tienes.
El Sr. y la Sra. Cozakis habían sido los mejores cuando sus nietos cumplieron la mayoría de edad. Helena recibió un collar de diamantes con pendientes a juego del siglo XVIII y toda la colección de temporada de su diseñador favorito. Lo anterior lo supe en contra de mi voluntad. Y Enzo, un estuche de terciopelo con las llaves de un Aston Martin del año.
—Tú compras ropa cada semana y nadie te dice nada.
Una discusión sobre quien era más caprichoso se desató el resto del camino a Balteum.
Al llegar al instituto, estuvimos un tiempo en la explanada en medio de una fila de automóviles con los estudiantes llegando al nuevo semestre. Freddy, quien venía en su auto detrás de nosotros todo el camino, se hizo cargo de entregar mi auto al personal del instituto mientras nosotros ingresábamos a la residencia saludando a todos.
—¡Cael! —Marcus saludó acercándose junto a Tara.
—Par de idiotas —reprendió la chica—. ¿Cómo se atrevieron a faltar a nuestro viaje de fin de año?
—¿Tan mal estuvo? —Enzo dijo burlón—. Creo que Félix está perdiendo el toque.
La rubia lo fulminó con la mirada, pero hizo una mueca en acuerdo.
—Estuvo ebrio casi todo el tiempo, incluso Francis se quejó de él.
Marcus comentó haciendo énfasis en lo último. Es alarmante que Francis se queje de alguien ebrio.
—De verdad se molestó con ustedes.
—Ya se le pasara —repliqué indiferente. Ya hablaría con él más tarde.
—Tú tienes que contarme todo sobre Ibiza —manifestó Lena jalando a Tara.
—¿Van a decirme que paso en realidad? —inquirió Marcus.
Enzo me dedicó una breve mirada.
—Tuve problemas con mi padre, ya sabes.
La indiferencia me salía bastante bien. Igual que mentir.
—Entiendo, Félix tenía otra teoría.
—¿De qué hablas? —Enzo cuestionó intrigado.
Me mantuve impasible.
—Cree que Cael se quedó para estar con Sienna y que tu solo fuiste su cuartada.
La mandíbula me dolía de lo fuerte que la estaba apretando.
—Pues se equivocó —dije.
—Escucha, Cael. Nosotros no vamos a molestarnos si tu….
—Ese jueguito con Sienna se acabó —informé con simpleza—. Sabes que no duró más que unos cuantos meses con una chica.
Marcus frunció el ceño, parecía no estar contento con lo que escuchaba.
—¿Tara te metió ideas románticas sobre Sienna y yo? —resoplé sarcástico.
—Creímos que de verdad te gustaba.
—Lo hacía —aseguré—. Ya no.
—Nunca había estado más contento de escucharte, Hannover.
Félix expresó detrás de mí.
—¿Con que creyéndome un traidor? —cuestioné desafiante.
El chico de ojos miel nos saludó con palmadas amistosas en la espalda.
—Tenía mis dudas.
—¿Resueltas? —Arqueé una ceja con arrogancia.
—Lo suficiente como para festejar hoy en el pueblo ¿Qué dicen?
Enzo me dedicó una mirada extraña, la cual ignoré.
—Por supuesto, se los debemos luego de perdernos el viaje.
—¡Por fin! —exclamó dramático—. Los Hannover están de regreso, comenzaba a creer que los Immundus los habían infectado.
—Jamás.
Francis se acercó gritando algo sobre culos suizos y como no los perdimos. Elara se le unió dándole una mirada de asco para luego reprocharnos nuestra ausencia en una tradición sagrada para nuestro grupo. Cuando Lena y Tara se integraron en el circulo que habíamos formado en una de las esquinas del vestíbulo, una punzada de nostalgia se enganchó a mi mente. Una parte de mi extrañaba cuando todo era así, nosotros ocho y ningún Immundus arriesgando nuestras cabezas.
—No he visto a los demás —mencionó Enzo mientras caminamos a nuestro dormitorio.