**Capítulo 3: Malos sueños y sobre en el despacho**
El sueño vino a mí como una tormenta en la noche, envolviéndome en una mezcla confusa de imágenes y emociones. Gritos desgarradores resonaban en la oscuridad, lágrimas caían en un mar de miedo, y unos ojos grises me observaban desde las sombras con una intensidad que helaba mi sangre. Me sentía atrapada en un remolino de terror, incapaz de escapar de la espiral descendente.
Me desperté en la madrugada debido a eso, exaltada, sudada y agitada. Mi corazón latía con fuerza dentro de mi pecho, como si estuviera tratando de escapar de su prisión. Me levanté de la cama con manos temblorosas y fui a la cocina en busca de algo que calmará mis nervios.
Mas lo que ví allí en la sala me dejó sin aliento; había un tanque grandísimo y ancho, transparente, con una especie de agua verde que lo llenaba. Y dentro, había una niña pequeña de rizos chocolates y piel morena así como yo, mirándome a mí, fijamente, con el miedo abarcando su semblante, mientras sus pequeñas manitos golpeaban el cristal incansablemente.
Mis ojos se abrieron de par en par ante la visión extraña y perturbadora, y un grito se quedó atrapado en mi garganta.
—¿Qué... qué es esto? —balbuceé, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda.
Y de pronto me ví en la oscuridad de mi habitación.... Había tenido, como yo le llamo, dos sueños en uno, más bien pesadillas. Mi corazón martilleaba en mi pecho con desenfreno, buscaba inútilmente calmar mi respiración irregular hasta que poco a poco lo logré. Tratando de calmar mis nervios salí de mi habitación y me dirigí a la cocina por agua, podía revivir la pesadilla de la niña atrapada ahí dentro una y otra vez que hasta sentí una ráfaga de frío rodearme. Revisé cada rincón con cautela, pero no había rastro del tanque aquel ni de la niña atrapada en él. Sacudí la cabeza para despejar mi mente, convenciéndome de que todo había sido solo un mal sueño.
Con los nervios a flor de piel, sin poderlos controlar del todo, eliminé la sed que tenía y me sentí un poco más calmada. Tenía la intención de volver a mi habitación y dormir pero un ruido proviene del despacho de mis padres al fondo del pasillo del primer piso, me alertó.
¿Y si...?
No, no es posible.
Volví a sacudir la cabeza para despejar los malos sueños y arriesgándome me dirigí por el pasillo hacia el despacho de mis papás.
¿Qué harán despiertos a esta hora? Porque son ellos, ¿verdad?
Terminé por acercarme a la puerta entreabierta y cuando observé su interior no ví nada más que oscuridad y un sobre blanco en el suelo. Estaba tentada a entrar y revisarlo, pero sabía que no era correcto indagar en cosas de mis padres por más que quiera descubrir lo que me ocultan. Y bueno, también fueron sus voces lo que me detuvo de entrar:
—¿Escuchaste eso, Fabricio? —Fue el susurro de mi madre, con un tono algo nervioso y preocupado, parecía provenir de su habitación.
—Sí, parece que alguien está ahí dentro. Deberíamos verificar —Fue la respuesta de mi padre con seriedad, como siempre.
Mi corazón dio un vuelco al escuchar sus palabras, así que me regresé a mi habitación antes de que ellos vinieran y creyeran que yo entré a su despacho a curiosear.
**
Cuando llegó la hora de levantarme lo hice con un poco de sueño puesto que no había podido dormir bien anoche por cuenta de las pesadillas y los pensamientos de aquel sobre en el despacho de mis padres. Una vez estuve lista bajé a desayunar pero me detuve y escondí tras una columna justo antes de ingresar al comedor, cuando escuché de la boca de mis padres la mención del sobre en su despacho.
—Es extraño, Cristina —Ese fue papá, me pregunto si alguna vez no ha dejado de estar serio porque yo que llevo viviendo con él toda mi vida jamás lo ví sonreír—. ¿Quién podría haber dejado ese sobre aquí?
—No lo sé, pero es inquietante —Dijo mamá, se le notaba lo tensa, nerviosa y preocupada que se encontraba a leguas—. Debemos tener cuidado con que Andrea no se entere.
Mi corazón se aceleró ante la posibilidad de que estuvieran al tanto de mi presencia frente al despacho, pero como ellos, fingí no haber escuchado nada, que todo estaba bien y me senté a desayunar con ellos como si nada hubiera pasado. Ellos callaron lo que hablaban cuando me vieron entrar en el comedor, me dieron los sutiles "buenos días" y empezamos a desayunar.
Más tarde estaba en el instituto, recién llegaba y fui recibida por Kira, con uno de sus abrazos amistosos.
Ignoré las miradas aniquiladoras de Isabella Saltzman y observé discretamente a Leonardo Nápoles, sintiendo curiosidad por él.
—¡Andrea! ¡Qué bueno verte de nuevo! —Exclamó alegre, enganchó su brazo con el mío y nos guió hacia dentro del instituto— ¿Cómo te fue ayer? ¿Te sentiste cómoda?
—Muy bien, gracias —Respondí, evitando las miradas y susurros indiscretos de los estudiantes, con la cabeza enfrascada en el sobre del despacho que alteró indudablemente a mis padres—. Fue un día interesante, sobretodo cuando conocí a la Barbie y su dulce genio.
Ella sólo se echó a reír.
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¡Hola por aquí! ¿Opiniones bonitas? ¿No? Bueno, igual espero que hayan disfrutado ☺️
¡Gracias por leer! ❤️❤️❤️
PD: Capítulo 4 en corrección para publicar luego.
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Editado: 05.12.2024